Rhaenyra estaba furiosa, aunque llevaba semanas sintiendo una mezcla de emociones similares, la rabia esta vez tenía un destinatario claro. Aparcó el coche en el garaje y apagó el motor, quedándose en la silla unos minutos, respirando profundamente antes de entrar por la puerta. Sabía que lo que venía no iba a ser fácil.
Hace unas semanas, su mundo se había desmoronado. La muerte de su padre fue el primer golpe, seguido de la pérdida de su bebé. Quizás fue la conmoción de la situación, la forma en que recibió la noticia, o el hecho de que la empresa familiar, la que generaciones de su familia habían construido, había sido arrebatada de sus manos. De cualquier manera, el aborto espontáneo ocurrió tres meses antes de la fecha prevista para dar a luz. Cuando llegaron al hospital, ya era demasiado tarde; el bebé no sobrevivió. El vacío que sintió en ese momento fue indescriptible, un agujero que se hizo aún más profundo al enterarse de que habría sido una niña, la hija que tanto había deseado durante años. Pero no solo perdió a su bebé ese día; también perdió una parte de sí misma.
Estaba confundida, desconectada de su propia realidad. No quería hablar con nadie, ni siquiera después de regresar del hospital. Sabía que tenía otros hijos que la necesitaban, incluido su hijo más pequeño de dos años, pero no tenía la energía ni física ni emocional para levantarse de la cama. La combinación de la pérdida de su padre, a cuyo funeral ni siquiera pudo asistir, y la muerte de su hija, la dejó completamente desolada.
Sus hijos intentaron ayudar, acercándose uno por uno para hablar con ella. Aunque hizo lo posible por mostrarles una cara valiente, no siempre funcionaba. Pero en medio de todo esto, hubo una ausencia que brilló con más fuerza: la de Daemon. Él la había llevado al hospital, sí, pero una vez que entró en el quirófano, no lo volvió a ver. Cuando despertó, estaban los médicos, Jace, Luke, incluso Baela, pero Daemon no estaba.
Pidió verlo varias veces, especialmente cuando supo de la pérdida, pero durante todo el día no apareció. Al final, cuando le dieron el alta, se acercó a la habitación para ayudarla a salir, la llevó de vuelta a casa, pero no hubo una gran conversación. Rhaenyra tampoco quiso forzarla, consciente de que ambos habían perdido lo mismo: su hija y su padre, que también era importante para Daemon. Ella quería consolarlo, pero se sentía tan mal que no podía cargar con el dolor de ambos. Daemon siempre había sido un hombre de pocas palabras, no solía mostrar sus emociones, y aunque ella se había esforzado por ayudarlo a ser más expresivo tanto con sus hijos como con ella, en ese momento no tenía fuerzas para lidiar con él.
Así que pasaron semanas con apenas conversaciones cortas, y si alguna vez intercambiaban más que unas pocas palabras, terminaban en una pelea que dejaba a ambos enfadados y huyendo del cuarto sin resolver nada.
Sus hijos mayores intentaron mantener la paz en la casa, ayudando con los más pequeños y, cuando no estaban, las niñeras se encargaban mientras Rhaenyra pasaba días enteros en cama. Daemon aparecía pocas veces en su cuarto; aunque durante sus seis años de matrimonio siempre habían dormido juntos, ahora esa era una rareza. Él había decidido dormir en otra habitación, bajo la excusa de que no quería molestarla y que necesitaba descansar, pero Rhaenyra sabía que había mucho más detrás de esa decisión.
Daemon salía temprano en la mañana y regresaba tarde en la noche, siempre con la excusa de que estaba luchando por su herencia. Nunca había estado involucrado en los asuntos de la empresa familiar, habiendo dedicado su vida al ejército y a la guerra. Cuando regresaba a casa, su padre le asignaba tareas relacionadas con la seguridad de la familia, ayudando a proteger las compañías a lo largo y ancho de Westeros. Mientras tanto, Viserys se encargaba de mantener la empresa, la más importante de todo el continente, consolidando la riqueza y el poder de la familia. Cuando Viserys desheredó a Daemon y le otorgó su lugar a Rhaenyra, muchos esperaban una guerra familiar, pero para sorpresa de todos, no fue así. Después de unos años separados, cada uno siguiendo su propio camino, se casaron, y su unión fortaleció aún más su reclamo.

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Cicatrices de fuego
Fiksi PenggemarRhaenyra y Daemon Targaryen, tras seis años de matrimonio, se enfrentan al mayor reto de su relación. Con problemas de comunicación y heridas sin sanar, la pareja busca la ayuda de la terapeuta Alys Rivers. Se exploran sesiones llenas de tensión y d...