Retorno de un Rey

0 0 0
                                    


ACTO 1: La Llama Eterna

Los siglos habían pasado como un susurro para Alaric Valenford, el inmortal heredero de un reino perdido en el tiempo. Aunque había visto civilizaciones levantarse y caer, había presenciado guerras y tiempos de paz, la mayor parte de su existencia había transcurrido en un estado de soledad que él mismo había elegido. La cabaña en la que vivía ahora, perdida en un bosque cubierto de nieve perpetua, era su refugio, su santuario contra un mundo que ya no comprendía y que parecía haberse olvidado de él.

Alaric había aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas en su interminable vida: la melodía de una guitarra que él mismo había construido, el crujir del fuego en la chimenea, la suave caída de la nieve sobre el techo de su cabaña. En las paredes, colgadas como simples objetos de decoración, estaban la espada de su padre, la capa y la corona que una vez había llevado con orgullo. Eran reliquias de un pasado lejano, símbolos de un tiempo en el que él había sido más que un simple espectador de la historia.

Pero en un día que parecía tan tranquilo como cualquier otro, mientras sus dedos acariciaban las cuerdas de la guitarra, una pregunta cruzó su mente, una pregunta que nunca antes se había permitido formular: "¿Por qué soy inmortal?"

ACTO 2: El Regreso a Eldoria

La pregunta, simple pero poderosa, empezó a consumirlo. Alaric había aceptado su inmortalidad como un hecho, como una parte intrínseca de su existencia. Nunca había buscado entenderla, ni se había preocupado por su origen. Pero ahora, esa pregunta no podía ser ignorada. Sentía una inquietud creciente, una necesidad de respuestas que lo llevó a tomar una decisión: debía regresar a Eldoria.

El viaje hacia las ruinas de su antiguo reino fue largo y difícil, pero para Alaric, quien había caminado por todos los rincones del mundo, la distancia no era un obstáculo. Cuando llegó, Eldoria era solo una sombra de lo que había sido, un lugar desmoronado y olvidado por la historia. Las piedras del castillo estaban cubiertas de musgo y nieve, y el viento frío que soplaba a través de las ruinas traía consigo el eco de recuerdos que él había mantenido enterrados durante siglos.

Pero Alaric no estaba aquí para revivir el pasado; estaba aquí para descubrir la verdad.

Se dirigió a las catacumbas, un laberinto subterráneo que había sido construido para proteger los secretos y tesoros más oscuros de la familia Valenford. Pocas personas conocían su existencia, y menos aún sabían lo que realmente yacía en su interior. Pero Alaric recordaba las historias, los susurros de los sirvientes y las advertencias de su padre sobre no aventurarse demasiado profundo en esas oscuras cavernas.

Alaric avanzó, con la espada de su padre en la mano, a través de los pasillos húmedos y fríos, hasta que llegó a una puerta de piedra que apenas recordaba. Estaba adornada con símbolos que ya casi había olvidado, pero que ahora parecían brillar con una luz propia. Empujó la puerta y entró en una cámara que había sido sellada durante siglos.

ACTO 3: La Aparición de Malphas

La habitación era pequeña, con paredes cubiertas de inscripciones antiguas y símbolos oscuros. En el centro, un altar de piedra se erguía como un recordatorio de un pacto olvidado. Alaric se acercó con cautela, sintiendo una energía antigua en el aire, algo que lo llamaba, que lo incitaba a recordar.

De las sombras emergió una figura que Alaric no esperaba encontrar, aunque en el fondo sabía que algún día este encuentro sería inevitable. La silueta oscura y amenazante de Malphas, el demonio conocido como "El Tejedor de Maldiciones", se materializó frente a él, su presencia opresiva llenando la sala.

—Así que, el Hijo Pródigo, el Dios de la Sangre, el elfo maldito ha vuelto —dijo Malphas, su voz resonando con un tono de burla y desdén—. Dime, ¿qué es lo que busca un ser tan único y especial?

Alaric lo observó en silencio, sintiendo la ira y la frustración arder en su pecho. Este era el ser que había sellado su destino, que había arrancado el alma de su padre y lo había condenado a una eternidad sin fin. Malphas continuó hablando, sus palabras cargadas de malicia, mientras intentaba desilusionar a Alaric, negarle la esperanza de alguna vez encontrar descanso.

—¿Esperas que deshaga lo que está hecho? —se burló el demonio—. Tu inmortalidad es un regalo, una bendición que pocos poseen. ¿Y tú, ingrato, quieres deshacerte de ella? No, Alaric. Estás condenado a vagar por este mundo para siempre, como una sombra de lo que alguna vez fuiste.

Pero Alaric, ahora consciente de la verdad, no dejó que las palabras de Malphas lo desmoronaran. Entendía que su maldición no sería deshecha tan fácilmente, y que la redención no vendría de la mano de un ser tan corrupto.

—No busco tu misericordia, Malphas —respondió con una voz firme—. Ya no te temo, ni a ti ni a la maldición que has puesto sobre mí. Si esto es lo que soy, entonces aceptaré mi destino. Pero no dejaré que sigas existiendo para atormentar a otros.

Con esas palabras, Alaric dio la espalda a Malphas, dejando al demonio en la catacumba. No había nada más que decir, nada más que escuchar. La determinación de Alaric era clara: debía encontrar una manera de destruir a Malphas, de romper el ciclo de maldad que había comenzado con el pacto de su padre.

ACTO 4: El Inicio de la Caza

Mientras salía de las catacumbas, Alaric sintió que el viento helado de Eldoria golpeaba su rostro, pero no lo detuvo. Su misión estaba clara: reunir toda la información posible sobre cómo eliminar a Malphas y liberar al mundo de su influencia maligna. Sabía que este camino sería largo y peligroso, pero Alaric estaba dispuesto a enfrentarlo. Su búsqueda de respuestas había comenzado, y esta vez, no descansaría hasta cumplir con su propósito final.

Historias de NexusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora