Yunho se arrepentía de aquel error que le costó demasiado caro, pues su libertad y sus sentimientos se vieron dominados por aquel sujeto que creía odiar y que de algún modo, le gustaba.
Mingi sólo sería pasajero, hasta que este se cansara de Yunho y...
La siguiente ocasión que estuvieron en las duchas, Yunho sintió el dedo mojado de Mingi entre sus nalgas.
—Tú claramente dijiste que no me forzarías—habló entre dientes mientras se tensaba.
—Y no lo estoy haciendo ni lo haré—Mingi empujó un poco el dedo dentro—Pero tengo que tocarte si queremos asegurarnos que los demás me vean haciéndolo. Si no ellos pensarán que me tienes a tu mano.
Yunho se quejó, claro que no se imaginaba algo como eso, pero de verdad que trató en relajarse. Maldito Mingi, tenía razón.
El dedo llegó un poco más hondo, no era doloroso pero se sentía raro. Extraño. Salió y volvió a entrar mientras lo movía. Yunho sentía su cuerpo y cara arder, tenía el dedo de un hombre dento suyo. No lo podía creer.
El dedo tocó algo en él, y los ojos de Yunho se agrandaron, su boca se abrió mientras trataba de respirar y que el placer no siguiera recorriendo todo su ser.
—¿Quieres decirle algo a tu linda próstata?—Mingi se burló mientras lo volvía a tocar ahí.
—D-Detente—Yunho susurró y sonó tan inseguro y patético, peor aún que comenzaba a ponerse duro.
—Lo que digas, es todo lo que te haré, si lo quieres terminar, masturbate.
—Vete al carajo, Mingi—Yunho dijo débil mientras le retiraba el dedo para meterlo dentro y fuera de manera lenta.
No quería saber si los observaban.
Eso lo rompería más.
—Te gusta.
—No, claro que no.
—En definitiva sí— siguió moviendo el dedo y tocando otra vez su próstata.
—Soy heterosexual
—Nunca te dije que no lo fueras. Simplemente te encanta sentir mi dedo dentro tuyo—aumentó la velocidad.
Quería gemir, maldita sea, su cuerpo estaba reaccionando a la provocación. No lo haría. No ahí. No por Mingi.
—No.
—¿No?—preguntó sarcásticamente—Veamos cuánto tiempo te tardas en rogar por más—sacó su dedo y se alejó.
Yunho quedó con una sensación de vacío y extraño.
—Te odio demasiado—miró a Mingi, y con sobreesfuerzo trató de no poner su mirada en la erección notable de Mingi.
—Claro que lo haces, precioso.
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Tzuyu fue a verlo.
Yunho la miró por aquel vidrio que los mantenía separados y buscó miles de cosas para decir.
No salió nada.
Tzuyu se veía linda, relajada, adorable y como siempre muy femenina. Ella no encajaba en una basura como aquel lugar.
