18- Ira amarga.

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REBECCA:


Solo habían pasado ocho días desde el inicio de mayo, y ya las lluvias habían sido parte de la rutina nocturna. El tranquilizante sonido de las gotas al caer contra el suelo o los techos, acompañado del ambiente y el aroma a humedad me traían una paz inexplicable.

Paz que se esfumó cuando Adela soltó una palabrota.

—Te toca lavar los platos hoy nuevamente —le aclaré.

—¿¡Qué!? —se quejó— ¿¡Por qué mier…!?

—Y limpia la cocina —añadí, terminando de coser unos pantalones.

Chasqueó los dientes y continuó haciendo su tarea.

—Es viernes, no entiendo quién hace tarea los viernes —masculló.

—Simon te dijo que lo mejor del mundo era terminar los deberes y después disfrutar el fin de semana —rememoré las palabras del pequeño—. Y estoy de acuerdo con él. Es muy sabio.

—Si tú lo dices —su voz sonó algo rara. Un poco… ¿feliz?

Le dediqué una mirada. Empezó a hacer su tarea sin quejas.

—¿Te pasa algo con Simon?

Me miró con indignación.

—¿A qué viene esa pregunta?

—Bueno, tienes trece años, ya varias niñas de tu edad se han enamorado.

—¿Sabes lo que más me gusta de Simon?

—¿Comer en su casa?

—Comer en su… ¡exacto! —me sonrió y siguió con la cabeza metida en un libro de historia.

Estuvimos un rato en silencio, solo con el sonido de la lluvia rodeándonos. Aproveché la tranquilidad para pensar en cierto dragón y cierta serpiente. Diamond había tratado de hablar con Agatha luego de lo sucedido, pero ella lo evitó por completo, y peor aún, le soltó nuestras sospechas de “los planes de Philco” en la cara. Así que ahora están molestos el doble.

Agatha actuó esperando que Diamond la odiara, porque no soportará cargar con el afecto que sabe que él le tiene, recordando que lo usó para sacarle información.

—No me mires como si me quisieras, porque no podré soportar que no sea así.

Miré de reojo a Adela, rememorando sus palabras. Lo más seguro es que Agatha se sienta de la misma forma.

—Venus, acabo de encontrar algo muy curioso en la historia de la familia real —habló Adela, mostrándome una página—. Menciona a sus integrantes.

—Sí —enhebré el hilo, dedicándole una sagaz mirada a Adela.

—Habla del rey Agustín Octavio Goldenthrone III.

—Ajá —dejé los pantalones a un lado y me dispuse a coserle ropa nueva al unicornio.

—La reina Teodora Felicity Goldenthrone —continuó, esperando algún tipo de reacción de mi parte por escuchar los nombres de los reyes de Goldenthrone.

—¿Y? —seguí con mis deberes. Mañana era la Ascensión de los Caballeros, es decir, que la probabilidad de sufrir un ataque por parte de mi ex marido era óptima.

—Habla del único heredero —especificó—. ¿Has oído su nombre?

Me hice un pequeño corte con la punta de la aguja.

—Harold Alejandro Goldenthrone IV —me llevé el dedo a la boca, solo era un diminuto pinchazo, pero no necesitaba manchar la tela de sangre—. ¿Qué pasa con eso?

Endeudada hasta el cuello.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora