Moraleja.

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Para mi, la vida no es más que una prueba, un examen, un desafío que no todos pasan. Pero, ¿cuál es la recompensa final? ¿Gloria? ¿Paz? ¿Felicidad? ¿Dinero? No lo sé, solo espero que sea eso que mi interior anhela con ganas, pero que aún no determina que es exactamente. 

Todos en Royal Woods conocen mi nombre, tal vez no por lo mejores motivos, pero, hey, lo conocen. Nunca fui bueno haciendo amigos, relacionándome con la gente. Nunca supe porque, tal vez es ese miedo de confiar en ellas, de creer que no me juzgarán, de que no son...verdaderamente mis amigos. 

Toda mi vida a sido constantes críticas, las más dañinas siempre provenían de aquellas personas que me habían dado la vida. Mis padres. En ocasiones, me paro a pensar y me pregunto, ¿es realmente tan difícil ser padres? 

Nunca busque ser una molestia, de ayudar, de...proteger a esas personas que formaban parte de mi circulo de confort. Sin embargo, parecía lograr lo contrario. 

¿Soy molesto? ¿Mi verdadero ser causa tanto aburrimiento y vergüenza? ¿Por qué a todos les interesa más cuidar su imagen que vivir realmente sus vidas? ¿Por qué fijarse tanto en lo que los demás dicen, piensan o creen? 

Es molesto. Antes odiaba a la gente que se abstenía de hacer cosas que realmente le gustaban, por el temor a no ser aceptados. Y ahora, soy uno de ellos. Uno más de la larga e infinitiva lista. 

Fue inevitable, me rodee de gente que prefería hablar de alcohol, fiestas, revolcones de una noche, en donde la infidelidad no era más que un logro del que estar orgulloso. Nunca quise ser uno de ellos, pero mi verdadero yo nunca fue aceptado, ni siquiera por mi familia, ¿qué podía hacer? No quería seguir estando solo, no tener con quien pasar los recesos en el instituto, no tener con quien salir en las tardes al parque, no tener a quien contarle lo que hice en mi día, mis problemas, mis...temores.

Nadie entendía a ese niño que solo quería que lo acepten, que lo quisieran, que lo...noten.

El olvidado de la familia Loud. Es había sido mi apodo por mucho tiempo. Me dolía y aún lo hace. Leer comics ya no lograba despejar mi mente, jugar a videojuegos o hablar con Clyde. Ya nada quitaba el ruido de mi mente. 

La desesperación y el temor, me hizo caer en un periodo en el que casi no salgo. Donde lloraba cada noche en silencio, rogando para que mi madre entrará a mi cuarto a mitad de la madrugada, que me viera y supiera lo roto que estaba, que me abrazará y me dijera que todo estaba bien. Solo quería sentir el cariño de mamá mientras lloraba en sus brazos. 

¿Era demasiado pedir, no? 

Mamá no logro más que empeorar todo. Ni hablar de padre. Mis hermanas ni siquiera lo notaban. Nadie en la familia lo notaba. Me estaba derrumbando, estaba tirado en el suelo, suplicando para que todo acabe. 

Nadie me levantó. Nadie. 

Fue ahí donde entendía que no tenía con quien contar, en quien confiar, nadie que se preocupará realmente por mi. 

Solo necesite alejarme, encerrarme en mi cuarto, estar con el celular, dejar de estudiar y empezar a fumar, para que mi mente tome otra mentalidad. Mi actitud se volvió más seria y distante, cree un muro a mi alrededor que me protege. 

Aún así, ese vacío seguía en mi. Tenía un circulo nuevo de amigos, los cuales estaban igual o peor de dañados que yo y por eso nos entendíamos tan bien. Pese a eso, necesitaba más, algo faltaba. 

Empecé un hobbie, podría decirse, poco sano.

El ruido en mi cabeza nunca se iba, pero se calmaba cuando arruinaba la vida de otra persona. Cuando veía en la televisión como las madres lloraban por sus hijos muertos. No era correcto, lo sabía, ver como matar calmaba mi propio dolor. Ver como los demás sufrían como yo, eso...eso era mi terapia

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⏰ Última actualización: Oct 01 ⏰

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