Helix

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Claudia ha estado observando a Jimena desde que entraron al salón después del recreo. No es que le moleste la atención, o el hecho de que Jimena la haya acompañado todo el camino desde la tienda de la esquina donde compraron unas golosinas, pero algo en su actitud es diferente. Claudia siente que Jimena está tratando de decirle algo, pero no logra descifrar la indirecta. Están intentando estudiar para la prueba de historia, pero cada vez que Claudia levanta la vista, pilla a Jimena mirándola con una mezcla de nerviosismo y admiración. Finalmente, Claudia cierra su libro de un golpe y se gira para enfrentarla.

"Ya, ¿qué pasa contigo, Jimena? Me estás matando con esas miradas."

"¿Qué?" Jimena parpadea, rascándose la nuca con una mano, un gesto que hace cuando está incómoda.

"Tú", dice Claudia, señalándola. "No dejas de mirarme de esa forma. ¿Hice algo raro? ¿O es porque no terminé de copiar los apuntes de la clase de biología?"

Jimena niega rápidamente con la cabeza, un ligero sonrojo colorea sus mejillas. "No, nada de eso. Es solo que... me gustan tus orejas."

Claudia se queda en silencio un momento, procesando lo que acaba de escuchar. "¿Mis orejas? ¿De qué hablas?"

"Bueno," Jimena se revuelve en su asiento, sus ojos desviándose hacia las manos de Claudia que descansan sobre sus libros, "no exactamente tus orejas, sino tus aros. No sabía que te habías puesto pendientes."

Claudia sonríe, tocando uno de los pequeños aros dorados que cuelgan de sus orejas. "Ah, sí, me los puse ayer. Mi prima me convenció. Nunca pensé que te darías cuenta."

"¡Claro que sí!" Jimena sonríe tímidamente, sus ojos brillando. "Se ven bonitos. De verdad. Hacen juego contigo."

Claudia se sonroja, tratando de no parecer demasiado emocionada por el cumplido. "Están un poco hinchados todavía, pero gracias."

Jimena se inclina un poco hacia adelante, observando los pendientes con un brillo de admiración en los ojos. "No importa. Brillan como tus ojos cuando te ríes. Me encanta cuando sonríes, Clau."

El comentario es tan dulce que Claudia se siente un poco abrumada. Con un gesto juguetón, empuja suavemente a Jimena en el brazo. "Eres tan ridícula a veces."

Jimena se ríe, inclinándose más cerca, sus ojos llenos de un afecto que Claudia solo había notado en contadas ocasiones. "Es mi forma extraña de decir que me importas."

Claudia no puede evitar sonreír, sintiendo que su corazón late un poco más rápido de lo normal. "Bueno, si es así, supongo que puedo vivir con eso."

"Y yo puedo vivir con verte brillar todos los días," responde Jimena, su voz suave y segura.

Claudia se ríe, una risa genuina que llena el salón, sintiendo que, en ese momento, todo estaba bien.

🧡

María José no podía creer lo que veía cuando entró al patio durante el recreo. Jimena y Claudia estaban sentadas en su habitual rincón, conversando como siempre, pero algo diferente en Claudia llamó su atención al instante. Se acercó rápidamente, entrecerrando los ojos para asegurarse de que lo que veía era real.

"¡No puedo creerlo, Clau!" exclamó María José, deteniéndose frente a ellas con una expresión entre asombro y diversión. "¿Tienes aros? ¿Tú? La misma Claudia que juró que nunca se iba a poner nada en las orejas porque 'no le gustaba el dolor'?"

Claudia se sonrojó ligeramente, tocando uno de los pequeños pendientes dorados que adornaban sus orejas. "Bueno, las cosas cambian, Majo. Además, no fue tan terrible."

Jimena, que observaba la escena con una sonrisa traviesa, no pudo evitar añadir: "¿Sabías que se tapó los ojos con una mano cuando se los pusieron? Y estaba más pálida que la leche."

María José soltó una carcajada, haciendo que varias chicas en el patio volvieran la mirada hacia ellas. "¡Esa sí que es buena! Claudia, la valiente, enfrentándose a la aguja con más miedo que cuando leemos en voz alta en clase de literatura."

Claudia frunció el ceño fingiendo estar molesta, pero no pudo contener la risa por mucho tiempo. "Ya, ya, ríete no más. Por lo menos ahora puedo decir que soy valiente."

"Más que valiente, estás bonita" dijo María José con una sonrisa cómplice, inclinándose para observar más de cerca los pendientes. "Te quedan bien, Clau. No puedo esperar a ver la cara de la profesora cuando note que una de sus alumnas estrella ha caído en la moda de las perforaciones."

Claudia puso los ojos en blanco, pero había un rastro de orgullo en su expresión. "Ay, Majo, no exageres. Igual no creo que lo note, está más preocupada de que llevemos la falda a la altura reglamentaria."

Jimena y María José estallaron en risas, imaginándose a la estricta profesora de biología revisando las orejas de las alumnas en lugar del largo de las faldas.

"Ya veo la próxima inspección," bromeó Jimena, "revisando orejas en vez de uñas. 'Claudia, esos aros no son parte del uniforme, ¡a dirección!'"

María José se secó una lágrima de la risa y le dio un suave golpe en el hombro a Claudia. "Ya, no te preocupes. Si te cachan, me invento algo y te salvo. Igual, con esos aros, cualquier castigo valdrá la pena."

Claudia se rió, sintiéndose un poco más segura de su decisión. "Gracias. Aunque si me retan, espero que me traigan algo rico para el almuerzo como compensación."

Las tres amigas se miraron, y luego estallaron en carcajadas nuevamente, disfrutando del recreo y del momento de complicidad entre ellas, sabiendo que esas pequeñas aventuras eran lo que hacía que el liceo fuera memorable.

Aprendiendo A No Ser EscapistasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora