EMMA
No sé qué rayos pasa, pero en el sobre que le acaban de dar al señor Greco esta la respuesta.
Mientras el abre el sobre solo respira lento y cierra los ojos por un breve momento. Luego retoma la actitud frio que siempre tiene y mira a mi padre y luego a mí.
⁃ ¿Qué es lo que está pasando? - pregunto con impaciencia ya que el hombre que acaba de entrar no tenía cara de que eran buenas noticias sin dejar atrás que le dijo que tenían problemas.
⁃ No pasa nada. - me mira con tanta intensidad con esos ojos grises que me dejan sin aliento y luego mira hacia el hombre que acaba de entrar y dice. - Dan, encárgate del problema y luego ven a mi oficina. -
⁃ Si, señor Greco. - dice el nombre y luego se va por donde vino.
Yo me quedo con la curiosidad de saber qué es lo que está pasando, cual es el problema del cual tienen que encargarse y que puso al tal san tan nervioso.
Antes de que pueda seguir en mis pensamientos, Greco dice.
- Disculpen las molestias, podemos seguir con la reunión. - mira a mi padre y dice. - en que estábamos señor Mayer?
Luego me mira y se queda más de lo que me gustaría con su mirada fija en mí.
⁃ Estábamos revisando el contrato para poder firmar y empezar a trabajar. - dice mi padre mientras empieza a leer detalladamente el contrato que acabo de leer y que dije que es una locura.
⁃ ¡Oh, claro! Revíselo y dígame que le parece las cláusulas que le agregue. Dice el estúpido al frente mío que no deja de mirarme mientras habla.
Mientras mi padre lee todo lo que el dichoso contrato dice yo me pregunto por qué estoy aquí en vez de estar durmiendo mi reseca, porque papa me llamo tan temprano para que lo acompañara a una junta importante y estoy aquí a punto de sacarle los hermosos ojos al señor greco por no dejar de mirarme y porque me guste tanto.
⁃ Un momento. - dice mi papa levantando la mirada de los papeles. - porque mi hija esta en este contrato. Dice muy serio y yo rio con dentro porque sabía que papa se lo tomaría así.
⁃ Es obvio señor Mayer. - dice el desgraciado mientras lo mira fríamente. - porque necesito un administrador y que mejor opción que su hija que es administradora y ya está en su familia, eso le dará más seguridad a la inversión. - dice este convencido que es lo más obvio. - Recuerde qué son millones de dólares que están en esta alianza. -Agrega mientras nos mira a ambos.
⁃ No le estoy pidiendo nada del otro mundo, solo un administrador confiable y usted tiene uno. - dice con un desinterés fingido pero que solo yo noto al parecer porque mi papa se lo está pensando y yo estoy que me tiro de los pelos con el simple pensamiento de que tenga que trabajar con este hombre.
Empiezo a rezar para que Dios se apiade de su hija pecadora y no lo permita.
⁃ Tienes razón muchacho. - dice mi padre mientras me mira con orgullo. - quien más que mi niña para garantizar el éxito de todo esto. - dice el mirándome con amor y joder como diablos le digo que no cuando lo dice de esa manera.
Joder, creo que voy a morir por falta de oxígeno cuando vuelve a mirar al idiota y este tiene una sonrisa triunfante que me deja peor aún y corrijo, no creo que vaya a morir es que voy a morir y es una certeza.
⁃ Pues perfecto. - dice el idiota mientras sonríe con arrogancia. - que dice señorita Mayer, acepta trabajar en esta alianza? - me pregunta el muy cretino y estoy a punto de decirle que no solo por puro instinto y él se da cuenta porque mira a mi papa con cara de diversión y volteo a verlo y me está mirando con una sonrisa sincera y amable.
Como le digo que no a mi padre, suspiro derrotada y llena de frustración y le muestro mi mejor sonrisa al idiota mientras digo.
⁃ Será un placer hacer crecer esta alianza. - lo miro a los ojos y veo la diversión y el triunfo en sus ojos y quiero patearlo y mandarlo al infierno, pero me contengo y solo sonrío.
⁃ Excelente, pues si no hay más nada que decir. - dice este arreglándose el estúpido traje que ya está arreglado y que le queda tan perfecto que parece su piel. - Vamos a firmar para empezar cuanto antes a trabajar. - dice mientras saca un bolígrafo de su saco y creo que aún hay alcohol en mi sistema porque me pareció lo más sexy del mundo ese movimiento y que me esté mirando como lobo hambriento no ayuda mucho en realidad.
Mira a mi padre para dejar de mirarlo y el está leyendo las ultimas páginas del contrato.
Después de que todo esté en orden y revisado, ambos firman el dichoso contrato y, cuando creo que ya nos vamos, el cretino vuelve a hablar.
—Empezaremos a trabajar mañana mismo, y a primera hora de la mañana firmaremos nuestro contrato, Señorita Mayer —me dice mientras organiza los papeles que acaban de firmar.
¿Qué? ¿Mañana? ¿Por qué tan rápido? Dios, no me dio ni tiempo de digerir que tendré que verlo todos los días al muy idiota.
—Claro —le digo, retándolo con la mirada—. Aquí estaré.
No hablamos más. Nos despedimos y salimos de la empresa para ir a casa a preparar la cena de esta noche.
Mientras vamos en el auto, me siento enojada y llena de ira, porque sé que lo de mi contrato lo hizo a propósito. Él quiere tenerme en su terreno, y me enfurece saber que su plan salió a la perfección. No saber qué trama me inquieta, pero está claro que trama algo, y si cree que se la pondré fácil, está muy equivocado.
¿Él quiere un juego? Pues yo le daré uno. Veamos, señor Greco, quién le hace la vida un infierno a quién.
Mi celular vibra e interrumpe mis pensamientos llenos de ira contra el idiota.
Es Kristen.
Mi nene: Hola nena, ¿cómo estás? ¿Qué tal te fue en la reunión, mi vida?
Yo: Ni lo menciones, tengo nuevo trabajo. ¡Yey! (sarcasmo)
Mi nene: ¿Qué? ¿Pero eso está bien, amor, o no?
Por supuesto, aquí tienes el párrafo ampliado:
Yo: Claro que sí. Solo pensé que iba a tener más tiempo de vacaciones, amor. No hace tanto que terminé la carrera, que me costó tanto, y realmente necesitaba unas vacaciones contigo y Ann para relajarnos y disfrutar un poco. Pero bueno, supongo que tendré que ajustar mis planes —le digo. Es cierto en parte, aunque no le voy a mencionar que, de alguna extraña manera, no me alegra trabajar con un sexy cretino que, por razones inexplicables, me pone los pelos de punta.
Es una mezcla de frustración y excitación la que siento, y no puedo evitar pensar que este nuevo desafío podría ser más interesante de lo que inicialmente creí. Sin embargo, por ahora, prefiero reprimir estos sentimientos absurdos.
Seguimos hablando unos minutos más, poniendonos al tanto de nuestras respectivas jornadas. Finalmente, nos despedimos, él para continuar con su trabajo y yo para prepararme para la cena de esta noche. Me dirijo a casa con una mezcla de inquietud y anticipación, intentando mantener mi mente enfocada en disfrutar la velada mientras mi nuevo trabajo sigue rondando en mis pensamientos.
Estoy terminando los últimos toques de mi maquillaje, dejándome envolver por la música que suena en la habitación, cuando de repente, a través del espejo, veo a Ann cruzar la puerta y entrar con la confianza que la caracteriza. Luce un vestido negro que le cae con gracia hasta las rodillas, abrazando su figura de manera perfecta. Sus tacones negros resonando sobre el suelo y su bolso a juego completan su impecable apariencia. Su rostro, con su característico maquillaje de diva, resplandece con una sonrisa coqueta mientras se acerca silbando, irradiando una seguridad en sí misma que casi puedo sentir en el aire.
—Estás de infarto, nena —me dice, recorriéndome con la mirada de pies a cabeza, apreciando cada detalle de mi atuendo.
—Tú estás bellísima, toda una diva —respondo, devolviéndole el cumplido mientras aplico el último toque de labial.
Me observo en el espejo, satisfecha y un poco maravillada por el resultado. Llevo un vestido lila que fluye hasta mis tobillos, con transparencias atrevidas en la espalda y en el lado izquierdo de la pierna, revelando solo lo suficiente para mantener el misterio. Los tacones blancos alargan mis piernas, y el maquillaje que elegí, aunque sencillo, resalta mis ojos con un delineado que parece capturar todas las emociones que intento mantener bajo control. Sonrío, porque hoy, más que nunca, me siento poderosa.
—Lista para la pasarela —le digo a Ann, girándome hacia ella con una sonrisa que no puedo evitar, una sonrisa que refleja la confianza que siento esta noche.
—Siempre —responde ella, con un guiño cómplice, y juntas comenzamos a caminar hacia el jardín, donde la cena nos espera. El sonido de nuestros tacones en el piso es casi un presagio, una señal de lo que está por venir.
Mientras bajamos las escaleras, lo hacemos como si estuviéramos desfilando en una pasarela, algo que es ya casi una tradición entre nosotras. Las risas y el coqueteo fluyen de manera natural, como si fuera un juego que solo nosotras comprendemos. Pero a medida que nos acercamos al final de las escaleras, mi mirada se detiene en mi padre y en Jean, que están conversando a unos metros de distancia. De repente, su conversación se detiene al escuchar el eco de nuestros pasos.
Ambos giran sus cabezas al unísono, sus ojos posándose en nosotras como si fuéramos las estrellas de la noche. Puedo ver la admiración en sus rostros, y algo dentro de mí se hincha de orgullo. Pero entonces, siento una tensión en el aire, una presencia que me hace casi detenerme.
—Pero ¿qué es esto que estoy viendo? Dos superestrellas acaban de entrar a mi casa —dice mi padre, sus palabras llenas de un orgullo que solo un padre puede tener, y nosotras respondemos con una sonrisa que lo dice todo.
—Dos ángeles caídos del cielo es lo que veo yo —añade mi hermano mayor, inclinándose en una reverencia exagerada hacia nosotras. Mis labios esbozan una sonrisa mientras sigo avanzando, la sensación de control absoluto sobre la situación es embriagante.
Pero entonces, esa voz. La voz que me ha perseguido en pensamientos el dia completo, la voz que me ha robado la paz enlos ultimos dias.
—Hermosas —dice, con esa seguridad que me desarma, y en ese momento siento que mis rodillas flaquean, casi pierdo el equilibrio. Si no fuera por la mano firme de Ann, que rápidamente me sostiene, ya estaría en el suelo.
Levanto la mirada, y allí está él, recostado contra el marco de la puerta que da al jardín, observándome con esos ojos que parecen ver más allá de mi fachada. Lleva un traje negro perfectamente ajustado, el cabello peinado con una precisión que casi resulta insultante. Su presencia llena la habitación, y siento como si todo el aire se hubiera concentrado solo en el espacio que él ocupa. Una sonrisa maliciosa se dibuja en sus labios, esa sonrisa que no puedo evitar imaginar en mis pesadillas y en mis fantasías más ocultas.
Mi boca se seca, y mi corazón late con fuerza en mi pecho, desatando una tormenta de emociones que apenas logro contener. Pero no puedo, no debo, dejar que él vea cómo me afecta. Así que me enderezo, respirando hondo, y lo miro directamente a los ojos, desafiándolo con la única arma que me queda: mi indiferencia fingida.
Pero sé, en lo más profundo, que este juego apenas ha comenzado.
Llegamos hasta ellos, retomando la sonrisa que traíamos, aunque por dentro siento la necesidad de buscar refugio entre mi padre y mi hermano. Me coloco en medio de ambos, imaginando por un instante que ellos podrían protegerme del lobo feroz que aún no me quita los ojos de encima.
—Buenas noches, señor Greco. No sabía que nos visitaría esta noche —le digo con una amabilidad fingida, que sé que él percibe al instante, porque sus ojos brillan con una burla sutil. Sin perder el tiempo, camina hacia nosotros con una seguridad abrumadora y responde:
—No podía declinar una invitación a cenar de mi socio y amigo.
Cada palabra está cargada de una familiaridad que me incomoda, y cuando se acerca lo suficiente, siento su presencia envolviéndome, robándome el aire. Saluda a Ann y a mí con una cortesía impecable, pero cuando me toma de la mano, me invade su maldito perfume, dejándome aturdida. Ese aroma a madera, azúcar y bosque... una combinación rara, pero sorprendentemente exquisita, me atrapa. Se queda con mi mano entre las suyas más tiempo del que debería, provocando que mi corazón lata descontrolado. Finalmente, aparto la mano con discreción, pero no sin antes notar la sonrisa arrogante en su rostro, disfrutando de mi evidente nerviosismo.
Nos dirigimos al jardín cuando escuchamos a mamá anunciarnos que la mesa está lista y que podemos pasar a sentarnos mientras tomamos una copa de vino antes de que sirvan la cena.
Al llegar a la mesa, respiro aliviada al sentarme junto a mi mejor amiga, como siempre lo hago. Sin embargo, mi alivio dura poco, porque, como mi buena suerte parece haberse ido de vacaciones desde que conocí a este cretino, él se sienta justo al lado mío. Mientras toma asiento, su mano roza mi brazo, y el contacto me provoca un escalofrío que recorre todo mi cuerpo, erizándome la piel al instante. Él lo nota, porque se queda mirando mi brazo desnudo por un minuto, aunque para mí parece una eternidad.
Cuando finalmente aparta la mirada y se centra en la conversación que mis hermanos tienen con mi padre, aprovecho para voltear hacia Ann. La muy maldita está conteniendo una sonrisa, disfrutando visiblemente de mi sufrimiento. Suspiro, resignada, porque sé que esta será la noche más larga de mi vida.
Tomo mi copa de vino y le doy un largo trago, tratando de calmar los nervios que me están consumiendo. Finjo escuchar a mamá, que me está contando algo que apenas registro, mientras, de reojo, no puedo evitar mirar al idiota que está sentado al lado mío. Mi mente está en caos, y aunque intento mantener la compostura, sé que el mínimo contacto con él podría hacerme perder el control.
La noche apenas comienza, pero siento que el aire a mi alrededor se vuelve más denso con cada segundo que pasa. No sé cómo podré sobrevivirla sin dejar que él se dé cuenta de cuánto me afecta su cercanía, y mientras observo cómo él disfruta de la charla animada con mi familia, no puedo evitar pensar en la extraña mezcla de atracción y aversión que me provoca. Esta noche será una batalla interna, y temo que no saldré ilesa.
KERES
Sentado en la mesa junto a ella, no puedo evitar la sonrisa que se dibuja en mis labios. Su nerviosismo es palpable, y aunque intenta disimularlo, cada pequeño gesto la delata. Cuando rozé su brazo al sentarme, vi cómo se erizaba su piel. Me quedé observando por un momento más de lo necesario, disfrutando de la pequeña victoria que ese contacto involuntario me había otorgado. Ella pensó que apartando la mano podría controlarse, pero sus ojos, esos ojos verdes que tanto me intrigan, la traicionaron.
Mientras la conversación fluye a mi alrededor, con su padre y sus hermanos discutiendo temas banales, mi mente está en otro lugar. La sensación de tenerla cerca, tan cerca que puedo casi sentir su respiración acelerada, su perfume que me inuda los sentidos, es algo que no puedo ignorar. No puedo evitar compararla con una presa acorralada, consciente del peligro pero sin la capacidad de escapar. Me gusta verla así, temblorosa, vulnerable... pero también llena de esa chispa de desafío que la hace aún más fascinante.
No es la primera vez que la veo luchar contra sí misma. Desde que la conocí, he notado ese fuego en ella. Es fuerte, o al menos quiere aparentar serlo, pero hay algo en su mirada que me dice que está al borde de romperse. Y aunque podría ser más amable, más considerado, algo dentro de mí me empuja a llevarla al límite. Me atrae su resistencia, su tenacidad, pero también el hecho de que, tarde o temprano, cederá.
—Entonces, ¿cómo ha estado el negocio últimamente? —pregunta su padre, girándose hacia mí, sacándome de mis pensamientos. Sonrío, porque este es mi terreno.
—Ha ido bastante bien. De hecho, estoy planeando expandir algunas operaciones en el extranjero. Siempre hay espacio para crecer cuando uno tiene la estrategia adecuada —respondo, mi tono calmado y seguro, como siempre.
Pero mientras hablo, no puedo evitar echar un vistazo a ella. Está fingiendo escuchar a su madre, pero sé que está al tanto de cada palabra que digo. No puedo evitar preguntarme qué estará pasando por su mente en este momento. ¿Me odia? ¿Me teme? O tal vez, solo tal vez, hay una parte de ella que está tan atrapada en este juego como yo.
El vino en mi copa es de excelente calidad, pero el verdadero placer de esta noche es observarla mientras intenta, y falla, mantener la compostura. Me inclino un poco hacia ella, lo suficiente para que sienta mi presencia, para que el suave roce de mi chaqueta contra su brazo la desconcierte aún más.
—Espero que estés disfrutando de la cena —le digo en un susurro que solo ella puede oír. Sé que mi tono es intencionalmente ronco, dejando en el aire la verdadera intención detrás de mis palabras.
Ella me mira, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y algo que podría ser miedo o odio. Esa es la reacción que busco, una que me confirme que estoy bajo su piel, que estoy en su mente tanto como ella está en la mía.
Pero lo que realmente me fascina es que, a pesar de todo, no ha huido. Está aquí, junto a mí, luchando una batalla silenciosa, una que ambos sabemos que no puede ganar. Y, sin embargo, hay algo en ella que me hace querer empujarla aún más, descubrir hasta dónde puede llegar antes de romperse... o antes de que me rompa a mí.
La cena continúa, pero mi atención está dividida. Mi mente viaja a la mañana siguiente, cuando la veré nuevamente. Ya no será solo la hermanita de mi amigo o la niña de papà, será mi asistente, y me aseguré de que fuera así. Veremos quién cede primero en este juego de voluntades.
Cuando la noche finalmente llega a su fin, y todos nos despedimos, me acerco a ella una última vez, disfrutando del pequeño temblor que recorre su cuerpo al verme acercarme.Aunque ella lo sabe oculta y me ignora.
—Nos vemos mañana, Feyyeretsilla. Que tengas una buena noche —le digo, con una sonrisa que sé que la hará replantearse todo lo que ha pasado esta noche.
Mientras me alejo, puedo sentir su mirada clavada en mi espalda. Es la mirada de alguien que no sabe si está luchando contra un enemigo o contra sí misma. Y eso, más que cualquier otra cosa, es lo que me asegura que este juego aún está lejos de terminar.