Capitulo 20:Enfrentando la realidad

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Omnisciente

El día siguiente amaneció con una claridad tranquila en la aldea. Los primeros rayos del sol acariciaban las hojas de los árboles, y el aire fresco traía consigo una sensación renovada. Aunque la paz del lugar parecía inquebrantable, Iguro no podía dejar de pensar en la conversación que había tenido con ___ la tarde anterior. Las palabras que había intercambiado seguían comiendo su mente, mezcladas con emociones que apenas comenzaba a entender.

Después de un desayuno sencillo en la casa de glisinas, Iguro y ___ decidieron explorar los alrededores de la aldea, algo que nunca se habrían permitido antes de una misión, cuando siempre estaban alerta, siempre en movimiento. El paisaje que los rodeaba era hermoso: colinas cubiertas de verde, flores que salpicaban los campos con colores vibrantes y árboles que danzaban suavemente al ritmo del viento. Ambos caminaban en silencio, disfrutando de la tranquilidad del lugar, algo tan poco común en sus vidas.

Mientras caminaban por un sendero que los llevaba a las afueras del pueblo, comenzaron a hablar de sus vidas como cazadores de demonios.

—Nunca pensé que este sería el camino que tomaría —comentó ___, con la mirada perdida en la distancia—. Pero aquí estamos, luchando cada día. A veces me pregunto cómo sería la vida si los demonios no existieran.

Iguro lo escuchaba en silencio. Era una reflexión que había tenido muchas veces, pero siempre había llegado a la misma conclusión: los demonios le habían arrebatado demasiado, y ahora era parte de su deber enfrentarlos. Sin embargo, esa mañana, junto a ___, se permitió imaginar una vida diferente, una vida en la que sus katanas no fueran necesarias.

—Supongo que sería muy diferente —respondió Iguro, una leve sonrisa asomando en sus labios—. Pero dudo que yo encajara en un mundo tan pacífico.

___ lo miró de reojo, notando la honestidad en sus palabras. Iguro siempre había sido alguien difícil de leer, reservado, con una aura impenetrable. Pero en ese momento, junto a él, las defensas de Iguro parecían estar bajando, al menos un poco.

El sonido de los pájaros y el viento en los árboles llenó el silencio entre ellos mientras seguían caminando. Finalmente, llegaron a una pequeña colina que ofrecía una vista hermosa de la aldea y los campos. Decidieron detenerse allí por un momento, sentándose en la hierba para disfrutar del paisaje. El cielo azul y despejado era casi irreal para dos personas acostumbradas a un mundo en el que la misión de acabar con los demonios siempre estaba primero que todo.

Después de unos minutos, Iguro habló nuevamente, esta vez con un tono más serio, aunque sus ojos seguían perdidos en el horizonte.

—___, sé que este camino que seguimos es peligroso. Cada día nos enfrentamos a la posibilidad de no regresar. —Su voz era firme, pero había un matiz de vulnerabilidad que no solía mostrar—. No suelo hacer promesas, porque sé lo volátiles que pueden ser las cosas en nuestro mundo. Pero hay algo que quiero que sepas.

___ lo miró, intrigado por el cambio en su tono. Sentía que Iguro estaba a punto de decir algo importante, algo que había estado conteniendo.

—No importa qué pase —continuó Iguro, girándose ligeramente hacia él—, estaré allí para protegerte. —Hizo una pausa, tragando con dificultad, como si estuviera reuniendo el coraje para continuar—. Pero... lo que siento por ti va más allá de eso. —Iguro se detuvo un momento, buscando las palabras adecuadas—. ___, tú eres... importante para mí. No solo como amigo, sino como alguien que...

—...como alguien que significa mucho más de lo que puedo expresar —continuó Iguro, con la voz cargada de una sinceridad que rara vez permitía mostrar. Las palabras salían lentamente, como si cada una de ellas le costara un esfuerzo considerable. Sus ojos, que hasta entonces habían evitado la mirada de ___, finalmente se encontraron con los de su compañero, reflejando la lucha interna que estaba viviendo.

Por un momento, el tiempo pareció detenerse. El sonido de los pájaros y el suave susurro del viento quedaron en un segundo plano, eclipsados por la intensidad del momento. ___, sin apartar la vista de Iguro, sintió que su corazón latía con fuerza, consciente de la importancia de lo que estaba a punto de escuchar.

Iguro abrió la boca para continuar, pero justo en ese instante, un graznido abrupto rompió el hechizo que se había creado entre ellos. Ambos voltearon rápidamente, sorprendidos por la interrupción.

—¡Caw, caw! ¡Pilar Iguro Obanai! —gritó el cuervo desde lo alto de un árbol cercano, con su voz estridente y urgente—. ¡Debes dirigirte al norte! ¡Te necesitan urgentemente allá! ¡Caw, caw!

El peso de la realidad volvió a caer sobre ellos con una fuerza abrumadora. Iguro, quien había estado tan cerca de abrir su corazón, sintió cómo la oportunidad se escapaba de entre sus dedos. Su rostro, que había estado mostrando un atisbo de vulnerabilidad, volvió a adoptar su habitual máscara de seriedad. Con un suspiro resignado, bajó la cabeza y cerró los ojos por un breve instante, como si intentara asimilar lo que acababa de suceder.

—El deber llama —dijo finalmente, su voz carente de la emoción que había mostrado momentos antes. Se levantó lentamente, la determinación volviendo a sus movimientos—. Lo siento, ___, pero debo irme.

___, comprendiendo la situación, asintió con una leve sonrisa que reflejaba tanto aceptación como un ligero dejo de tristeza. Ambos sabían que, en su línea de trabajo, las emociones y los deseos personales a menudo quedaban relegados a un segundo plano, eclipsados por las constantes misiones que tenían como pilares.

—Ten cuidado, Iguro —dijo ___, intentando transmitir en esas simples palabras todo lo que sentía.

Iguro le devolvió una mirada que, aunque breve, decía más de lo que cualquier palabra podría haber expresado. Luego, sin perder el tiempo, comenzó a caminar en dirección al norte, siguiendo el vuelo de su cuervo que ya se había adelantado para guiarlo.

___ se quedó en la colina, observando cómo la figura de Iguro se hacía cada vez más pequeña en la distancia, hasta que finalmente desapareció entre los árboles. El sol seguía brillando en lo alto del cielo, pero la tranquilidad que habían sentido esa mañana ahora parecía distante, como si hubiera sido solo un espejismo.

No tengas miedo ||Obanai Iguro y Male Reader||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora