Capítulo 3: El reino del mar

26 4 0
                                    

Izuku despertó con una suave sensación de ingravidez, como si flotara en un sueño. Abrió lentamente los ojos y lo primero que vio fue un vasto techo de coral brillante que reflejaba destellos de luz a su alrededor. El colorido paisaje acuático a su alrededor lo dejó sin aliento: corales de todos los tonos, peces exóticos nadando en perfectas sinfonías, y plantas marinas que se mecían suavemente con las corrientes. Todo parecía casi irreal, como si estuviera sumergido en una joya líquida.

Cuando se incorporó, sus dedos rozaron una superficie suave y fresca. Miró a su alrededor, desorientado, y entonces al otro lado de la sala, vio a Katsuki Bakugou, el rey tritón, lo observaba con esos ojos intensos que parecían ver directamente a su alma. Su cabello dorado flotaba alrededor de su rostro, y la fuerza contenida en su postura le daba una presencia imponente, pero no amenazante. Había algo en la mirada de Katsuki que lo desconcertaba, algo entre la curiosidad y una especie de posesividad tranquila.

—¿Qué... dónde estoy? —preguntó Izuku, su voz temblando mientras trataba de entender lo que estaba pasando.

Katsuki nado hacia él, el sonido del agua moviéndose a su alrededor como un susurro. Sus labios se curvaron en una sonrisa suave, un gesto raro que Izuku no esperaba de alguien tan feroz.

—Estás en mi reino —respondió Katsuki con calma, como si fuera lo más natural del mundo—. Aquí estarás a salvo. No tienes que volver a preocuparte por ese traidor que te hirió. Aquí, serás tratado como mi igual.

Izuku frunció el ceño, abrumado por lo que estaba escuchando. Reino, tritón, Katsuki... Todo lo que había sucedido hasta entonces se sentía como un sueño imposible. Él había lanzado un anillo al océano y, de alguna manera, ahora estaba bajo el agua, en un palacio submarino, con un tritón que lo había reclamado como suyo.

Iba a protestar, a decir que no necesitaba ser rescatado, pero antes de que las palabras salieran de su boca, una cálida sensación comenzó a crecer en su pecho. Algo en la presencia de Katsuki lo tranquilizaba de una manera que no podía entender. El tritón, con todo su poder y orgullo, no parecía estar imponiéndose, sino más bien protegiéndolo, de una forma que no había experimentado nunca antes.

—Pero... ¿por qué? —Izuku intentó hablar, aún abrumado por la incredulidad—. ¿Por qué me trajiste aquí?

Katsuki se acercó más, su mirada fija en Izuku con una intensidad que casi lo hacía ruborizarse. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se agachó, quedando a su altura, y levantó una mano escamada para tocar con suavidad la mejilla de Izuku. El contacto fue inesperadamente cálido, más reconfortante que cualquier otra cosa que hubiera sentido en mucho tiempo.

—Porque eres mío —murmuró Katsuki, su tono más suave de lo que Izuku había anticipado—. Y aquí estarás a salvo. Ese maldito idiota de Todoroki no puede tocarte nunca más.

El rubor en las mejillas de Izuku se intensificó, pero no era solo por las palabras. Había algo en la forma en que Katsuki lo miraba, como si estuviera viendo algo precioso, algo que necesitaba proteger. Sin embargo, aún no entendía del todo.

—Pero yo... no soy especial —replicó Izuku, su voz insegura—. No entiendo por qué harías esto por mí.

Katsuki soltó un suave gruñido de impaciencia, pero sus ojos brillaban con ternura.

—Eres un completo imbécil si crees eso —respondió, inclinándose aún más cerca hasta que sus frentes casi se tocaban—. No necesitas ser alguien "especial" para que te quiera, Deku. Desde que te vi arrojar ese anillo, supe que eras diferente. No porque lo diga alguna profecía, sino porque... —Hizo una pausa, sus ojos recorriendo el rostro de Izuku con una mezcla de fascinación y deseo—. Porque me haces sentir algo que nunca había sentido.

Corazón de Tritón: La profecía que unió dos almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora