EMMA
Mi alarma suena mientras termino de vestirme. Apenas he dormido; cada vez que cierro los ojos, los pensamientos vuelven a invadirme, arrastrándome de regreso a esa maldita oficina, repitiendo ese beso con Keres. No puedo dejar de sentirme asqueada conmigo misma. Estoy agotada, y lo último que quiero hoy es enfrentar la oficina, pero no me queda otra opción.
Ayer, cuando llegué a casa, me metí en la ducha y me derrumbé. Me quedé dormida llorando, con el teléfono aún en la mano, hablando con Ann. Su consejo fue claro: "Tíratelo y sigue adelante." La amo, pero esa idea no es una opción. No solo porque tengo a Kris, sino porque Keres no es mi tipo, para nada. Aunque hay algo en él que me afecta, no sé si es el desafío o el peligro que representa. Pero no puedo volver a caer.
Así que, aunque no haya dormido mis ocho horas, hoy tengo claro lo que debo hacer: ir a la oficina, trabajar, evitar a Keres tanto como pueda, y, sobre todo, no volver a mencionar ni pensar en lo que ocurrió. Fue un error monumental, y lo más importante es no dejar que se repita.
Esa es la decisión que me acompaña mientras me doy un último vistazo en el espejo. Recojo mi abrigo negro, la cartera y salgo de mi habitación. Mientras bajo las escaleras, me encuentro con mi papá, que también va camino a la cocina. Al verme, se detiene y me sonríe.
—Buenos días, pequeña. Anoche no te vi en la cena —dice acercándose para abrazarme—. ¿Estás bien, amor? —pregunta con esa mirada preocupada y llena de ternura que me ha acompañado toda mi vida. Solo su amor es suficiente para darme fuerzas y reafirmar mi convicción de mantenerme alejada de Keres.
—Buenos días, papá. Estoy bien, no te preocupes. Ayer llegué muy cansada y me quedé dormida en cuanto me acosté, por eso no bajé a cenar —le respondo, devolviendo el abrazo—. ¿Y tú, cómo estás? ¿Vas por café?
—Estoy bien, pequeña. Aunque tal vez debería llamar a Keres para que no te explote tanto —bromea mientras toma asiento en la mesa del desayuno—. Y, por supuesto, estaría encantado de que mi hermosa hija compartiera un café con este viejo.
—Papá, no eres viejo —le digo sonriendo mientras espero a que el café esté listo—. ¿Y el trabajo? ¿Cómo va todo?
—De maravilla, amor. La asociación con Keres ha sido mejor de lo que esperábamos. Este será el mejor año de la empresa, tenemos muchos nuevos clientes y contratos internacionales. —Responde con entusiasmo, sin apartar la vista del periódico.
Siento que el corazón me da un vuelco. La realidad de lo que está en juego me golpea de lleno. No puedo fallarle a mi familia. Nuestra empresa, nuestro patrimonio, está más ligado a Keres de lo que quisiera. ¿Cómo he dejado que las cosas lleguen a este punto? Respiro profundamente, intentando mantener la calma.
—Me alegra mucho escuchar eso, papá —respondo, tratando de que mi voz suene convincente.
La cafetera pita, indicando que el café está listo. Sirvo dos tazas y coloco una frente a él. Mi papá me agradece con una sonrisa mientras sigue leyendo su periódico. Me siento a su lado, aunque ya no tengo ganas de tomar nada. Me esfuerzo en beber a pequeños sorbos para que no note mi nerviosismo.
—Tengo que irme, papá —digo finalmente, dejando la taza a medio terminar—. Hoy tengo mucho que organizar en la oficina.
Le doy un beso en la mejilla y lo abrazo antes de levantarme. Él me devuelve el gesto, como siempre, lleno de calidez.
—Está bien, amor. Que tengas un excelente día. Cuídate —dice, sonriendo.
Le devuelvo la sonrisa, pero el nudo en mi estómago se aprieta un poco más. Salgo de casa con paso firme, pero por dentro me siento como si estuviera caminando hacia el campo de batalla. Hoy será un día largo.
Subo al auto y lo enciendo, pero antes de arrancar, respiro profundamente. No puedo dejar que Keres me siga afectando. Esto tiene que parar aquí y ahora. Debo mantenerme profesional, enfocada. Puedo hacerlo.
El trayecto a la oficina parece eterno. Cada semáforo, cada curva me da más tiempo para pensar en todo lo que sucedió, en todo lo que podría suceder si no pongo un límite. ¿Qué pasa si vuelvo a cruzarme con Keres? ¿Si vuelve a intentar algo? Solo pensarlo me provoca escalofríos. No sé cómo voy a manejarlo, pero tengo que ser más fuerte que esto.
Cuando llego al edificio, el aire se siente pesado. Me esfuerzo por mantener la cabeza en alto mientras me dirijo a la puerta de entrada. Saludo rápidamente a la recepcionista y me dirijo directamente a mi oficina. Necesito ocuparme con trabajo, sumergirme en los documentos y cerrar cualquier espacio para que los pensamientos sobre Keres se filtren.
La mañana transcurre en relativa calma. Reviso contratos, respondo correos, intento concentrarme en lo que debo hacer. Pero no importa cuánto lo intente, sigo sintiendo su presencia como una sombra. Incluso cuando no está en la habitación, parece que él me rodea. Miro el reloj, esperando que el día avance más rápido.
A la hora del almuerzo, decido quedarme en mi oficina. No quiero arriesgarme a encontrarme con él en la cafetería o en algún otro lugar. Pero justo cuando me levanto para estirarme un poco, escucho unos pasos firmes y seguros fuera de mi puerta. Mi corazón se acelera. La puerta se abre sin que yo diga nada, y ahí está él, apoyado en el marco de la puerta, con una mirada que me desarma por completo.
—Emma, tenemos que hablar —dice Keres, con su tono grave y serio.
Mi respiración se detiene por un segundo. Justo lo que temía.
Mi corazón se acelera al verlo de pie en el umbral de la puerta, apoyado con una confianza que parece inquebrantable. Keres me mira, y aunque su expresión es seria, sus ojos tienen esa intensidad que me vuelve vulnerable, que me arrastra sin permiso a su terreno. Respiro profundamente, obligándome a mantener la calma. No puedo mostrarle ni un ápice de debilidad, no después de lo que pasó.
—No tenemos nada de qué hablar, Señor Greco. A menos que sea de trabajo —respondo con la voz más firme que puedo reunir, aunque mis piernas tiemblan debajo del escritorio. Mantuve la vista fija en los papeles frente a mí, resistiéndome a caer en ese abismo que sus ojos grises me ofrecen.
—Emma, sabes que eso no es cierto. —Su tono no es agresivo, pero tampoco acepta evasivas. Entra a la oficina sin esperar mi permiso y cierra la puerta detrás de él, provocando que el aire en la sala se sienta aún más denso. Lo veo moverse con la seguridad de alguien acostumbrado a controlar cualquier situación. Mi estómago se revuelve, pero no me moveré de donde estoy. No puedo mostrarle que esto me afecta.
—Lo que pasó fue un error —digo finalmente, levantando la vista para encontrarme con su mirada—. No volverá a suceder como ayer le dije. Fue una estupidez y no debería haber pasado nunca. Así que, si viniste a disculparte o a hablar de lo mismo, ya está dicho. Podemos dejarlo en el pasado y enfocarnos en lo que importa.
Espero que mis palabras lo detengan, que el mensaje sea claro, pero Keres no parece impresionado. Se acerca lentamente al escritorio y se sienta en la silla frente a mí, la cual parece de juguete bajo de el, cruzando los brazos. Su postura es relajada, como si todo esto fuera solo un juego para él.
—¿Un error, dices? —pregunta, inclinándose ligeramente hacia adelante—. ¿De verdad crees que lo que ocurrió ayer fue solo una estupidez, algo sin importancia?
Siento el calor subir a mis mejillas. ¡Por supuesto que fue un error! Quiero gritarle que todo en él está mal, que él es el problema. Pero, como siempre, su presencia tiene ese efecto en mí, confundiéndome, enredando mis pensamientos y mis emociones.
—Sí —digo, aunque mi voz suena más débil de lo que esperaba—. Un error. No sé por qué me dejé llevar, pero no significó nada.
—No significó nada... —repite, como si probara esas palabras, y luego deja escapar una risa baja—. ¿De verdad quieres convencerte de eso, Emma? Porque yo sé que lo sentiste tanto como yo. Ese peligro... no puedes fingir que no existió, porque puede oler tu humedad al igual que ahora.
Quiero levantarme, salir corriendo de aquí. Pero mi cuerpo está atrapado entre la lucha de mi mente y el peso de sus palabras. ¿Peligro? No puedo negar que hubo algo, algo físico que despertó en mí de manera abrumadora, pero también sé que fue algo destructivo, algo que puede arruinar todo lo que tengo con Kris y mi vida profesional.
—Keres, por favor, basta —digo, dejando salir la frustración que llevo acumulada—. Estoy con Kris, lo amo. No quiero complicar las cosas, y no quiero seguir hablando de esto. Lo que pasó fue un error, y lo mejor es que sigamos adelante, como si nunca hubiera pasado.
Sus ojos, esos ojos grises que reflejan una tormenta, me observan con una intensidad que me pone nerviosa. Keres guarda silencio por unos segundos, y temo lo que dirá a continuación. Pero para mi sorpresa, su expresión cambia, suavizándose ligeramente.
—Kristen... —murmura, casi como si estuviera probando el nombre en su boca—. Sabes que no te da lo que necesitas, lo que deseas, Emma.
Su afirmación me desarma. ¿Cómo se atreve? No tiene ni idea de lo que siento por Kris, de nuestra relación. Quiero gritarle, decirle que está equivocado, que mi vida con Kris es perfecta, pero las palabras se atascan en mi garganta. En el fondo, una pequeña parte de mí se cuestiona. ¿Es eso verdad? ¿Realmente soy feliz? Keres parece leer el conflicto en mi rostro y se aprovecha.
—Mírame —dice, inclinándose aún más hacia adelante, su voz baja y llena de una seguridad inquietante—. Sé que esto te deja sin el papel de angel que creaste. Lo que hay entre nosotros te hace dudar, pero no puedes negar lo que sientes cuando estamos juntos. Yo tampoco quería esto, pero ya está aquí, Emma. No podemos simplemente ignorarlo.
Mi respiración se vuelve errática, mi mente un caos de emociones contradictorias. Keres se levanta, caminando lentamente alrededor del escritorio hasta quedar a mi lado. Me mira desde arriba, y yo me siento pequeña, atrapada bajo el peso de su mirada. Pero no puedo rendirme.
—No quiero esto, Keres —digo en un susurro, mientras mis manos se aferran al borde del escritorio—. No quiero complicar mi vida. Kris es todo lo que necesito.
Él se agacha, tan cerca que siento su aliento en mi oído, y sus palabras me estremecen.
—¿De verdad te hace sentir satisfecha, Emma? ¿O solo es lo que crees que necesitas para estar segura?
Esas palabras perforan algo en mí, una inseguridad que no sabía que tenía. Intento apartarme, levantarme, pero él coloca una mano sobre la mía, deteniéndome.
—Deja de luchar contra mi. Sabes que lo que sientes por él no es ni la mitad de lo que sientes cuando estás conmigo. No me digas que no te estremeces cuando te toco, que no sentiste ese fuego en cada beso que te doy. Seguro que si te toco confirmare que estas empapada, Emma.
Cierro los ojos, intentando bloquear la oleada de placer que me provoca su cercanía y sus sucias palabras. Mi cuerpo traidor reacciona, pero mi mente sigue gritando que no. No puedo dejar que esto me consuma. No puedo permitirme caer en esta trampa.
—Keres, esto tiene que parar. —Finalmente logro decir, con más convicción—. Yo... no quiero nada contigo. Mi vida está con Kris, y no importa lo que tú digas, no cambiaré eso.
Sus ojos oscuros me escanean, como si buscara alguna grieta en mi determinación. Pero algo en mi respuesta parece detenerlo. Se endereza, retrocediendo lentamente. El ambiente sigue siendo tenso, pero noto que la intensidad en su mirada disminuye.
—Está bien, Señorita Mayer—dice, su voz más suave—. No insistiré más... por ahora.
Esa última frase flota en el aire como una amenaza silenciosa, pero él se da la vuelta, dirigiéndose hacia la puerta. Justo antes de salir, me mira una última vez.
—Pero recuerda esto: no siempre puedes esconderte de mi, Feyyeretsilla. Sei mio e di nessun altro.
Y con esas palabras que no entendi, cierra la puerta tras de sí, dejándome sola, con el corazón latiéndome en los oídos y la cabeza llena de dudas.
Me dejo caer en la silla, sintiéndome como si acabara de sobrevivir a una tormenta, pero sabiendo que la verdadera lucha aún no ha terminado.
Cierro los ojos, recostándome en la silla y respirando profundamente, intentando calmar el ritmo frenético de mi corazón. ¿Qué demonios me pasa? Yo no soy esta persona, no soy la que se deja arrastrar por alguien como Keres, un hombre que parece encender cada parte de mi ser solo con mirarme, pero que también me recuerda lo que podría perder. Kris. Mi mente vuelve a él. Su sonrisa sincera, su amor constante, lo seguro y predecible que es estar a su lado. Kris me da paz, me da estabilidad, y es con él con quien debería estar pensando en construir mi futuro.
Pero, ¿por qué Keres tiene este poder sobre mí? ¿Por qué me consume este fuego interno cada vez que está cerca? Me odio por no poder controlarlo, por no ser más fuerte. Estoy tan agotada de luchar con estos pensamientos. De pronto, siento como si todo lo que he construido estuviera a punto de derrumbarse, y yo no tuviera forma de detenerlo.
Su última frase me golpea como una bofetada: "No siempre puedes esconderte de mi." Me niego a aceptar que tiene razón. Esto no es real. Lo que pasó fue solo una debilidad momentánea.
Me levanto de golpe, incapaz de quedarme quieta un segundo más. Necesito salir de aquí, de este espacio que todavía huele a su colonia, que guarda la tensión eléctrica de su presencia. Busco mi abrigo y mi cartera y salgo rápidamente de la oficina, rogando no cruzarme con él de nuevo. Paso junto a la secretaria, quien me mira con curiosidad, pero la ignoro. Mi única misión es escapar de este lugar antes de que mi mente se desmorone por completo.
Camino hasta el estacionamiento con pasos apresurados. El aire frío me golpea el rostro, pero no ayuda a despejar la neblina de confusión en mi cabeza. Subo al auto y me quedo unos segundos quieta, con las manos temblando sobre el volante. Mis pensamientos vuelven a Kris. Lo necesito. Necesito recordarme a mí misma por qué estoy con él, por qué lo amo. Tal vez si lo veo, si estoy cerca de él, todo esto desaparezca. Keres no podrá seguir interfiriendo en mi mente.
Tomo el teléfono y, antes de que pueda pensarlo demasiado, marco el número de Kris. Contesta al segundo timbre, su voz dulce y familiar me envuelve con calidez.
—Hola, amor —saluda, con esa naturalidad que siempre me hace sentir segura.
Cierro los ojos, apoyando la frente en el volante. Esa voz es lo único que necesito en este momento.
—Hola, cariño —respondo, intentando sonar normal—. ¿Estás libre hoy? Pensé que podríamos almorzar juntos, si te parece bien.
—Claro, suena perfecto. Estaba a punto de salir a comer algo. ¿Dónde te parece?
Sonrío, aunque no puedo evitar que mi estómago se retuerza de culpa. Kris no tiene idea de lo que estoy pasando, de los pensamientos que me atormentan, y eso me hace sentir aún peor. Pero necesito verlo, estar cerca de él para recordarme a mí misma por qué esto con Keres es una completa locura.
—Nos vemos en el café de siempre en unos 20 minutos, ¿te parece? —le digo, esperando que el aire fresco y su compañía puedan despejar mi mente.
—Perfecto, allá estaré. Nos vemos pronto, amor —dice Kris, y puedo escuchar la sonrisa en su voz.
Cuelgo el teléfono, pero el alivio no llega como esperaba. En cambio, me siento más dividida que nunca. ¿Cómo puedo seguir adelante fingiendo que todo está bien cuando una parte de mí sigue encendida por ese maldito beso? No puedo confesarle nada a Kris, sería devastador. Solo puedo fingir que esto no pasó, como si con suficiente tiempo Keres y ese deseo prohibido se desvanecieran en el fondo de mi mente.
Conduzco hacia el café con las manos todavía temblorosas, aferradas al volante como si de ello dependiera mi vida. Cuando llego, veo a Kris ya sentado en nuestra mesa favorita, con una sonrisa que me desarma de inmediato. Me bajo del auto y camino hacia él con el corazón en la garganta, sintiendo el peso de mi culpa crecer a cada paso.
—Emma, ¡qué gusto verte! —me dice, levantándose para darme un abrazo cálido, como si el mundo estuviera bien, como si no hubiera caos en mi interior.
Me aferro a él, a su olor familiar, a su presencia constante. Esto es lo que necesito. Kris es mi refugio, mi ancla. Mientras estoy en sus brazos, quiero convencerme de que todo lo demás es solo una pesadilla pasajera.
—Yo también te extrañé —le digo, apartándome solo lo justo para besarle suavemente.
Nos sentamos y él empieza a contarme sobre su mañana, su trabajo, sus planes para el fin de semana. Yo sonrío, asiento y trato de seguir la conversación, pero por dentro sigo luchando. Cada vez que sonríe, una parte de mí se derrite de culpa. Kris no se merece esto, no se merece que yo esté aquí con él, cuando mi mente está dividida entre él y alguien más.
El almuerzo transcurre con tranquilidad, pero me siento como si estuviera actuando, como si todo lo que sale de mi boca fuera parte de un guion que ya no puedo seguir. Kris es perfecto. Es bueno, generoso, atento. Él es todo lo que siempre quise, pero entonces ¿por qué no puedo dejar de pensar en Keres? ¿Por qué me siento tan rota?
Al terminar el almuerzo, Kris se despide con un beso rápido. Me dice que tiene que volver a la oficina, pero que me llamará más tarde. Lo veo alejarse y siento un vacío creciendo dentro de mí. No fue suficiente. Estar con Kris no borró lo que pasó. Peor aún, me siento más atrapada entre dos mundos.
Camino hacia mi auto con el corazón pesado y los pensamientos enredados. No importa cuántas veces me repita que Keres no significa nada, algo dentro de mí está cambiando, y tengo miedo de lo que eso signifique.