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La sala estaba repleta de estudiantes, una atmósfera vibrante que los atrapaba y los obligaba a sentir expectación. Todos los jueves por la mañana se encontraban en esa sala, con los ojos clavados en el profesor al que la mayoría de ellos adoraban, rogando por unos segundos de su atención.
El profesor Cullen se había incorporado a la universidad hacía unos semestres y se había convertido instantáneamente en el profesor favorito de los estudiantes. Había algo en él que atraía a los estudiantes, que se sentían atraídos por el hombre de ojos dorados y una figura tan alta que se preguntaban cómo se sentiría tenerlo elevándose sobre ellos. Y atrapada en medio de todo eso estaba (t/n), una de las pocas estudiantes a las que el profesor llamaba por su nombre de pila.
No recordaba cómo había empezado todo: miradas anhelantes, bromas privadas, caricias frías. Nunca había pasado nada inapropiado entre ellos, Carlisle Cullen no era de los que cruzaban límites que podían acabar con su carrera y arruinar el futuro de ella. Y, sin embargo, había algo entre ellos que no era nada profesional, un continuo ir y venir al que ninguno de los dos quería poner fin.
-¿(T/n)? -Su voz atravesó los sonidos que producía la multitud de estudiantes al salir de la clase, ya emocionados por la próxima semana. Sus miradas se encontraron, atraídas una por la otra como polillas a las llamas, comunicándose en silencio. La vio acercarse, sus pies temblorosos luchaban por sostener su cuerpo, su mano se estiró para agarrar el borde de la mesa en la que estaba apoyado-. ¿Estás bien?
La preocupación se reflejaba en la voz del profesor, sus ojos preocupados vagaban por sus facciones, tratando de evitar que su mano se extendiera para tocarla. Sacó la lengua para humedecerse los labios, tratando de encontrar su voz, pero la habitación comenzó a cerrarse sobre ella, incapaz de hablar mientras su visión se volvía borrosa y la cabeza le dolía.
-Ven, vamos a llevarte a un lugar más tranquilo. -Esta vez no logró evitar tocarla, colocó la mano en la parte baja de su espalda mientras guiaba a (t/n) fuera de la habitación. Ninguno de los dos prestó atención a las miradas curiosas de los otros estudiantes, mientras Carlisle se encontraba preocupándose por (t/n), su mente lentamente se fue aclarando una vez más, hiperconcentrándose en su toque. -¿Quieres algo de beber?
-Solo agua, por favor. -El profesor dejó escapar un murmullo mientras (t/n) se hundía en el cómodo sofá ubicado en la oficina del profesor Cullen, la habitación en la que había estado en numerosas ocasiones antes. Se movió rápidamente, colocando el vaso de agua para ella antes de sentarse junto a (t/n), sin apartar los ojos de su rostro ni una vez-. Creo que simplemente olvidé beber lo suficiente, estaré bien.
-Mhm, tienes que cuidarte mejor, amor . -La palabra salió de sus labios antes de que su mente pudiera captar lo que su boca estaba haciendo, escuchando el latido de su corazón acelerarse. Aunque nunca lo admitiría en voz alta, a Carlisle le encantaba la forma en que su cuerpo reaccionaba a las cosas que decía, las cosas que hacía, preguntándose cómo se sentiría tenerla presionada contra él, concentrándose por completo en cada pequeña reacción-. No puedo permitir que mi mejor estudiante se desmaye, ¿verdad?
-¿Lo mejor de ti? Lo dudo. -T/n no se atrevió a mirarlo a los ojos, la respiración se le quedó atascada en el pecho cuando la mano de él encontró su barbilla, obligándola a mirarlo. Durante unos segundos, ninguno de los dos habló, mientras la sangre comenzaba a cantar en sus oídos, los ojos de él se posaron en sus labios, lo que le permitió concentrarse en los pensamientos que había tratado de ahogar desde que la conoció. Sintió su pulgar en su labio inferior tembloroso, acariciando con cuidado la suave piel mientras un jadeo la abandonaba, incapaz de detener el sonido que la abandonaba.