Capítulo 1: La Llamada del Destino

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En las tierras lejanas de Elarion, un reino antiguo y olvidado por muchos, el viento susurraba antiguos secretos a través de los bosques oscuros y montañas imponentes. Las estrellas brillaban en el firmamento como ojos de dioses vigilantes, mientras que una luna roja ascendía en el horizonte, presagiando un cambio inminente. En la aldea de Greythorn, al borde del Gran Bosque de Marenor, una joven llamada Alara vivía en la simplicidad de su cabaña, ajena al poder que dormía en su interior.

Alara había crecido en la sombra del bosque, escuchando historias de los ancianos sobre criaturas que acechaban en la oscuridad y reinos olvidados que alguna vez gobernaron con sabiduría y terror. Aunque había oído hablar de las grandes ciudades y los héroes de antaño, su mundo era pequeño, limitado a los campos que cultivaba y las rutas comerciales que ocasionalmente traían viajeros de tierras lejanas.

Pero esa noche, mientras el fuego chisporroteaba en la chimenea y la tormenta arreciaba fuera, Alara sintió algo diferente en el aire. Su corazón latía con una intensidad desconocida, y una inquietud que no podía entender la obligó a salir al porche de su cabaña. La lluvia caía pesada, y un trueno rugió como una bestia enjaulada, pero no fue eso lo que detuvo su aliento. Al otro lado del claro, una figura oscura se destacaba bajo un roble centenario.

La figura estaba envuelta en una capa negra, su rostro oculto bajo la capucha, pero sus ojos brillaban con una luz pálida, como si contuvieran las estrellas mismas. Alara dio un paso hacia atrás, su mano buscando instintivamente el cuchillo que siempre llevaba en el cinturón. Sin embargo, la figura levantó una mano, y un susurro resonó en su mente, apagando cualquier pensamiento de huir.

"Alara, hija de los dos mundos, el tiempo ha llegado."

Las palabras no fueron habladas, sino transmitidas directamente a su alma. Un frío recorrió su espina dorsal al escuchar su propio nombre, algo que nadie fuera de su aldea podría conocer. La figura avanzó un paso, y Alara vio, para su sorpresa, que bajo la capa, la criatura no era humana. Su piel era pálida y traslúcida, y sus ojos, ahora más visibles, reflejaban la eternidad.

"¿Quién eres?" susurró Alara, su voz temblando tanto por el miedo como por una extraña sensación de reconocimiento.

"Soy un guardián de los antiguos pactos," respondió la figura. "Y he venido a guiarte hacia tu destino. El equilibrio del mundo está en peligro, y solo tú puedes restaurarlo."

Alara sintió un torbellino de emociones, una mezcla de incredulidad y una extraña certeza de que, de alguna manera, todo lo que esta criatura decía era cierto. Pero antes de que pudiera procesar sus palabras, un chillido agudo rompió el silencio de la noche. Desde las profundidades del bosque, una sombra enorme emergió, sus ojos rojos como brasas ardientes, su boca llena de colmillos afilados.

El guardián se giró rápidamente, su capa ondulando como alas negras, y de sus manos emergieron hilos de luz que se entrelazaron para formar una barrera entre Alara y la bestia. La criatura rugió y chocó contra la barrera, pero no pudo atravesarla. Sin embargo, la fuerza del impacto hizo temblar la tierra bajo los pies de Alara.

"Debemos irnos," dijo el guardián, su voz tan firme como el hierro. "Tu vida aquí ha terminado. El mundo te necesita."

Alara miró una última vez hacia su cabaña, hacia el hogar que había conocido toda su vida, y supo que si cruzaba ese umbral con el guardián, no habría vuelta atrás. Pero en lo más profundo de su ser, algo la empujaba a seguir adelante, una voz silenciosa que le decía que esto era solo el comienzo de una aventura más grande de lo que jamás había soñado.

Con una última mirada hacia el pasado, Alara dio un paso adelante y tomó la mano del guardián. El aire alrededor de ellos comenzó a girar, el cielo se oscureció aún más, y en un parpadeo, desaparecieron de Greythorn, dejando solo el eco de la tormenta y las leyendas que se contarían sobre esa noche.

El Legado de ElarionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora