Dimos una vuelta completa mientras nos besamos, como si bailáramos al compás de la brisa atravesando las copas de los árboles que rodeaban el claro en el que Kyle y yo nos encontrábamos. A medida que el sol descendía mientras nosotros nos íbamos besando, los rayos dorados del atardecer se filtraban entre los árboles, iluminando las hojas con tonos cálidos de naranja y dorado. El ambiente fresco y fragante, junto al aroma a frutos silvestres del alfa, me transmitían una calma inmensa que se sentía íntima y pacífica.
Kyle tomó mis manos, observándome con un brillo alegre en esos peculiares ojos de color ámbar.
—¿Estás lista?
Asentí, entusiasmada.
Kyle sonrió mientras caminaba hacia atrás y de un momento a otro, dio un gran salto hacia delante y se transformó en el aire.
A un metro de mí cayó el lobo más grande que jamás había visto. Su pelaje era gris oscuro, marengo; sus ojos ámbar relucían y contrastaban con él. Tan sólo su cola era casi de la misma longitud que mi pierna y el doble de gorda y sus ojos quedaban prácticamente a la altura de los míos.
Me quedé con la boca abierta, asombrada por la corpulencia de su forma lobuna.
Quise levantar la mano y hundir los dedos en la espesura de su pelaje gris, pero antes de que pudiera decidir entre hacerlo o no, Kyle acercó el hocico a mi mano, como si hubiese leído mis pensamientos. Era tan suave como el terciopelo. Acariciarle era más relajante que tirarme al pasto después de una carrera larga. Me sentí como si hubiese nacido para tocarle, para mimarle. Era como estar en el cielo.
Kyle me empujó suavemente en el vientre con el hocico y al mirarle entendí que quería que yo me transformase también.
—No es tan fácil para mí cambiar.
Sacudió la cabeza hacia un lado, como si me indicase que hiciera lo que tuviese que hacer para cambiar de forma.
—No te burles después, por favor.
Pestañeó y yo tomé aire con decisión antes de comenzar a correr hacia el otro extremo del claro.
Me concentré en sentir el aire en la cara; en oír el murmullo de los árboles y el canto de los pájaros; en la calidez de mi loba extendiéndose por mis extremidades y venas. Noté cómo las articulaciones se me iban estirando conforme más corría y pronto sentí ese desgarro desde el interior que me convertía en la loba que tanto le gustaba correr.
Ahora corría con cuatro patas y el viento de la velocidad movía mi pelaje rojizo. Aquella era la libertad que tanto había ansiado y que por fin me llegaba. Podía asegurar que era felicidad pura lo que me corría por las venas en ese momento.
—«Eres preciosa».
Frené en seco y me volví hacia Kyle, que llegaba corriendo detrás de mí.
—«¿Qué demonios...?» —pensé, mirando los bonitos orbes casi dorados de Kyle.
—«Es una habilidad de alfas», —respondió en mi cabeza.
—«¿Tú me oyes a mí?».
Escuchar su risa en mi mente era igual de maravilloso.
—«Alto y claro, luna mía. Necesitaba que te convirtieras para que pudiésemos conversar mentalmente».
Me senté e incliné la cabeza hacia un lado.
—«Pero no te oí cuando viste mi cambio en el retiro» —recordé, confundida y sorprendida.
Kyle se me acercó, imponente y majestuoso, y restregó su frente sobre mi cuello. Por poco me derrito allí mismo.
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El Privilegio Del Alfa
Fantasy-No estés nerviosa, Mila. No voy a hacerte daño. El problema era que me miraba como si pudiera hacérmelo. Y, en realidad, sabía que podría. No quería ser el alma gemela del alfa de una manada despiadada y cruel. No quería tenerle miedo el resto de m...