El Primer Día en la Escuela Nuevo Horizonte

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Lucas miraba por la ventana del auto, con una mezcla de ansiedad y curiosidad. El paisaje cambiaba rápidamente, dejando atrás el tranquilo vecindario donde había vivido toda su vida. Hoy era su primer día en la Escuela Nuevo Horizonte, una institución que tenía fama de ser la mejor de la ciudad, pero también la más exigente.

Llegaron frente al imponente edificio. Las paredes eran grises y altas, y la puerta principal estaba flanqueada por estatuas de águilas que parecían observar a todos los que se acercaban. Lucas tragó saliva y salió del auto, despidiéndose de su madre con un débil “adiós” antes de unirse al flujo de estudiantes que entraban al colegio.

Desde el primer momento, Lucas sintió la diferencia. Los pasillos eran amplios y estaban llenos de estudiantes que caminaban con paso decidido. Todos parecían saber exactamente a dónde iban, mientras que él se sentía perdido. Los muros estaban decorados con trofeos y fotos de antiguos alumnos que habían destacado en diversas disciplinas, recordándole la presión que lo esperaba.

En su salón de clases, Lucas se sentó en la última fila, observando a sus compañeros. Había un grupo de chicos hablando de las notas del último examen, otros comparaban sus teléfonos y algunos más ignoraban todo a su alrededor, sumidos en sus libros o en sus pensamientos. Todos parecían ocupados, pero nadie se fijó en él.

El primer día fue una mezcla de nervios y desorientación. Los profesores no perdieron tiempo en presentarse; empezaron las clases como si todos ya estuvieran al tanto del ritmo de la escuela. Matemáticas, ciencias, historia… las materias parecían más difíciles de lo que Lucas esperaba. Cada profesor lanzaba preguntas al aire y parecía esperar respuestas inmediatas, como si fuera un reto constante.

Durante el recreo, Lucas deambuló por el patio, sin saber a dónde ir. Se sentía como una pieza fuera de lugar en un rompecabezas perfectamente armado. Nadie se acercó a él, ni siquiera lo notaron. Se dio cuenta de que, en esta escuela, destacar era la norma, y ser nuevo o diferente no tenía espacio.

Al final del día, cuando Lucas regresó a casa, estaba agotado. Sentado en la mesa de la cocina, su madre le preguntó cómo había sido su primer día, pero él solo pudo encogerse de hombros. No quería preocuparla, pero algo en su interior le decía que esta escuela no era lo que él había imaginado.

Esa noche, mientras intentaba dormir, el peso de la escuela Nuevo Horizonte le apretaba el pecho. Sabía que tendría que adaptarse rápido si no quería quedar atrás, pero ¿cómo podía hacerlo en un lugar que parecía no tener espacio para alguien como él? Y así, Lucas se quedó mirando al techo, preguntándose si alguna vez podría sentirse en casa en ese nuevo mundo.





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