Capítulo Cinco

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La música de la habitación de Jayden se filtró por las rendijas de mi ventana y llegó hasta mis oídos con claridad. Era una balada. Una de esas que hablan del amor en su momento más hermoso y que hacen desear tener una relación como de la que se habla en su letra.

Cerré los ojos, dejándome llevar por la melodía.

Con un suspiro, volví a abrirlos minutos después. Por alguna razón no podía conciliar el sueño y esta vez no tenía nada que ver con la música de Jayden. Al contrario, era una canción tan relajante que en otro momento pude haberme quedado dormida en segundos.

El motivo era otro. Uno que aún tenía mucho que ver con Jayden y los gemelos del café.

En apenas una semana, tres chicos habían aparecido en mi vida y ahora no podía evitar sentirme como un pedazo de caramelo, mientras ellos eran las hormigas que trabajaban juntas como un equipo. Y como todo ser vivo frente a un pedazo de comida, ellos me había identificado como su objetivo.

O quizás yo era la hormiga y ellos los niños con la lupa bajo el sol.

De cualquier manera, me sentía inquieta. Desequilibrada. Aturdida.


No siempre había sido así. Hubo un tiempo en que mi círculo de amigos estuvo conformado en su mayoría por chicos y yo los amaba tanto como una amiga puede amar a sus amigos. También permitía que me dieran besos en la mejilla o me abrazaran y me sostuvieran entre sus brazos durante algunos minutos. Me gustaban esos minutos.

Eventualmente me alejé de todo eso. El final de la secundaria significó también el final de amistades que aparentaban ser sólidas y que se derrumbaron como un castillo de naipes. A excepción de las fuertes cadenas de metal que me ataron a Cassie desde el inicio.

Debía admitir que sentí una gran decepción cuando los chicos comenzaron a tener novias y me hicieron a un lado para dirigir todo su cariño hacía ellas. Nunca me enamoré de ninguno de mis amigos, ni siquiera de los que parecían que éramos algo más. Pero de repente me hicieron sentir vacía, sin más uso y reemplazable.

Las chicas por otro lado, crecieron. O al menos pretendieron hacerlo. Comenzaron a utilizar maquillaje, vestir como putas con el fin de atrapar chicos y salir de fiesta con sus nuevos amigos. Este era su nuevo estilo de vida y ni Cassie ni yo nos vimos atraídas hacía él. Nosotras éramos más del tipo de salir a recorrer lugares históricos o rodeados de naturaleza y a acurrucarnos en un sofá a ver películas. Teníamos un gran repertorio de ellas.

Creo que fue en ese momento en el que tomé la decisión de mantenerme alejada de los chicos. No quería convertirme en alguien fácilmente desechable después de ofrecer mis sentimientos en bandeja de plata. Además de que me fui haciendo más consciente de los juegos mentales y estrategias que los chicos seguían para poder conseguir llevarse a una chica a su cama.

A pesar de mi decisión, las cosas no salieron como esperaba.

En la preparatoria, Cassie se convirtió en animadora y los chicos comenzaron a llover en nuestra dirección de nuevo. Al menos durante los primeros meses del año escolar.

Ella se encaprichó con un chico; un jugador de futbol y el chico más caliente de todos. Y como toda novela cliché, comenzaron a salir. La animadora y el jugador. Yo siempre lo odié y odiaba la forma en que miraba a mi amiga, como si solo fuera un pedazo de carne o un hueso para roer. También sé que ella nunca se enamoró de él y solo mantuvo el juego para seguir una tradición establecida por las novelas juveniles.

Mientras ellos salieron, uno de sus amigos comenzó a lanzarme indirectas y miradas que en un momento me parecieron tímidas y agradables. ¡Qué bien puede mentir un chico!

Cybernetic Cupid© (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora