𝖀𝖓𝖔 | El reloj.

54 6 15
                                    

ESTA ES, sin duda, la fase más importante y delicada del proyecto. Por supuesto, queremos que nuestra gente participe en la planificación y la ejecución —dijo Nishimura Isamu, dirigiéndose al hombre que tenía enfrente.

En la mesa de reuniones había personas asintiendo, un mar de caras conocidas, algunas viejas, otras nuevas que estaban del lado de Isamu.

Junto a su padre estaba sentada la doctora HyoJin, la principal experta no sólo en el reconocimiento de los rasgos psicopáticos y sociopáticos¹ en los adolescentes, sino en el tratamiento de esas patologías.

Un conjunto de habilidades únicas nacidas de la necesidad había dado lugar al proyecto en el que ahora todos estaban profundamente arraigados. A su lado estaban sentados sus dos hijos, JongSeong y Jay.

El hombre al que Isamu intentaba convencer era Xnạndā Dārāwạn², un aburrido y hostigado burócrata tailandés, con el más alto nivel de autorización de seguridad y cero tolerancias con la gente que lo cuestionaba.

Los miró a todos con una imperiosidad que sólo provenía de años de trabajo en el gobierno antes de dar una sonrisa poco sincera.

— Isamu, HyoJin, entiendo sus preocupaciones. Este proyecto es su bebé, pero hemos estado criando a estos sujetos...

— Niños —espetó HyoJin.

El hombre agitó una mano con desprecio.

— Sí, niños, durante quince años. Esperaría que, a estas alturas, tuvieras algo de fe en nuestras cualificaciones.

— Sin ofender —dijo Riki, destapando su agua embotellada—. Pero nadie con sentido común tiene fe en su gobierno.

Dārāwạn miró a Riki de forma molesta antes de pasarse una mano por la chaqueta de su traje negro.

A estos tipos realmente les gustaba vestirse como los Hombres de Negro³. Supuso que hacían cosas igual de turbias. Tal vez más. Nadie sabía con certeza si los alienígenas eran reales, pero ¿los psicópatas? Esos eran reales. Riki debería saberlo. Él era uno.

— Hemos creado cada aspecto de este proyecto —les recordó HyoJin—. Pero aquí es donde vemos nuestra prueba social. Aquí es donde les soltamos sus respectivas correas y nos aseguramos de que el entrenamiento ha funcionado. No aceptaremos que los agentes del gobierno se encarguen de esta última fase del estudio. Tiene que ser nuestra gente. Eso no es negociable.

— Un paso en falso podría arruinar todo —añadió Isamu.

— Nunca estarán de acuerdo con eso —dijo Dārāwạn.

— Patrañas. —murmuró JongSeong— No actúes como si no tuvieras un control total y absoluto sobre el personal y el cómo se dirige este proyecto.

— Y no actúes como si no hubiera una sala llena de trajeados como tú escuchando cada palabra que decimos ahora mismo —añadió Riki.

— No estamos comprando un carro usado. Deja de fingir que tienes algún directivo por encima de ti con el que tienes que aclarar esto. La responsabilidad recae sobre ti. En todos ustedes. No nos iremos de aquí hasta que estén de acuerdo con nuestras condiciones —dijo JongSeong con una mirada fría.

Los labios de Dārāwạn se movieron en una sonrisa a medias.

— Me parece bastante divertido que hayan traído a sus hijos para que peleen sus batallas por ustedes. Si lo hubiera sabido, habría sacado a mi hijo de su excursión de octavo grado a la Montaña Mágica para que también pudiera participar.

— ¿Su hijo también es un psicópata, señor Dārāwạn?

Todos se giraron hacia el hombre que había hablado. Era intimidante, incluso para los estándares de Riki. Medía un metro ochenta, pero era un muro de músculos, como si fuera un jugador de futbol americano en la línea defensiva.

Doble Vida | JaykiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora