Vittoria
Estaba inquieta y ansiosa por lo que sucedería en la próxima hora. Todos en el club habían trabajado sin descanso para que todo saliera según lo planeado, y Abele parecía extrañamente feliz.
Solía recibir ofertas antes de comenzar la subasta por alguna de las chicas, así que seguro tenía un jugoso trato entre las manos.
No había podido dormir durante toda la noche debido a lo sucedido con Dante. Seguía pareciéndome algo imposible de procesar. ¿Por qué se había acercado después de tanto tiempo?
Me sobresalto cuando llaman a la puerta de mi habitación. Suspiro. Debía bajarle un poco a mi paranoia. Tal vez nadie me compraría, tal y como había sucedido siempre.
—¿Sí? —Había aprendido por las malas a preguntar antes de abrir la puerta.
—Soy yo, Vi.
Suspiro cuando es Abele quien responde; lo que hacía estaba mal y estaba lejos de ser una buena persona, pero era mejor que muchos de los hombres que han puesto un pie en este lugar.
Ya estaba lista, así que abro la puerta, encontrándolo de pie frente a esta.
—¿Lista? —Asiento y tomo el brazo que me tiende.
Me escoltaba hasta la tarima todo el tiempo, tampoco me dejaba recorrer los pasillos sola. Siempre tenía alguien cuidándome. Era una manera extraña de hacerme ver que se preocupaba por mí, si es que eso era.
La tarima estaba igual a como todos los años; luces iluminando el centro de esta, una alfombra roja sangre iba de un extremo a otro y había un presentador en la esquina. Las mesas donde se encontraba el público seguían igual que siempre, acomodadas estratégicamente para que todos tuvieran una excelente vista.
Detrás del telón del escenario se encontraban chicas con las que había trabajado a lo largo del año y algunas nuevas. Un nudo se aprieta en mi garganta. ¿Cuántas de ellas fueron vendidas por su padre o madre para seguir pagando su adicción? ¿O cuántas eran de la calle y habían terminado aquí? Si pudiera tomar el dolor de cada una de ellas y hacerlo mío, lo haría. No quería que ninguna pasara por lo mismo que yo o mis compañeras.
—Irás en el medio. —me indica Abele ignorando por completo mi bajo estado de ánimo. No es como si tuviera que importarle igual. Estaba segura de que el dinero era el único idioma que él entendía.
Asiento y me acomodo en mi puesto. Tomo respiraciones lentas cuando corren el telón. Demostrarles el miedo a estos hombres era lo peor que podía hacer. No miro a ninguno a los ojos, ignorándolos por completo, y me pierdo en el recuerdo de estarle bailando a Dante. Los minutos pasan en un borrón mientras subastan a las otras chicas, pero cuando llega mi turno, los minutos se convierten en lo que parecen ser horas.
—A continuación, tenemos a la hermosa y pura Vittoria. Es una excelente bailarina, por no decir que la mejor del club. Tiene diecinueve años... ¡Oh! ¡Cinco mil euros el caballero de la mesa cuatro! —Sus palabras me toman por sorpresa, ya que apenas estaba comenzando con mi presentación.
Desde mi posición no podía ver al público, ya que los reflectores me encandilaban. No había sido un error de cálculo, ¿cómo podías temerle a algo que no podías ver? A Abele le gustaba mantenernos en la ignorancia.
—¡Diez mil euros, señor de la mesa ocho!
Paso saliva al escuchar la cifra, lo máximo que habían ofertado por mí eran ocho mil euros. ¿Por qué estos dos caballeros querían comprarme con tanta necesidad? Ambos hombres suben sus ofertas de cinco mil en cinco mil hasta que el presentador anuncia a un nuevo posible comprador:
—Medio millón de euros el caballero del área «vip1».
Jadeo al escucharlo. ¿Ese hombre acaso había perdido la razón? En ninguna de mis otras subastas los hombres en el área vip habían ofertado por mí.
¿Qué demonios estaba pasando?
El lugar permanece por unos momentos en completo silencio. El ambiente se sentía cargado de tensión y todos los demás participantes en la subasta parecieron percatarse de ello, menos uno.
—¡Un millón de euros el caballero de la mesa cuatro! —A pesar de la expresión estoica del presentador, la sorpresa se había filtrado en su voz. Hasta donde sabía, era la cifra más alta que alguien había ofrecido en este lugar...—. ¡Dos millones de euros el caballero del área «vip1»!
Un murmullo se extendió por todo el lugar, que fue callado de inmediato por el presentador cuando declaró con voz fuerte:
—¡Vendida al caballero del «vip1»!
Condenada.
Esas pocas palabras sellaron los grilletes en mis manos.
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Abele me estaba esperando en los camerinos con mis pocas pertenencias en un bolso. Por su sonrisa, podía decir que lo creía capaz de besar el piso por donde caminaba, ya que había ganado dos millones de euros en una sola noche. Estaba segura de que era más de lo que ganaba en un mes.
—¡Vi! —Su grito, acompañado por un abrazo, me toma por sorpresa. El olor a alcohol me inunda de inmediato. Estaba borracho. Abele y el alcohol eran muy mala combinación.
—Abele... No puedo respirar. —miento con la esperanza de que le preocupe el hecho de que no pueda hacerlo, después de todo, solo recibiría el dinero si salía en perfectas condiciones de aquí.
—Claro, claro. —Se aleja y me entrega mi bolso—. Solo quería decirte una cosa. —Se inclina hasta quedar a la altura de mi oído—. Asegúrate de ser una buena chica. Y si llego a enterarme de que le has contado de lo que te pasó en este lugar, te mataré.
Me quedo en mi sitio, incluso minutos después de que se ha ido del camerino. Los recuerdos de mi segunda noche aquí pasan a la velocidad de la luz.
No. Él nunca lo sabría.
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Entro al coche con todos los nervios a flor de piel, pero estos son congelados cuando veo al hombre que está sentado frente a mí.
—Tú.
—Yo. —La sonrisa en el rostro de Dante de Santis era de completa soberbia. Él me había comprado. Había pagado dos malditos millones de euros por mí. ¿Pero por qué? Ayer le había dado mi primer baile privado y, aunque había sido evidente de que ambos anhelábamos más, no era suficiente motivo para pagar esa cantidad exorbitante de dinero.
—¿Qué fue lo que hiciste? —susurro sin encontrar un motivo evidente en todo esto.
Se inclina hasta el punto en que sus rodillas chocan con las mías. Echo el rostro hacia atrás cuando sus dedos rozan mi mejilla.
—Vine por lo que es mío.
«Mío».
Siempre esa palabra o las mismas frases: «Eres de mi propiedad», «me perteneces» o «puedo hacer lo que sea contigo». Cada una de ellas eran sinónimos de «objeto».
Había salido de ese club lista para cumplir cualquier papel que la persona que me había comprado quisiera que interpretara, pero ahora que miraba mi nueva realidad a la cara, estaba segura de que nunca más quería ser tratada como un objeto.
—Nunca vuelvas a llamarme tuya. —Su mirada se endurece con la ira brillando en ellos—. Y si crees que lo seré en algún momento, te equivocas. Juro que te odiaré hasta el día de mi muerte por sacarme de una jaula para meterme a otra.
Había estado muy equivocada con Dante la noche anterior. Nunca debí sentirme segura cerca de él. Todo este tiempo que me observó solo vio una potencial compra, no a una bailarina a la que le gustaba estar en un escenario, que era el único donde lograba sentirse libre.
—Te equivocas, pajarito. Eres mía desde que te vi. —Mi corazón enloquece al escucharlo—. A casa, Nicola. Es hora de que Vittoria conozca su nuevo hogar.
Y segundos después a sus palabras, comenzamos a alejarnos del club.
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Bailando para un Siciliano © [+18] | [Disponible en físico]
Romance[CAPÍTULOS DE MUESTRA] «Saga Priesthood - Libro 1» Una deuda la entregó a la mafia, pero solo un hombre tiene la llave para desatar su pasión... o su libertad. Vittoria fue vendida para pagar una deuda, pero lo que su padre no sabía era que entregar...