28- Beso de despedida.

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El agua tibia de la bañera de Ícaro me hizo casi recuperar las fuerzas perdidas de anoche. El duque estaba detrás de mí. Ambos disfrutábamos la paz que nos proporcionaba el ambiente. Sentí su mano recorrer mi abdomen y trazar círculos en mi vientre.

—Mentiste. —señalé.

—No recuerdo haberlo hecho. —Su voz sonó completamente divertida.

—Dijiste que no tenías mucha experiencia, que solo habías estado con tu esposa.

—Y es verdad, después de su muerte no estuve con ninguna otra persona —besó mi hombro—. Hasta ahora.

—Es imposible que seas tan bueno si no tuviste mucha práctica.

Bajó su mano hasta tocar mi punto sensible.

—Pero sí estaba muriendo de deseos por estar contigo, creo que eso me dominó —movió su dedo en mi interior—. ¿Alcancé la máxima puntuación, señorita divorciada?

—Bastardo. —solté un jadeo al sentir otro dedo adentrándose en mi centro.

—Me lo tomaré como un sí.

Volvimos a hacerlo en la bañera. Después nos bañamos por separado —por medidas de seguridad— y continuamos la ronda en la cama. Como dato extra, le pedí a Eli que me hiciera llegar unos condones. La chica no preguntó detalles y lo preferí. No me gustaba dar explicaciones de mi vida privada. Y creo que Ícaro se emocionó con la idea de poder seguir haciéndolo sin temor a embarazos.

—Ícaro, espera —pedí con la cabeza casi hundida contra la almohada. Ícaro pegó su pecho a mi espalda y besó mi nuca mientras seguía con sus embestidas—, tomemos un descanso, ¿sí?

—Solo un poco más.

Ese solo un poco más, fue más falso que los dame cinco minutos que digo cuando me maquillo.

Y también dijo solo un poco más cuando fuimos a la cocina y terminó devorándome a mí. Lo repitió cuando subimos a la bañera y lo siguió diciendo mientras me tomaba en el jardín. Sé que es su casa, pero creo que debería tener un poco de respeto por los sirvientes que vivían aquí —los cuales, afortunadamente, no se encontraban.

Pasamos literalmente toda la mañana teniendo sexo y gastamos todos los condones que Eli me mandó.

—¿No puedes pedirle que envíe más? —Puso cara de perrito triste.

¿¡Tiene energía para más!? ¡Yo siento que me estoy muriendo! Esto es malo, él quiere recuperar todo el sexo que no tuvo en quince años. Mi cuerpo no lo resistirá.

—No, es mejor que no. Es una joven de quince años, no quisiera darle una mala impresión —me escabullí de sus brazos para salir de la cama y esta vez sí bañarme sin ser entretenida por cierto hombre con muchas ganas—. Mejor terminemos por ahora.

—En realidad…

Me sujetó y volvió a acorralarme debajo de su cuerpo.

—Todavía podemos hacer muchas cosas. Para eso están los dedos y la lengua. —Sonrió de oreja a oreja.

Juro que sentí pánico.

(…)

El timbre había sonado en la planta baja. Ícaro estaba en la cocina lavando los platos que habíamos usado para el almuerzo. Yo me encontraba en la cama, exhausta e indispuesta a luchar si íbamos a la guerra ahora. Ni siquiera quería moverme. Estaba extremadamente sensible. El muy condenado había hecho todo lo que quiso, y lo peor es que no pareció cansarse. Cuando acabó conmigo bajó a cocinarme con una sonrisa de felicidad en la cara.

Endeudada hasta el cuello.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora