王┊❛❛En un reino donde la homosexualidad está prohibida, Keisuke I de Grimfort, príncipe de Eryndor y segundo en la línea de sucesión, debe contraer matrimonio para asegurar su derecho al trono. Sin embargo, una noche su vida cambia para siempre cuan...
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—capitulo III: "El costo es equivalente a la belleza"—
Con la aurora apenas despuntando, Keisuke recibió una visita inesperada de Mitsuya de Grimfort; su hermano menor.
Sin pronunciar palabra, Mitsuya apartó las pesadas cortinas de terciopelo y abrió de par en par los imponentes ventanales, dejando que la luz dorada de la mañana irrumpiera en el sereno refugio de su hermano. El jubiloso trino de los pájaros resonó por la estancia, obligando a Keisuke a revolverse entre las finas colchas de su lecho de plumas, cubriendo sus oídos con los almohadones en un vano intento de acallar aquel canto festivo y regresar al abrazo del sueño. Con un gesto digno, Mitsuya ordenó en silencio al mayordomo que le acompañaba. En un instante, el viento helado de la mañana se infiltró en la estancia, atravesando la delicada seda del pijama de Keisuke.
Si su voluntad de seguir durmiendo había resistido el bullicio de su hermano y el alegre trino de los canarios, el gélido viento que ahora lo envolvía le obligó a rendirse al nuevo día.
—Hermano. —llamó Mitsuya con voz firme—. Levántate, la luna ya comienza su descenso. A la octava campanada, padre se reunirá con el rey y la reina de Valorian, y aún debo instruirte en muchas cosas si deseas ser un buen monarca para Eryndor.
«Pero ese era el gran problema, porque a fin de cuentas él no deseaba tomar su lugar como segundo en la línea de sucesión», refunfuñó Keisuke para sí. «¿Por qué debía unir su vida a una mujer que no amaba solo por la satisfacción de su padre? Mitsuya estaba mucho más capacitado para sobrellevar esa farsa, y él era demasiado egoísta para pensar en algo más que su propio bienestar holgazán».
El príncipe segundo bostezó, resistiendo la tentación de cubrirse el rostro con la pesada manta, deseando escapar del sol que ya calentaba su ventana y del semblante imperturbable de su hermano, que lo observaba fijamente, sin mostrar emoción alguna.
— Puedo estar presente durante el desayuno, hermano.
— Y lo estarás, pero quiero que estés levantado y bien vestido cuando lleguen los Valorian. —replicó Mitsuya, anotando algunas cosas con la precisión de quien planea una campaña
— ¿Por qué? —preguntó el segundo príncipe, irritado, mientras se restregaba el ojo izquierdo y aferraba la manta con obstinación.
— Porque el éxito de un rey radica en su energía y disposición. —respondió con desden, levantando la mirada—. Aún debemos planificar cuándo se celebrará la ceremonia de unión, escoger al general real de tu guardia, instruirte en la elaboración de nuevas leyes, y designar a los consejeros adecuados. —su hermano le arrebato la manta—. Además, dado que te tomaste la libertad de desaparecer durante la Concilia, aún debes escoger a una de las princesas de Valorian para que sea tu esposa.
— Ya he elegido a mi general real; eso debería restar un punto importante en tu extenso pergamino, hermano. —Keisuke volvió a cubrirse con el otro extremo de la manta—. En cuanto a mi esposa, te lo dejo a ti, mi inteligente hermano. Confío en que vuestro criterio elegirá a la más digna para reinar a mi lado.
