13. Demi

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Todo es demasiado surrealista y por un instante me pregunto si no estaré delirando por efecto de los analgésicos. Love me mira con reserva, entornando los ojos, como si así pudiera descifrar lo que pasa por mi cabeza, pero dudo que saque algo en claro, porque ni siquiera yo mismo lo sé. Tampoco sé qué esperaba escuchar, pero a juzgar por su expresión, no era esto.

Lo único que sé en este momento en el que tengo toda su atención puesta en mí, sus pequeñas manos aferradas a mis antebrazos y sus muslos contra mis caderas, es que estoy empalmado y necesito besarla. Pero si la beso, me empalmaré más. Y si me empalmo más y, encima la beso, lo más probable es que quiera desnudarla. O desnudarme. Y si nos besamos mientras la desnudo, o me desnuda, temo no parar hasta no haberla follado como si fuera la única mujer que queda en el mundo.

En cierta forma, lo es. Y no la quiero follar. Mejor dicho, sí que quiero, eso y mucho más, todo el tiempo y de todas las maneras posibles. Y que me folle ella a mí, también: todo el tiempo y de todas las maneras posibles. Me he pasado toda la puta semana imaginándolo y mi cerebro está prácticamente programado a lo Terminator para ejecutarlo. Pero no ahora.

No así.

Joder, he sido el peor primer novio del cosmos. Y no hablemos del primer beso. Robado, hambriento y descuidado, en el límite de la borrachera y apestando a alcohol. Soy un puto cerdo. Y todo lo que Love se merece yo se lo he arrebatado.

—¿A qué quieres jugar? —responde a mi pregunta con una sonrisa cautelosa.

—A lo que tú quieras.

Sus cejas se alzan con sorpresa.

—¿A lo que yo quiera?

—Ya que he sido un pésimo compañero siempre, ahora seré como tu genio de la lámpara —digo alzando mi ceja y curvando la sonrisa y ella frunce el ceño.

—¿Ahora es cuando me dices que tendré que frotarte la lámpara o algo así para activar el juego?

No puedo evitar larga una risa sorprendida, pero amarga. Está en todo su derecho a pensar esas cosas de mí. Nunca le he dado pruebas de ser algo más que un cerdo.

—No tienes que frotarme nada. Si no quieres.

—¿Y qué si quiero? —murmura con la vista clavada en mis ojos, y mi polla se endurece al punto de arrancarme un gemido. Ella cierra los ojos, como si lo hubiera sentido retumbar en algún lugar placentero de su cuerpo, y en mi cabeza se enciende una luz verde que me da mucho, mucho miedo obedecer.

—Pues... Lo que tú quieras —respondo sin aire, y apoyo la frente en la suya. Me muerdo para no besarla y deslizo las manos a lo largo de sus brazos para coger las suyas, porque si me llega a tocar ahora, me hará sucumbir antes de tiempo—. Pero propongo algo. —Todo mi cuerpo se estremece al notar cómo se agita su respiración.

—¿Qué cosa? —susurra. Las puntas de nuestras narices se rozan y nuestras bocas están tan cerca, que entrelazo los dedos con los suyos y los oprimo para no meterlos dentro de su camiseta. O de sus pantalones.

—Hay dos opciones. Podemos hacer todo lo que tú quieras. Ahora.

—Compro —responde, y sacudo la cabeza para concentrarme en ella y no en las necesidades de mi polla que, de más está decir, salta de alegría.

—No has escuchado la segunda opción, baby Love.

—Si no me besas ya mismo, me arrepentiré de todas las opciones que...

¿Qué? No. Olvídalo.

Mis labios se estrellan contra los suyos y suelto sus manos para coger su cabeza. Al siguiente segundo tengo su lengua curiosa dentro de mi boca y sus dedos clavados en mi espalda. Tengo que hacer un monumental esfuerzo para ir más despacio, pero un gemido trepa por su garganta y vibra en mi boca, activando todas las zonas erógenas de mi cuerpo y haciéndome perder la puta cabeza.

Demi&LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora