CAPITULO 6

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ARMANDO

Llevaba dos días sin saber absolutamente nada de Beatriz. El primer día no me había alarmado y hasta lo había aprovechado para terminar con el papeleo que me exigían para poder sacar a Meli de Colombia.

En la madrugada había llevado a mi hija al aeropuerto, en donde Patricia me esperaba con una cara llena de consternación. No le había explicado demasiado, pero yo sabía que estaba tan preocupada como nuestra madre. Nadie les podía asegurar que estaba a salvo y ellas lo sabían, ya lo habían vivido con mi hermano y su esposa...

—Cuidala mucho, les prometo que iré a verlas muy pronto...—Fue lo único que dije mientras la colocaba en sus brazos. Después solo pude ver como se la llevaba hacía la puerta de abordaje.

Todo el camino de vuelta al departamento consistió en mí pensando si había hecho bien o si hubiera sido mejor irme con ellas y renunciar a esto. No podía sentirme tranquilo con mi decisión hasta que puse un pie en la estancia del departamento y vi todo lleno de juguetes regados y la cuna vacía, fue entonces que entendí y recordé porqué hacía todo esto.

Me sentí más seguro, pero transcurrió todo el día y ella nunca me llamó ni dió señales de nada. Sabía que nuestro último encuentro había sido un desastre, ella no había conseguido información alguna y casi nos había agarrado la policía, de pronto ella comenzaba a dudar si mi ayuda era necesaria...sinceramente esperaba que no.

Mi celular comenzó a vibrar y lo saque con prisa de mi bolsa del pantalón, era de mañana y yo no esperaba que me hablaran a esta hora pero cuando vi el número suspiré de alivio.

—¿Aló? Betty, que gusto saber de usted de nuevo.

—Lo mismo digo, comisario...—Murmuró con un tono neutro, nada de esa voz coqueta que había comenzado a usar conmigo, eso me hizo sentir extraño— Pero no es momento de ponernos cursis... Paso por usted en 10 minutos.

Ni siquiera me dejó contestar cuando ya había colgado, solo me dejó con un sentimiento extraño en el pecho...

Dos días atrás

BETTY

Cerré la puerta despacio, con toda la intención de ser lo más discreta posible y que nadie en esta maldita casa me escuchara. Venía de aquella pelea tan desastrosa y de esos encuentros tan tensos y candentes con Armando. Me sentía en una especie de sueño extraño donde mis deseos más profundos me hacían sentir desorientada.

Solté una risa baja al recordar la cara de Armando cuando arrancamos el auto para escapar de los policías. No le había gustado en nada que arrancaramos de sus colegas, pero a mi sinceramente se me había hecho la ironía más graciosa de la vida.

—Parece que te dieron una buena noche... Supongo que eso se lo debemos agradecer a Michel. Creo que al fin le hiciste caso, toda la semana estuvo viniendo a preguntar por ti— Esa voz hacía que quisiera arrancarme las orejas. La odiaba con toda mi alma, no podía recordar algo más irritante que ella, no podía comprender porque era mi hermana si yo la detestaba tanto.

Sonreía con un cinismo inigualable, como si jamás hubiese roto un plato cuando en realidad era una rata de la peor alcantarilla.

—Mis noches, mis días y mis putas horas no son de tu maldita incumbencia. Puedo llegar en el momento que se me dé la regalada gana y no por eso debes suponer idioteces —Soltó una carcajada burlona y comencé a caminar hacía las escaleras con la intención de huir a mi habitación, pero ella se puso enfrente con una mirada retadora que solo me incitaba a partirle la cara.

Estaba a nada de levantar mis puños cuando escuché el aclarado de garganta de mi padre. Nos observaba desde la puerta abierta de su estudio con los brazos cruzados y la mirada llena de severidad.

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