22 [ Carol ]

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No puedo dejar de pensar en esos días en los que todo parecía desmoronarse a mi alrededor.
El día en que el mundo cayó y la realidad que conocíamos se transformó en una pesadilla sin fin.

La vida en el campamento era dura, y la incertidumbre de cada nuevo amanecer me pesaba en el alma. Cada día era una lucha por sobrevivir, un constante miedo a lo que podría venir.
Pero lo único que me mantenía en pie y cuerda era mi preciosa hija, Sophia.

Ella era mi luz en medio de tanta oscuridad, mi razón para seguir adelante cuando todo parecía perdido.

Sin embargo, incluso en este mundo de caos, había algo más que me atormentaba, algo que cargaba desde mucho antes de que los muertos comenzaran a caminar. Mi esposo, Ed, seguía conmigo.

Aunque en mis pensamientos más oscuros, deseaba que algo le sucediera, que uno de esos monstruos lo alcanzara y nos librara de su presencia. Sabía que desearle la muerte estaba mal, que era un pensamiento cruel y despiadado. Pero no podía evitarlo.

Después de todo lo que había soportado, ¿quién podría culparme?Las palizas, los insultos, las humillaciones... las violaciones.....Era demasiado. Pero tenía que proteger a mí hija.

Durante años, había soportado su crueldad, cargando con el peso de su abuso, convenciéndome de que lo hacía por Sophia. Ella era lo único que me mantenía en pie, pero el precio que pagaba por su seguridad era mi propia destrucción. Cada golpe, cada palabra hiriente, cada noche en que me obligaba a cosas que no quería, me alejaba un poco más de mí misma, me rompía más allá de lo que creía posible.

Me sentía débil...inútil...inservible....sucia...rota en miles de pedazos.....

El abuso había destrozado lo poco que quedaba de mi autoestima, y cada día me recordaba lo incapaz que era de proteger a mi hija. Y eso era muchísimo peor que todos los abusos.

Y ahora, con la sociedad en ruinas, con todas las leyes y normas destrozadas, ya no había nada que impidiera a Ed desatarse por completo. El colapso del mundo le había dado licencia para liberar lo peor de sí, y eso me aterrorizaba.

Lo veía en sus ojos. Sentía sus maliciosos pensamientos.
Esa mirada oscura y hambrienta que no tenía nada de paternal. No era la forma en que un padre debería mirar a su hija.

Me aterraba pensar en lo que podría suceder si no lograba mantenerlo controlado. Lo único que lo detenía era mi presencia y la de los otros en el campamento.
Me aseguraba de apaciguarlo, de absorber toda su ira y mantener a Sophia fuera de su alcance.

Me esforzaba para que ella siempre estuviera con los hijos de Miranda o con Carl, el niño de Lori. Incluso en las noches más peligrosas, Sophia dormía con Eliza, buscando refugio en la compañía de otros niños.

Pero cada día, mi miedo crecía.

Sabía que no podía protegerla para siempre. Sabía que en cualquier momento, Ed podría desatarse completamente, y ya no tendría nada que lo detuviera.

La fragilidad de nuestra situación me aterrorizaba, y la impotencia de no poder hacer nada para cambiarlo me destrozaba de forma lenta y cruel en mi corazón.

Estaba atrapada en una pesadilla interminable, donde el verdadero monstruo no era el que caminaba fuera del campamento y en las ciudades, sino el que vivía bajo el mismo techo que nosotras.

Había aprendido a ocultar mis sentimientos y fingir una sonrisa, a mantener la calma por Sophia, pero por dentro, estaba en constante estado de alerta, esperando el momento en que todo se viniera abajo,.

Sophia era mi razón para vivir, pero también mi mayor debilidad. Sabía que, si algo le pasaba, no lo soportaría.
Y esa posibilidad me mantenía despierta por las noches, escuchando cada ruido, cada susurro, temiendo lo peor. Abrazándola con todas mis fuerzas, y cada movimiento de ella me mantenía alerta.

Yo en The Walking Dead Donde viven las historias. Descúbrelo ahora