Un lugar a su lado.

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Capítulo 22: Entre Resaca y Pasión.

Desperté sintiendo el peso de Kimiko sobre mi pecho, su cuerpo cálido y suave presionaba suavemente contra el mío. Por un momento, me quedé inmóvil, disfrutando de la sensación, del silencio que llenaba la habitación. Los recuerdos de la noche anterior llegaron en oleadas, cada uno más vívido que el anterior. A pesar de todo, una sonrisa se dibujó en mis labios.

Kimiko se movió ligeramente, y nuestros ojos se encontraron justo cuando ella abría los suyos. Durante un segundo, hubo paz en su mirada, una tranquilidad que rara vez mostraba. Pero entonces, su expresión cambió de golpe, arrugando el ceño mientras se llevaba una mano a la cabeza.

-Ugh, ¿qué demonios es este dolor? -se quejó, con un tono de voz que parecía una mezcla de confusión y rabia. -¡Siento que mi cabeza va a explotar!

No pude evitar soltar una carcajada. Verla tan vulnerable, después de todo lo que había demostrado ser capaz de hacer, era... divertido. -Kimiko, eso es lo que se llama una resaca. -le expliqué, todavía riendo. -Te excediste un poco con la cerveza anoche.

Ella me miró con sus ojos entrecerrados, visiblemente molesta. -¿Te estás riendo de mí? -gruñó, su tono de voz subía rápidamente mientras su cola se agitaba con irritación.

Negué con la cabeza, levantando las manos en un gesto de rendición. -No, no me estoy riendo de ti... bueno, tal vez un poco. Pero es que eres tan ruda y fuerte todo el tiempo, y ahora te estás quejando por un dolor de cabeza. Es... irónico.

Kimiko frunció aún más el ceño, pero no pudo evitar que una leve sonrisa se asomara en sus labios. -Es tu culpa por darme esa cosa. ¡Te voy a matar!

-Sí, claro, claro -dije, aún sonriendo. -Pero antes de que intentes asesinarme, te haré algo picante para desayunar y te traeré algo hidratante. Eso te ayudará a sentirte mejor.

Ella se dejó caer nuevamente sobre el colchón, como si el mundo estuviera en su contra. -Siento que me envenenaste. Esto es peor que una maldición -murmuró, exagerando su queja mientras me miraba con ojos llenos de reproche.

-Créeme, Kimiko, es solo una resaca. Se te pasará en un rato -respondí, acariciando su cabeza suavemente.

A pesar de su dolor, Kimiko no parecía dispuesta a soltarme. Se giró hacia mí, abrazándome con fuerza, enterrando su cara en mi pecho. Sentí su respiración caliente y regular, y no pude evitar envolverla con mis brazos, disfrutando de ese raro momento de ternura.

-Eres un idiota ¿Lo sabías?. -murmuró contra mi piel, pero su tono no era tan agresivo como de costumbre. De hecho, había algo suave en su voz, casi... afectuoso.

-Lo sé. -respondí, acariciando su cabello con suavidad. -Pero soy tu idiota, ¿no?

Kimiko no dijo nada, solo se quedó en silencio, abrazada a mí. Y durante esos minutos, no hubo palabras, solo el latido tranquilo de nuestros corazones y la calidez de nuestros cuerpos juntos.

Finalmente, Kimiko levantó la cabeza, su expresión más relajada. -Creo que una ducha no estaría mal. Hace calor y mi cabeza sigue latiendo.

Kimiko Cinco ColasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora