De verdad lo siento....

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La fiesta había sido genial para todos. Bebieron, cantaron, bailaron y comieron hasta saciarse. La mayoría de los Barbablanca y los Espadas estaban fuera de servicio, habían terminado la noche y estaban tirados en la cubierta del Moby y el Espadillo.

A Ace no le resultaba fácil conciliar el sueño debido a su narcolepsia. Estaba cansado, había bebido y comido todo lo que había querido, pero no podía conciliar el sueño. Así que estaba sentado en la barandilla de Moby Dick, con las piernas colgando y los labios tarareando una canción de piratas. La noche tranquila casi habría jugado con él, si no fuera por la persistente sensación de algo que le picaba en la mente. Había una sensación que le hacía consultar las cartas de vivre de su querida familia. Una sensación que le decía que la oscuridad de esa noche traería tristeza, desesperación y pena.

Ace no diría que su intuición es tan buena como la de Luffy, que prácticamente podía oír el mundo. Ace no diría que puede leer a la gente tan bien como Luffy, pero el tiempo que pasó con su hermano sin ser una gran amenaza le había enseñado cosas que nadie jamás podría.

—No sabía que eras cantante —le habló una voz familiar, haciendo que Ace le diera una suave sonrisa al hombre de cabello copete.

"Yo solía cantarle a Luffy cada vez que tenía una pesadilla", respondió Ace antes de continuar cantando en voz baja. Las pesadillas eran algo común por lo que pasaban los niños, pero las pesadillas, que eran los peores recuerdos, eran algo que afligía a Luffy. Ace y Sabo siempre estaban allí para su hermano pequeño, tratando de consolarlo, dispuestos a hacer cualquier cosa para verlo sonreír antes que escuchar sus sollozos desgarradores que literalmente les destrozaban el corazón.

Thatch y Ace se quedaron allí quién sabe cuánto tiempo, mirando las estrellas y la luna que brillaban intensamente al amparo de la oscuridad. El aire era reconfortante, el silencio no era incómodo y, sin embargo, la sensación que Ace sentía había regresado. Había pensado que tararear calmaría su mente, pero no, su corazón temblaba de frío, algo que no había sentido desde que había comido su fruta.

Ace extendió su Haki por todo el barco cuando sintió que su corazón no quería ser consolado. Lo hizo muchas veces, sintiendo los suaves destellos del Haki de su tripulación, sintiendo la presencia del Pirata de Barbablanca. Al acercarse a su Haki de Observación, sintió a alguien, que por supuesto debería estar durmiendo. Pero no lo estaba. La persona ni siquiera debería estar donde estaba. Su Haki gritaba la misma intención que había sentido cuando Thatch anunció su fruta del diablo en la cocina.

—¿No tienes frío, Thatch? —preguntó Ace, queriendo que la persona que se escondía lo oyera. No sabía a quién buscaba esa persona, pero una cosa estaba clara: ese tipo lo buscaba a él o a Thatch.

—Lo soy —respondió Thatch—. Pero noches como ésta llegan de vez en cuando.

Ace asintió, entendiendo el significado. Thatch era uno de los bromistas más grandes de Moby Dick. Siempre provocaba el caos cuando quería hacer una broma. La calma era buena para la salud de vez en cuando.

Ace bostezó falsamente, aunque ni una sola gota de sueño quería tocarlo.

—Pareces somnoliento, dormilón —se rió Thatch mientras pronunciaba las palabras, haciendo que Ace le diera una sonrisa al comandante, ocultando su intención inicial.

—Supongo que debería retirarme entonces —respondió Ace, saltando de nuevo a la cubierta y evitando mirar las sombras donde otro hombre estaba esperando a quién sabe a quién.

—¡Buenas noches, Ace-y! —Thatch saludó a Ace en tono burlón.

—Sí, buenas noches, Thatch. Ace respondió mientras caminaba con calma hacia su barco. Una fachada tranquila que había aprendido en el Ejército Revolucionario, su familia. Su Haki apuntaba al hombre que quería que lo siguiera. Pero los pasos de Ace se detuvieron cuando sintió que el hombre salía de su escondite y caminaba hacia Thatch.

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