¿Qué se supone que debo decir aquí?... Bien. La primera vez que vi a Juliet... sabía que esa chica sería mía. Parecía un pequeño corderito perdido entre tanta gente, lo cual me causó ternura en ese momento. Había algo en ella que me decía "manda a todos a la mierda y solo ve con ella"—Yo te dije eso, ingrato —el moreno, Slash, lo miró ofendido detrás de las cámaras—. Dame protagonismo.
Era otra noche de sábado, lo mismo de siempre, tocar en bares bajos con el público más ebrio posible. No se quejaba, amaba ese ambiente, chicas a diestra y siniestra que salían con el propósito de pasar una buena noche con el más decente o caliente del lugar. Tampoco le molestaba ser ese alguien.
Desgarraba sus cuerdas vocales en la una de las ultimas canciones de su presentación, disfrutando de las miradas lascivas a su alrededor, hoy sin duda era una buena noche. No cupo ninguna duda cuando vio unos dulces ojos azules entre todo el gentío.
Por solo dos segundos sintió que todo el caos que existía en su vida había desaparecido, ya no importaban los gritos de los ebrios en el bar, no importaba el dolor de espalda que sentí por haber dormido en el piso de la cocina del lugar la noche anterior, menos el ardor en su garganta por el frío que pasó, todo ese ruido había desaparecido por ese instante. Pero como era costumbre, lo bueno en su vida no duraba para siempre, ella había desviado su mirada.
No pudo seguir sus movimientos tanto como hubiera querido, involuntariamente había bajado su mirada al notar como ese lindo vestido amarillo que llevaba parecía bailar entre sus muslos con cada movimiento que cada. Sonrió lujuriosamente y volvió su atención al público cuando ya no pudo verla más.
Su presentación había acabado, se ganaron un par de aplausos y silbidos de unas jóvenes chicas que llevaban siguiéndolos de bar en bar desde hace ya varias semanas. Cada quien se fue por su lado, excepto por los dos amigos, quienes prefirieron quedarse en la barra esa noche.
—Tu voz suena como la mierda —se burló el moreno, dejando sus dedos en el vaso congelado, le ayudaba al dolor de dedos. Ser guitarrista tenía sus consecuencias—. ¿Qué pasó?