CAPÍTULO 2

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"Florecilla"

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"Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito."¹

La madre de Rachel habia dedicado toda su vida a amar a Dios, seguia las enseñanzas de la biblia y siempre buscaba ser buena para con sus prójimos. Fue una buena hija, una buena esposa y una buena madre.

Se supone que Dios hace todas las cosas para que nos ayuden al bien, porque ama a todos y cada uno de sus hijos.

"El que cree en el hijo tiene vida eterna; pero el que rechaza al hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios"²

Judith no entiende porque Dios estaba castigando a su madre cuando pasó toda su vida amándolo y depositando su fe en él ¿En qué había pecado su madre para que recibiera tal ira? En cambio, su padre que había pecado y usado el nombre de Dios a su beneficio ¿Por qué no era castigado?

En el último año Judith había estado buscando la respuesta del porqué su madre, una mujer gentil y amorosa estaba experimentando tanto dolor y agonía. Leía y releía cada página de la biblia intentando encontrar la razón por la que Dios estaba castigando a su madre. Con cada versículo y con cada palabra aumentaba más su desesperación y se sembraba la semilla de la duda y la desesperanza.

Hace un año Rachel había sido diagnosticada con cáncer de estómago, los médicos le habían dicho que si seguía al pie el tratamiento podría tener una mayor probabilidad de que venciera al cáncer.

Judith había cuidado a su madre día y noche, vigilando como un halcón el reloj para que ninguna medicina fuera olvidada. Hacía una lista exhaustiva con las compras para que su madre estuviera bien alimentada y cuando tenía que estar en el hospital para sus quimioterapias, estar junto a ella era su única prioridad.

Podría decirse que era demasiado para una niña de doce años, pero Judith estaba dispuesta incluso a dar parte de su vida para que su madre se curará. Rachel recibía cuidados por parte de sus padres y algunos miembros de su familia política, pero nadie era tan dedicado como su hija.

A pesar de todo el esfuerzo, Rachel parecía estar apagándose día con día.

La enfermedad hacía que Rachel pasará de tener días buenos donde prácticamente el cáncer era solo un mal recuerdo a estar todo el día en cama sin ser capaz de poder levantarse.

Judith amaba a su madre en cada faceta de la enfermedad. Donde su padre pasaba días ignorando completamente a Rachel, o sus abuelos no iban a visitar a su madre a menudo incapaces de soportar el dolor de ver a su hija en ese estado, Judith permanecía fielmente a lado de su madre.

Se comenzó a ocupar de varias tareas de su casa; limpiar, lavar la ropa, cocinar y atender a su padre por si no era suficiente. Había descuidado un poco sus notas en la escuela, pero sus fieles amigos siempre estaban ahí para ayudarla con algún apunte o con alguna tarea.

Judith, estaba en la cocina empacando en táperes los bocadillos que había preparado con bastante dedicación a su madre. Era su último día en el hospital después de una de sus quimioterapias. Ya no tenía náuseas o vómitos, por lo tanto, Judith se tomó la libertad de preparar una variedad de bocadillos.

Había llegado prácticamente corriendo de la escuela para poder preparar todo y llegar a tiempo al hospital y no se terminara la hora de las visitas. Ya tendría tiempo de completar las tareas del hogar y hacer su tarea. Todo indicaba que de nueva cuenta iba a dormirse hasta altas horas de la madrugada haciendo sus deberes.

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