Wonbin lleva años siendo seguido con ese chico en su uniforme escolar, él ya forma parte de su rutina, un día gris fue la excusa perfecta para notarlo bajo la lluvia.
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i. dos chicos mojados
Él lo seguía desde hace mucho tiempo. No lo había calculado bien, pero rodeaba los dos años. En ningún momento estuvo asustado por su acosador, pues todos los días que le seguía tenía el uniforme escolar puesto. El primer año se veía pequeño, ahí, enfundado en su blazer, la corbata y los pantalones elegantes. A Wonbin no podía darle miedo alguien así. Era un mocoso, un estudiante. Uno que se había encaprichado un poco con él y todos los días, después de que la jornada escolar terminara, lo seguía por todos los lugares que frecuentaba.
Wonbin era un hombre de rutinas. Estudiaba en la mañana, trabajaba en el café de la familia de Shotaro por la tarde, remoloneaba un poco y regresaba a casa. Desde su entrada al trabajo, el chico estaba ahí, asomado a los ventanales del café. Siempre observando a Wonbin sin distraerse. A veces, él levantaba los ojos de lo que estaba haciendo y conectaba la mirada con el chico. Luego, Wonbin no hacía más que desviar los ojos hacia otro lado, ignorando la presencia del otro como si fuese un objeto que pertenecía a la decoración del café. Pero ahí estaba él siempre, insistente, enamorado, horriblemente joven. Al otro se le hacía fácil seguirlo allí a donde fuera, porque siempre era igual.
A veces, Wonbin pasaba todo el día con el chico pegado a sus talones. Veía en su mirada el hambre de su cuerpo. Varias veces se había preguntado hasta dónde había llegado la imaginación del otro. ¿Era él, Wonbin, el protagonista de sus sueños húmedos? ¿De quién hablaba a sus amigos de la escuela cuando la conversación se desviaba, irremediablemente, al tema sexual? ¿A quién le dedicaba sus masturbaciones, que debían ser muchas? Wonbin había pasado también por esa edad, varios, varios años antes, los suficientes para recordarlo y sabía lo mucho que el cuerpo pedía eso. Y más, cuando había un objeto de deseo. Wonbin era el objeto del deseo de aquel chico, era dolorosamente obvio. Estaba tan enamorado que no podía pasar un día sin verlo, rogando en silencio y en la distancia que Wonbin le prestase un poco de atención. Un estudiante don nadie que se tragaba sus emociones cada vez que Wonbin se ligaba a alguien en sus tiempos libres y lo llevaba a su casa; todo frente a sus ojos.
La presencia del otro era parte de la vida de Wonbin, como la universidad, el café, Shotaro y su casa. En un momento del primer año, dejó de mirarlo. Sentía que ahí estaba, siguiéndolo como su sombra, pero él no lo distinguía ya como parte del mundo. Era un plus, algo más que estaba ahí, que no merecía atención. Tan poco importante era, hasta que Wonbin quiso lo contrario.
Estaba aburrido, fumando en silencio fuera del café. Shotaro estaba adentro, acomodando unas sillas que un grupo de estudiantes había dejado desordenadas después de comer. Wonbin no tenía intención de ir adentro a ayudar. El chico, el otro, estaba tomando un café.
—Oye, he estado pensando en algo desde esta mañana— empezó Shotaro, saliendo y acomodándose en la pared a su lado.
Wonbin le dio una calada al cigarrillo antes de contestar.
