Besos de Dulzura

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¡No olviden dejar su 🌟!

Jennie y Lisa se besaron por primera vez cuando tenían nueve años

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Jennie y Lisa se besaron por primera vez cuando tenían nueve años. El beso, increíblemente dulce, ocurrió en un día que empezó amargo, cuando Lisa se resbaló en el patio de recreo y se raspó la rodilla.

Un agudo dolor recorrió la pierna de Lisa cuando cayó, y la única persona que se dio cuenta de que estaba llorando fue su compañera de clase Jennie, quien estuvo a su lado en un instante. Cuando pareció que ningún consuelo podía calmar las lágrimas de Lisa, Jennie se inclinó y la besó suavemente en los labios.

Fue un beso rápido, casto e inocente, más suave que un malvavisco, y completamente efectivo para detener las lágrimas de Lisa.

─ ¿Qué fue eso? ─ preguntó Lisa, curiosa. Se frotó los ojos para limpiarse las lágrimas mientras su lengua, instintivamente, salía para lamerse los labios, encontrando un leve dulzor que persistía tras el beso de Jennie.

─Es un beso de malvavisco, ─ declaró Jennie con una sonrisa, orgullosa de que sus acciones hubieran detenido las lágrimas de Lisa.

─ ¿Un beso de malvavisco? ─ repitió Lisa, su voz suave. El nombre era apropiado para la dulce acción. Lisa sonrió tímidamente cuando Jennie la tomó audazmente de la mano y la llevó a la enfermería para que la limpiaran. A partir de entonces, se convirtieron en las mejores amigas, unidas por rodillas raspadas, lágrimas frescas y un beso que llevaba el nombre de un malvavisco.

Aquel beso de malvavisco fue el primero de muchos a lo largo de los años mientras Lisa y Jennie crecían juntas, sin darse cuenta hasta mucho después de que no era habitual que las amigas compartieran besos, sin importarles en absoluto lo que sus compañeros pensaran de ellas en la adolescencia, cuando los besos de malvavisco se convirtieron en besos de piruleta.

Estaban pasando el rato en la habitación de Lisa la primera vez que ocurrió, cuando Jennie se inclinó sobre Lisa a la edad de trece años con un beso que fue más largo que cualquiera de sus besos anteriores. Era un beso con la boca abierta, húmedo y desordenado, como lamer una piruleta, y ya no tan inocente como un beso de malvavisco.

─ ¿Te gusta? ─ Jennie preguntó tímidamente después de separarse de su primer beso de piruleta. Su cara estaba roja por la vergüenza mientras esperaba la respuesta de Lisa. ─Es un beso de piruleta.

─ Me gusta, ─ respondió Lisa al instante. El beso era nuevo, era diferente. Y para Lisa, compartir ese beso con Jennie de alguna manera se sentía correcto. ─Tú también me gustas mucho, ─ añadió Lisa mientras contemplaba el rostro sonrojado de Jennie, sorprendida al descubrir que era posible que el rostro de Jennie se pusiera aún más rojo.

El beso de piruleta era el beso preferido de Lisa y Jennie cuando eran unas jóvenes adolescentes, y solían compartirlo cada vez que se encontraban solas, siempre que el estado de ánimo era el adecuado, que parecía ser siempre

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El beso de piruleta era el beso preferido de Lisa y Jennie cuando eran unas jóvenes adolescentes, y solían compartirlo cada vez que se encontraban solas, siempre que el estado de ánimo era el adecuado, que parecía ser siempre.

Lisa sentía que su corazón crecía cada día que pasaba, llenándose progresivamente de sentimientos hacia Jennie a medida que crecían juntas. Y Lisa sabía que Jennie también sentía lo mismo por ella. Lisa podía sentirlo a través de sus dulces besos, a través de sus manos constantemente entrelazadas, a través del indescriptible afecto en los ojos de Jennie cada vez que se miraban.

No fue ninguna sorpresa para Lisa que un día su beso de piruleta se convirtiera en un beso más atrevido. Ahora, con diecinueve años, vivían juntas en un acogedor apartamento como estudiantes universitarias. Y en su primera noche en su nuevo hogar, mientras disfrutaban de un beso de piruleta en su pequeño sofá, Jennie se inclinó sobre Lisa y profundizó el beso. Era un tipo de beso intenso, ardiente y apasionado, con ligeros mordiscos en los labios que hacían que Lisa quisiera derretirse por dentro.

Jennie observó a Lisa con una sonrisa seductora en la cara, lamiéndose los labios mientras Lisa intentaba recuperar el aliento. ─Es un beso de chocolate. Llevo mucho tiempo reservando este beso, ─ susurró Jennie, su voz baja y cargada de deseo. ─ ¿Lo quieres?

Lisa estaba sin aliento debajo de su novia, pero asintió hambrienta, inclinándose en dirección a la boca de Jennie para iniciar el siguiente beso de chocolate. ─Lo quiero, ─ murmuró Lisa entre besos de chocolate. ─ En realidad, realmente te quiero a ti también.

El arsenal de besos de Jennie se multiplicó después de aquella noche. Pronto aparecieron los besos de fresa que a Jennie le gustaba colocar sobre el cuello de Lisa y por todo su cuerpo, unos besos profundos y abrasadores que dejaban marcas de color rojo fresa sobre su piel.

También llegaron los besos de gelatina, un tipo de beso mordisqueante, bautizado así porque Jennie tenía la sensación de estar mordiendo un dulce de gelatina cada vez que sus dientes se clavaban suavemente en la piel de Lisa.

Y luego estaban los besos de algodón de azúcar, uno de los favoritos de Lisa, un beso suave, ligero, casi fantasmal, que a Jennie le encantaba esparcir por la espalda de Lisa, por sus caderas, o por cualquier sitio que hiciera que Lisa se removiera por el placer.

Después de una noche particularmente apasionada que incluyó todos los besos del repertorio de Jennie, cuando ambas estaban satisfechas y acurrucadas en los brazos de la otra, Jennie depositó cariñosamente un suave beso de malvavisco en los labios de Lisa y le preguntó: ─ ¿Qué tipo de beso te gusta más?

Lisa se lo pensó por un momento, observando la dulzura de los ojos de Jennie, antes de dar con la respuesta perfecta. ─Besos de dulzura.

─ ¿Besos de dulzura? ─ repitió Jennie con confusión, no reconociéndolo como el nombre de alguno de sus besos.

Lisa sonrió y cogió delicadamente el rostro de Jennie con ambas manos, retornando el suave beso de malvavisco. ─Sí, tus besos de dulzura. Mi beso favorito es cualquier beso que venga de ti. 

 

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