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—Sukuna —dice su nombre antes de que lo pienses dos veces y él te mira desde tu lado. Estás acostada a su derecha, jugueteando con tus dedos con tu labio inferior entre tus dientes. No hace falta ser un genio para darse cuenta de que estás nerviosa, aunque no puedes encontrar la confianza para preguntarle qué estás pensando.
—¿Qué? —suena un poco brusco, pero sabes que es solo Sukuna, implacable en su tono frío y directo.
—No es nada —te mueves, retorciéndote incómodamente sobre tu espalda mientras intentas encontrarte cómoda, pero no puedes. Te das la vuelta para mirarlo de frente, con el corazón retorciéndose. Sukuna no es el hombre más cariñoso, no es que esperes que lo sea.
—Dime —sus palabras siempre van directas al grano, no escatima tiempo para las gentilezas—.
Es solo que… —te quedas en silencio mientras te encoges mentalmente, tragando—. No es nada, de verdad. Solo vete a dormir, ¿de acuerdo? —
Sukuna suspira, y en el silencio que sigue, te sientes un poco sin aliento. ¿Lo has enojado con tu estado de ánimo? Pero justo cuando cierras los ojos, reuniendo algo de confianza para disculparte, él también se da vuelta y te rodea el frente con un brazo perezosamente. Su mano se mueve hacia arriba, escalando la piel debajo de tu camisa, deslizándose sobre la redondez de tu vientre y posándose sobre la pequeña curva de tu abdomen.
"Tienes forma de reina". Sus palabras te toman un poco desprevenida y abres los ojos, giras la cabeza ligeramente mientras lo miras de reojo. Aprieta un poco la piel, como para ser cariñoso.
“Eso es lo que te preocupa, ¿no?”
Dejas de mirarlo y giras la cabeza para mirar hacia el otro lado nuevamente.
"Me preguntaba si te molestaba", Admites en voz baja. Deja escapar un suspiro antes de apoyar la barbilla en el hueco entre tu hombro y tu cuello.
“Deja de pensar en ti mismo tan inferiormente. Eres divina.”
Sientes un calor punzante en las mejillas cuando él habla, y una pequeña sonrisa se dibuja en tu piel cálida.
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...... Créditos:
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