Capítulo 7

125 11 1
                                    


STELLA EVERLIGH

Al sonar el timbre dando finalizada la clase del profesor Flitwick, me puse de pie y salí del salón, la siguiente clase que me tocaba era la de transformaciones con la profesora McGonagall,pero antes de ir a su clase, pasaría a recoger mis libros que estaban en mi casillero.

Caminé directamente hacia los pasillos, abrí mi casillero una vez que estuve enfrente de el y saqué algunos libros colocándolo en mi mochila.

Debía terminar con la manía de dejar todo a última hora.

Cuando lo cerré, di un salto hacia atrás sorprendida al ver a Theodore apoyado en el casillero de a lado.

—Por Merlín—me llevé la mano al pecho—Casi me matas del susto .

—¿Dónde está tu celular?—Theodore preguntó de golpe.

—¿Ah?—pregunté confundida.

—¿Tu celular? ¿Dónde está?—preguntó Theodore un tanto molesto—Te he mandado miles de mensajes y no contestas.

—Lo dejé en mi habitación, no me gusta tener distracciones en clases—respondí con simpleza.

—Pues, te va a tener que gustar, lo compré para que lo utilices, no para que lo tengas guardado como un adorno.

—Está bien, ¿Qué es lo que querías decirme?—fui directo al punto.

Él abrió uno de sus libros y sacó un papel.

—Necesito que firmes esto—me lo entregó.

Lo recibí sin entender a qué se refería.

—¿Qué es esto? ¿Y por qué debería firmarlo?—soné un poco confundida.

—Solo estipulará algunas reglas básicas de nuestro acuerdo y el tiempo que deberás cumplirlo—explicó.

Lo miré con extrañeza, no muy convencida.

— ¿Tiempo? ¿Reglas? ¿De qué estás hablando?—pregunté, alternando la vista entre el papel y él.

Aunque sonará odiosamente preguntona, debía hacerlo, tal vez ese dichoso papel decía que debía donarle un órgano y yo ni enterada.

Theodore resopló y me miró como si yo fuera el ser más estúpido del planeta.

—Es un maldito acuerdo que tiene ciertas reglas que debes cumplir, como por ejemplo, no hablar de lo que hago o digo, hacer todo lo que te pida sin hacer preguntas, no rechazar ninguna tarea y, por supuesto, no divulgar mi vida privada a terceros, especialmente a Parkinson o a su novio—explicó sin detenerse—¿Entendiste? ¿O tengo que ser más específico?

—¿Su novio?—pregunté ceñuda.

—Ridlle—respondió a secas.

—Matheo no es su novio—negué con la cabeza.

—Me da igual si lo es o no, solo no quiero que lo divulgues.

—Créeme que nunca se lo diría a nadie,no es que me guste la idea de que los demás sepan que trabajo para ti como una asistente—aseguré.

—Lo dudo mucho, quién no se emocionaría por trabajar para mí—Theodore soltó una sonrisa arrogante.

—¡Yo!—me señalé a mí misma—Yo soy la prueba viviente.

—Eso es lo que dices—bufó.

—Es lo que digo y lo que siento—aclaré.

—Voy a hacer como que me lo creo.

STELLA  [Theodore Nott]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora