XI

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El dolor en mi cuerpo es insoportable, trato de mantenerme consciente, siento sus besos y caricias en mi piel, como también siento como devora parte de mi carne, mi cuerpo se retuerce como puede, el sigue dando embestidas mientras lamé la sangre en mi cuerpo, el dolor es tanto que no se en que momento pierdo la conciencia.

Lentamente abro los ojos, siendo como soy arrastrada, no se a donde, veo todo a medias, la brutalidad con la que me arrastra es enorme, los rastros de sangre quedan en el camino, no puedo mover ninguna articulación presa del dolor en mi cuerpo.

Me tira en el fondo de un cuarto oscuro, es tan oscuro que casi no puedo ver en el, no hay más que arañas y otros insectos, mis ojos se sienten tan pesados que no puedo casi ni abrirlos, ni siquiera puedo levantarme, miro a la persona que me arrojo, su semblante es serio y por lo que puedo apreciar sigue enojado.

Tengo el kimono roto, y heridas en todo mi cuerpo, necesito dormir para que puedan regenerarse, pero ese hombre está ahí viéndome, no puedo ni moverme del dolor, y ni siquiera puedo cerrar los ojos sin sentir dolor

- Haces cosas sin mi permiso, pensado que no las notaré, ¿eres idiota?- dice el viéndome, en su mirada no hay mas que enojo, y frustración.

- Lo siento - digo porque aunque quiera refutar, no quiero más problemas, porque siento que está tan enojado que esta podría matarme.

El me mira, y se acerca mientras, aparta mi cabello del rostro

- Esto es lo que ganas haciéndome enojar, no entiendo porque te empeñas en hacer las cosas mal, en ves de permanecer quieta, porque no puedes obedecer a tu marido.

Mis labios me duelen, creo que devoro una parte de ellos, su mirada brilla en medio de la oscuridad de la habitación, mis ojos sólo quieren cerrarse pero temo que eso lo enoje así que parpadeo como puedo y le mantengo la mirada.

- Enserio sólo quería hacerle saber a mi hermano que esta bien, no estaba planeando nada, sólo quería que ya no me buscara y que estuviera tranquilo- digo conteniendo mis lágrimas que amenazan por caer.

El me mira con incertidumbre, creo que me cree, pero le molesta que haya pasado por encima de el.

- no debiste tomar esa decisión tan equivocada, por eso tienes este castigo tan severo, por creerte más lista que yo, fue un claro ejemplo de lo que serías capas de hacer, si tuvieras la oportunidad, no confío en tus palabras- dice el

Por mas que diga las cosas este hombre no cree en nadie mas que en el mismo, es como intentar hablar con una piedra es imposible, no se puede razonar con el.

- te puedo asegurar, que no quise hacerte pensar que puedo pasar sobre ti, tengo claro el lugar que tengo como tu esposa- digo débilmente, pues hablar me causa mucho dolor

-tú castigo será severo, mi reina- dice el, y antes sus palabras sólo puedo temblar, tengo miedo de lo que puede llegar a hacerme, ya que no aguanto más dolor del que estoy siendo me siento atrapada en una jaula, sin salida, y con una gran animal feroz listo para comerme.

Se aleja con poco de mi, veo como busca algo, que solo distingo cuando esta cerca de mi, se trata de una cadena, la cual coloca en mis tobillos, parece que me quedare en este cuarto un buen tiempo, o hasta que el decida que es suficiente.

Al ver un poco más la habitación, me doy cuenta qué hay muchos objetos, y viendo detalladamente, me doy cuenta que son objetos de tortura, el piensa torturarme hasta el final, mi cuerpo tiembla, mi respiración se agita, me levanto como puedo, he intento correr, hasta que recuerdo que tengo una cadena.

- por favor, perdón, no me hagas esto- sollozo, esperando que tenga piedad, no hice algo tan grave para merecer tanta crueldad, presa del miedo camino hacia el, tirándome a sus pies en busca de clemencia, tengo que vivir, es la frase que me repito en mi cabeza.

La reina demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora