CAPÍTULO 4

214 23 22
                                    


BETTY

Podía escuchar los pasos corriendo detrás de mí con la misma claridad con la que había escuchado su carro detrás del mío. El frío y la lluvia no se habían detenido y tampoco habían disminuido desde que había recibido la desastrosa llamada que había terminado con la poca paz que guardaba en mi interior.

Sentía el pavimento mojado en mis pies semi descalzos por las delgadas pantuflas que llevaba, el agua de los charcos salpicando contra mis piernas debido al corto camisón que usaba para dormir y que ni siquiera me había molestado en cambiar. Podía estar consciente de todo lo que me rodeaba, pero al mismo tiempo nada tenía la suficiente importancia como para detener mi ritmo acelerado y lleno de pánico.

Entré a la sala de urgencias, el hospital privado nos había contactado hacía una media hora informándonos de la estadía de Nicolás. No habían sido demasiado explícitos, así que el adjetivo "grave" estaba haciendo estragos en mi cerebro.

—¡Nicolás Pinzón! ¡¿En dónde está?!— Grité con la voz tan aguda que apenas pude reconocerla como mía. Estaba recargada sobre el mostrador debido a la rapidez con la que iba y lo resbaloso del piso, todo mi cuerpo temblaba sin control.

—Permítame un segundo...— Dijo la mujer que no dejaba de mirarme como si estuviera loca. Miró en su computador y asintió levemente sin mostrar expresión alguna— El señor Pinzón ha sido ingresado hace más de dos horas pero el sistema me dice que sus informes clínicos se los debe dar directamente su médico. Lo llamaré y en un minuto estará con ustedes, si gustan pueden esperar en la sala de allá—La mujer señaló una cabina con puertas de cristal y yo la miré con furia. No quería esperar un minuto, tenía que ver a mi hermano ahora.

—¡Llame a ese bendito médico ahora mismo! ¡No tengo un minuto!

—Beatriz cálmate de una buena vez— Reclamó mi padre mientras intentaba tomar mi brazo y me zafé con brusquedad.

—¡No me toque! ¡Todo esto es su culpa! ¡Sus ridículas pruebas son las causantes! ¡¿O no es así?! ¡Usted está enfermo y muy loco como para atacar a su propio hijo!— Mi padre me sostuvo con fuerza y comenzó a arrastrarme hasta la sala que nos habían indicado, lo estaba ayudando su escolta así que mi resistencia no duró demasiado cuando sentía sus dedos clavados en mi piel.


—¡No le permito esa falta de respeto tan grande, Beatriz! ¡Estamos en un hospital, respete eso carajo!

—¡De qué respeto habla señor! ¡Usted es un perro maldito y su moza esa ni siquiera tendría por qué estar aquí! ¡Maldita descarada, zorra, sinvergüenza!— Jenny me miró con la boca abierta y los ojos llenos de indignación, pero ni siquiera pudo defenderse cuando mi padre me silenció con una fuerte bofetada que me dejó aturdida.

—¿Familiares del señor Nicolás Pinzón?— preguntó la calmada voz de un hombre.

Todos miramos en su dirección y yo tuve que contener las ganas de soltarme a gritar maldiciones de nuevo.

—Así es, soy su padre, ¿él cómo se encuentra? No dijeron nada en la llamada telefónica, tampoco en recepción— Lo miré con todo el coraje que sentía y me coloqué junto a él, empujando a Jenny con rudeza.

—Claro, por protocolo no podían decir nada hasta que los parientes llegaran al hospital... —Pasó su mirada por los tres y soltó un suspiro— Lamentablemente el paciente llegó muy malherido... Las balas perforaron órganos importantes, el joven perdió mucha sangre así que no alcanzó a llegar aquí. Falleció en la ambulancia mientras hacíamos reanimación cardiopulmonar...

—¿Qué?— Murmuré para mis adentros, pero al parecer había exteriorizado mis palabras y ahora el doctor me miraba con los ojos llenos de lo que percibí como culpa— Debe ser un chiste suyo, ¿no? Nicolás es tan bromista...dígame la verdad por favor, yo lo vi perfecto hasta hace un par de horas. Mi hermano no puede estar muerto, es... es imposible— Solté una risa nerviosa, claro que todo debía ser una broma, de pronto otra ridícula y cruel prueba de mi padre— Dime que esta prueba no es tu asunto porque jamás perdonaría que jugaras con algo así...— Miré a mi padre en busca de alguna explicación o mínimo de un comentario irónico— ¡Dimelo! ¡Dime que es una prueba cruel, una maldita broma!

LO PROHIBIDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora