Con el tiempo, uno se rompe

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Los días pasaron, pero la inquietud en Komaeda no hacía más que crecer. Cada vez que miraba a Hinata, no podía evitar recordar esos ojos fríos y vacíos de Izuru, y las palabras hirientes que le había dicho. Aunque Hinata trataba de ser su apoyo constante, algo en la atmósfera había cambiado; había una tensión latente, un miedo constante a que Izuru volviera a tomar el control.

Esa noche, Hinata llegó a casa más tarde de lo habitual. Komaeda había preparado la cena, intentando mantener una apariencia de normalidad, pero su mente estaba en caos. Al escuchar la puerta abrirse, corrió a recibirlo con su sonrisa usual, aunque en el fondo se preparaba para cualquier cambio súbito en su comportamiento.

— ¡Hinata-kun! Estaba preocupado, llegaste tarde

Hinata le devolvió la sonrisa, pero había algo en su expresión que hizo que Komaeda se tensara. Esos ojos, aunque cálidos, tenían una chispa de algo más profundo, algo que no pertenecía a Hinata.

— Lo siento, tuve que quedarme más tiempo. Hay muchas cosas en las que estoy pensando últimamente, ya sabes. . .

Respondió Hinata mientras se quitaba los zapatos y se dirigía a la sala. Su tono era suave, pero había un matiz en su voz que Komaeda no pudo ignorar.

La cena transcurrió en un silencio incómodo. Komaeda intentaba mantener la conversación ligera, pero notaba cómo Hinata estaba cada vez más distante, como si estuviera luchando consigo mismo. Finalmente, Hinata dejó los cubiertos en la mesa y suspiró profundamente, mirando fijamente a Komaeda.

— Komaeda. . . Quiero preguntarte algo y quiero que respondas con la verdad 

Dijo Hinata, pero la forma en que lo hizo, con esa calma controlada, puso al peliblanco en alerta.

— ¿Sí? Dime, Hinata-kun 

—¿Por qué sigues conmigo, a pesar de todo? 

Hinata lo miraba con intensidad, pero Komaeda percibió el matiz en su voz que no pertenecía a Hinata, sino a Izuru.

Komaeda sintió un nudo en la garganta. Sabía que esa pregunta no venía de Hinata, sino de Izuru, quien estaba usando la voz de Hinata para retorcer el cuchillo en sus inseguridades.

— Porque. . . Porque te amo, Hinata-kun. Aunque haya momentos difíciles, no quiero perderte. Tú eres lo único que da sentido a mi vida, incluso si a veces nos peleamos o simplemente, no estamos de acuerdo en algo

Hinata se quedó en silencio, observándolo con una mezcla de curiosidad y frialdad. Luego, una sonrisa siniestra apareció en su rostro, una que no pertenecía a Hinata.

— ¿De verdad crees que eso es amor? Lo que sientes no es más que una dependencia enfermiza. Hinata es una herramienta que usas para aferrarte a una vida miserable que, en el fondo, deseas terminar. Es casi poético lo patético que eres.

Komaeda sintió cómo la presión en su pecho aumentaba, pero se obligó a no romperse frente a Izuru.

— Puede que sea cierto que dependo de él, pero eso no cambia lo que siento. Tú nunca podrás entender lo que es querer a alguien más que a ti mismo, porque todo lo que ves son estrategias y resultados. Hinata-kun es mucho más que eso para mí.

—Hinata es una debilidad, una cadena que lo mantiene atado a tu miseria. Si no fuera por ti, él podría haber alcanzado algo grande, podría haberse liberado de esta farsa. Pero no, sigue cargando con tu lastre porque le das pena. Es repugnante.

Las palabras de Izuru resonaban con tanta crueldad que Komaeda sintió que se estaba desmoronando. La idea de ser una carga, de estar arruinando la vida de Hinata, lo había perseguido siempre, pero ahora esa idea se manifestaba con una claridad insoportable.

— Entonces. . . ¿Por qué sigues apareciendo, Izuru? Si tanto desprecias a Hinata-kun por preocuparse por mí, ¿por qué no te deshaces de mí de una vez?

Izuru se acercó lentamente, con esa sonrisa maliciosa en sus labios.

— Porque, por mucho que te odie, debo admitir que hay algo fascinante en verte romperte, en ver cómo te aferras a una esperanza inútil. Eres como un espectáculo decadente, uno que me entretiene cuando el aburrimiento me invade. Hinata no puede verte como realmente eres, pero yo sí.

Komaeda sintió que el aire le faltaba. No podía escapar de la mirada de Izuru, esa mirada que lo veía por completo y lo juzgaba con una brutalidad que Hinata nunca mostraría. Se sentía atrapado en una pesadilla, donde incluso sus sentimientos más sinceros eran reducidos a burla y desprecio.

Pero entonces, algo cambió en la expresión de Izuru. Por un breve instante, la dureza en sus ojos se suavizó, y la calidez de Hinata regresó. Hinata parpadeó, visiblemente desorientado, como si acabara de salir de un trance.

—Komaeda. . . ¿Qué está pasando? Si hay algo que quieras decirme, solamente dime, por favor, no te quedes callado y ya. . .

Komaeda no pudo más. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, mientras se lanzaba a los brazos de Hinata, buscando desesperadamente consuelo. Pero en el fondo, sabía que la sombra de Izuru seguía ahí, pero Hinata simplemente y sin hacer preguntas, lo abrazo también con fuerza.

Casados Por Obligación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora