Capítulo 4: El asedio de Shoto

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El océano había perdido su serenidad. Lo que alguna vez fue un refugio lleno de vida y belleza, ahora estaba plagado de miedo y desesperación. Los cantos alegres de las criaturas marinas habían sido reemplazados por el sonido de las olas golpeando furiosas, y el eco de las redes y arpones que rasgaban el agua se había convertido en una constante amenaza.

El viento azotaba las costas mientras la tormenta se acercaba, reflejando el caos que se desataba bajo las aguas. En lo más profundo del océano, las criaturas marinas se escondían, el reino de Katsuki, antes lleno de vida y alegría, ahora estaba sumido en la desesperación. Las corrientes de aguas turbias traían consigo los restos de la guerra que Shoto Todoroki había iniciado sin piedad. Cada día llegaban noticias de tritones y sirenas asesinados, de criaturas marinas cazadas sin piedad. Shoto no se detendría ante nada. Estaba dispuesto a destruir cada rincón del océano si eso significaba recuperar lo que creía suyo: Izuku.

Izuku se enteró de la devastación a través de los murmullos de las olas, de las lágrimas silenciosas de los seres que alguna vez habían sido libres bajo las aguas. Sentía el dolor de cada vida perdida como si fuera su propia carne la que estuviera siendo desgarrada. El océano, que lo había acogido con tanto cariño, ahora sufría por su causa. Y no podía soportarlo más.

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Shoto Todoroki había crecido en las sombras de su padre. Aplastado y moldeado por el poder corrupto de su padre, Enji Todoroki, un hombre cuyo nombre era sinónimo de poder, ambición y crueldad. Enji, había crecido con una visión distorsionada de lo que significaba la vida y el valor de los demás. Para él, las personas eran simples piezas en un tablero, y el poder lo era todo. El hombre pelirrojo le había inculcado que la única forma de sobrevivir en el mundo era aplastando a quienes se interponían en su camino, y Shoto había aprendido esa lección a la perfección. El imperio de los Todoroki no fue construido con honor, sino con engaños, manipulación y sangre. Desde temprana edad, Shoto fue moldeado por las expectativas de su padre, empujado a ser perfecto, a nunca fallar y a destruir a cualquiera que se interpusiera en su camino. La obsesión por el control se convirtió en su vida, y cuando los rumores de la familia Midoriya comenzaron a crecer, Shoto lo tomó como un desafío personal.

Cuando se enteró de la creciente influencia de la familia Midoriya, lo tomó como una afrenta personal. La familia Midoriya, que parecía haber surgido de la nada, estaba amasando una riqueza e influencia que rivalizaba con la de los Todoroki. Shoto no podía permitir que otra familia le arrebatara su posición, mucho menos una familia que, en su mente, había prosperado de manera "ilegítima". No había lugar para dos titanes en ese mundo, y Shoto estaba decidido a aplastar a los Midoriya antes de que se convirtieran en una amenaza real. Rastreó el origen del poder de los Midoriya hasta encontrar a Izuku, el joven hijo de Hisashi Midoriya. Se corrió la voz de que Izuku traía prosperidad con solo su presencia, que su buena fortuna era el talismán oculto detrás del ascenso de su familia. Para Shoto, eso fue suficiente. En su obsesión, se convenció de que debía poseer a Izuku, que solo teniendo al chico bajo su control podría destruir el éxito de los Midoriya y consolidar su propio poder.

Para Shoto, cegado por su deseo de posesión, esos rumores fueron suficientes. No era solo poder lo que buscaba, sino el control total sobre lo que consideraba la clave del éxito de los Midoriya. Presionó, chantajeó y amenazó a la familia de Izuku hasta que lograron su cometido: el compromiso. Izuku no fue entregado por voluntad propia, sino por la desesperación de proteger a su familia de las garras de Shoto.

Desde ese momento, Izuku dejó de ser una persona para Shoto. Se convirtió en un trofeo, una joya que había conquistado. Pero cuando Izuku desapareció, escapando hacia las profundidades del mar, algo dentro de Shoto se quebró. Su posesión más preciada había sido arrebatada, y eso lo empujó a un abismo de locura. El deseo de recuperar a Izuku se convirtió en una obsesión insaciable, una enfermedad que lo devoraba desde dentro.

Corazón de Tritón: La profecía que unió dos almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora