𝔰𝔬𝔪𝔟𝔯𝔞𝔰 𝔶 𝔯𝔢𝔳𝔢𝔩𝔞𝔠𝔦𝔬𝔫𝔢𝔰

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                             𝑅𝐼𝑆𝐴
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Morena e Isabella llevaban trabajando en ese postríbulo desde hacía ya varios años. El lugar, con sus luces tenues y música alta, podía parecer encantador para los clientes, pero para ellas no era más que un sitio de trabajo. Sin embargo, las cosas no siempre eran tan sencillas como tomar órdenes y servir bebidas.

Mauro, el dueño del pub, era conocido por su actitud áspera y por exigir más de lo que se debía. Aunque la paga era decente, las horas de trabajo y el trato que les daba a las chicas dejaban mucho que desear. A menudo, las empujaba a quedarse más allá de su turno, sin ofrecerles compensación extra. Y cuando se negaban, las miradas intimidantes y los comentarios desagradables no se hacían esperar.

Esa noche, Morena e Isabella se encontraban en el vestidor, preparándose para salir junto a Guadalupe, cuando Mauro irrumpió sin previo aviso. Su presencia siempre llenaba el ambiente de tensión, y esta vez no fue diferente.

—Guada, mañana te quedás hasta las cuatro. Necesito que cubras el cierre —dijo, sin molestarse en disimular su tono autoritario.

Guadalupelo miró, sorprendida, pero no dijo nada. Sabía que enfrentarse a el solo traería más problemas. Morena, en cambio, no pudo quedarse callada.

—Ella no puede quedarse tan tarde, tiene otra cosa que hacer —intervino Morena, con la voz firme.

El jefe la miró con desdén y luego se dirigió a la castaña nuevamente, ignorando por completo a Morena.

—No me importa lo que tengas que hacer. Vas a quedarte, o podés irte buscando otro trabajo. Es tu decisión.

Isabella apretó los labios, asintiendo con una resignación que Morena conocía bien. Mauro salió del vestuario, dejando tras de sí una estela de tensión.

—No podés dejar que te trate así —le dijo Morena cuando quedaron solas—. Esto ya es demasiado.

Lupe suspiró, sentándose en un banco y frotándose las sienes.

—Lo sé, Morena, pero... es complicado. Necesito este trabajo, y no puedo arriesgarme a perderlo. Ya viste cómo es. Si lo contradigo, soy la próxima en la lista negra.

— More, no es facíl, vos te le podes plantar asi porque tenes personalidad fuerte, en cambio nosotras...

Morena la miró con preocupación. Sabía que Isabella tenía razón, pero le dolía vera sus amigas sometidas a esa presion. Era injusto, y no sabía cuánto tiempo más podrían soportar esa situación.

—Tenemos que encontrar otra salida —murmuró Morena, más para sí misma que para Isabella—. Esto no puede seguir así.

Su amigas asintierln, pero la resignación en sus rostros dejaba claro que no esperaban un cambio pronto. Sin embargo, ambas sabían que el ambiente se estaba volviendo cada vez más insostenible.

Cambiando de tema para aliviar la tensión, Isabella se recostó en el banco y, tras un silencio incómodo, lanzó un comentario que Morena no esperaba.

—Hablando de salidas... ¿Sabías que Guido no es un cliente cualquiera?

Morena la miró con el ceño fruncido.

—¿Cómo que no es un cliente cualquiera? Solo es un poco conocido nomás? —preguntó, confundida.
— El otro dia investigue un poco sobre sus amigos y en twitter vi que dicen que es un gato, no a tenido ni una relacion estable y con razon viene a acá. Igual solo investigue de curiosa, nada más.

Isabella esbozó una sonrisa traviesa, disfrutando del hecho de tener una primicia.

—Es un cantante famoso, Morena. Guido Sardelli. Tiene una banda de rock. Airbag, creo que se llama. Lo escuché de un par de clientes que lo reconocieron la otra noche. Y ahora que lo pienso, tiene sentido. ¿Quién más vendría tantas veces a un lugar como este si no fuera para esconderse de los flashes?

Morena parpadeó, sorprendida. Nunca había prestado atención al mundo de la música, y mucho menos al rock, un ritmo que detestaba. Pero ahora que Isabella lo mencionaba, algo hacía clic en su mente. Eso explicaría la actitud relajada, casi despreocupada, que Guido siempre mostraba, como si el mundo no pudiera tocarlo.

—Eso no cambia nada —respondió Morena finalmente—. Que sea famoso no significa que tenga más derecho a molestar.

Isabella se encogió de hombros, sonriendo aún.

—No, claro que no. Pero, admitilo, le da un toque más... interesante a la historia. Nunca pensé que tendríamos una estrella de rock entre nuestros clientes regulares. Y mucho menos que este interasado en vos. Se nota que no sabe que escuchas a Duki y odias el rock.

Morena dejó escapar una risa suave, pero en el fondo, sentía cómo la situación se complicaba aún más. No solo tenían que lidiar con un jefe explotador, sino que ahora también había una estrella de rock en medio de todo esto. La vida, pensó, tenía una manera extraña de mezclar las cosas.

—Ojalá todo fuera tan simple como en las canciones —dijo en voz baja, más para sí misma.

Isabella, que la había escuchado, le dio una palmada en la espalda.

—Tranquila, More. Todo se acomoda eventualmente. Solo tené cuidado con lo que decís o hacés con Guido. Nunca se sabe qué puede salir de un tipo así.


















𝑅𝐼𝑆𝐴  |  𝑮𝑼𝑰𝑫𝑶 𝑺𝑨𝑹𝑫𝑬𝑳𝑳𝑰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora