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Existe algo fascinante en ver caer los copos de nieve tras una tormenta

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Existe algo fascinante en ver caer los copos de nieve tras una tormenta.

La respiración del joven bicolor se empaña ante él. Se envuelve la capa con más fuerza, por mucho que su magia se arremoline sin descanso para mantenerle caliente. Ha estado fuera el tiempo suficiente así que parte de la nieve que se ha acumulado en su ropa se ha derretido, dejándole sólo manchas ligeramente oscurecidas.

Hace apenas unos días, no hubiera podido ni sentarse fuera. Sin embargo, como la tormenta de nieve ha disminuido, ahora sus ojos son capaces de seguir los copos de nieve casi individualmente, vislumbrando de vez en cuando los más oscuros tonos del bosque.

Con lo extraño que resulta ver el cielo así cuando la tormenta de nieve había sido sólo un velo de blanco arremolinado, su atención se desvía constantemente hacia el horizonte, intentando distinguir otra fuente de movimiento. Han transcurrido varias horas desde que Bakugou salió a cazar. No es la primera vez que lo hace; con la disminución de sus raciones y la pierna aún herida del hechicero que le impide caminar largas distancias, éste se había encargado de buscar comida tan pronto como se hizo menos peligroso el salir al exterior.

También le dijo al joven de iris desiguales que estaba harto de comer esos malditos frutos secos cada día, lo que provocó la risa del contrario, ya que incluso él estaba de acuerdo con lo que decía.

Esa mañana, el metamorfo había salido temprano, como solía hacer siempre, mezclando rápidamente su forma de lobo con el paisaje, por lo que Shoto había permanecido sentado en una silla del porche mirando cómo caía la nieve mientras esperaba su regreso.

Le desagrada tener que depender así de Bakugou, pero cuando cambia ligeramente de posición al sentarse, hace una mueca de dolor al sentir un tirón en el muslo derecho, signo de que no podría ir en lugar del otro aunque quisiera. Lo que todavía le gusta menos -o mejor dicho, lo que teme- es que siente un tirón en el pecho que le duele más que cualquier herida siempre que ve la espalda de Katsuki perderse en la distancia.

Se ha acostumbrado a la calidez del oji escarlata, al aroma de su cuerpo, a la agradable sensación de dormir rodeado por los brazos del otro. Además, se ha acostumbrado a los refunfuños y a las maldiciones, al sonido de su voz llenando el aire que antes estaba en silencio.

En un principio, pensaba que esa extraña sensación era consecuencia de llevar demasiado tiempo solo y de la falta de contacto humano. Incluso había llegado a la conclusión de que eso era parte de ello, sí. Aunque cuanto más lo piensa, más comienza a darse cuenta de que no se trata tanto de que alguien esté allí, en realidad, sino más bien del hecho de que sea Bakugou.

La certeza se hace más evidente al ver el familiar pelaje de color cremoso saliendo del bosque, lo que hace que el corazón le dé un salto en el pecho, retumbando tan fuerte que le resuena en los oídos al seguirlo con la mirada. Seguramente tiene alguna expresión extraña en la cara, porque al acercarse Katsuki emite un cruce entre un gruñido y un quejido interrogativo, soltando al suelo algún pequeño animal ensangrentado que ha cazado.

ㅤㅤ𝐖𝐚𝐧𝐝𝐞𝐫𝐢𝐧𝐠 𝐖𝐨𝐥𝐟 ──BakuTodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora