Mi turno estaba por empezar en el hospital. Viajar 15 minutos hasta allí era un desafío constante para mí, el ir por la carretera en el viejo Ford Mustang de mi abuelo hacía que arriesgara mi vida todos los días, no podía confiarme de ese antiguo auto porque siempre tenía problema. Cada día era una nueva aventura a veces el motor se apagaba en plena autopista, dejándome varada en medio del tráfico, cuanto odiaba ese coche, pero era mi una opción para llegar al trabajo.
Rezaba a Dios para que hoy fuera un turno tranquilo, deseando poder hacer mis pendientes sin interrupciones. "After Hours" sonaba de fondo mientras conducía por aquella carretera despejada, sin automóviles que entorpecieran el paso. Una de las cosas que más disfrutaba del viaje al trabajo era la vista de los árboles y los grandes campos verdes que flanqueaban la carretera. El hospital estaba a un kilómetro del mar, y a veces, después de un turno largo, aprovechaba para ir a la playa a ver el amanecer. Sentía que aquello era terapéutico; después de atender a tantos pacientes y lidiar con montones de papeleo, mi mente necesitaba paz para poder resolver el caos de forma adecuada y asertiva.
Después de conducir por unos minutos, finalmente llegué al hospital. El guardia de la entrada me recibió con una cálida sonrisa. Era un hombre de unos cincuenta años, con cabello blanco como la nieve y sus característicos lentes redondos, que se ajustaban perfectamente a su rostro y uniforme. Le devolví la sonrisa y continué mi camino hacia el estacionamiento. Antes de entrar, tenía la costumbre de rezar y pedirle a Dios la fuerza para hacer bien mi trabajo, ya que tratar con personas no era nada fácil y mas si se tenia que dar noticias inesperadas de su enfermedad.
Bajé del auto sintiendo una cálida brisa sobre mi rostro. Podía pronosticar que hoy sería uno de esos turnos tranquilos, viendo a pocos pacientes y echándome pequeñas siestas en el viejo consultorio de pediatría.
"Buenas tardes, señorita Francis", dijo la nueva residente de enfermería con una sonrisa cálida, aunque su expresión mostraba cierta preocupación.
"Hola, ¿todo está en orden?" pregunté, notando su inquietud. La chica, de unos 20 años, me observó por un instante antes de responder.
"No sé si debería ser yo quien le diga esto", suspiró y tomó aire antes de continuar. "El señor Scott ya fue dado de alta, pero ha presentado una queja contra nosotras."
Reí suavemente.
"Laura, ¿leíste la historia clínica de ese paciente?"
"No", respondió apenada.
"Me lo imaginé. Debes hacerlo, siempre mantente pendiente de los pacientes. El señor Scott tiene un diagnóstico de esquizofrenia paranoide", expliqué, tomando mi taza de café en forma de gato y continué hablando, "siempre dice que va a presentar una queja porque cree que hay personas que lo quieren matar por que el trabaja de espia."laura no dijo nada mas que sonreir para luego irse de la habitacion donde descansabamos y dejabamos nuestras cosas.
Guardé mi bolso en el casillero y me dispuse a realizar mis pendientes. Todo estaba sorprendentemente tranquilo para ser un viernes. El frío aire del pasillo me provocaba escalofríos, y una extraña sensación de inquietud me acompañaba, sin dejarme tranquila. Al llegar a la unidad donde estaban mis compañeros, me concentré en hacer algunas notas, tratando de despejar mi mente de esa sensación perturbadora.
El sonido de la ambulancia resonó en la distancia, y la inquietud que sentía comenzó a desvanecerse. Los porteros abrieron las puertas de la unidad de urgencias, y vi cómo traían a un hombre en una camilla
El hombre estaba inconsciente, con múltiples heridas visibles. Los paramédicos hablaban rápidamente, informando sobre su estado mientras lo trasladaban a la sala de emergencias. Noté que mis compañeros reaccionaron de inmediato, cada uno tomando su posición y preparándose para la atención del paciente.
Sin embargo, algo en la situación me hizo detenerme. Ese hombre... había algo familiar en él. Me acerqué para tener una mejor vista y, de repente, mi corazón dio un vuelco. Era Matteo, mi vecino. El dueño de la compañía de autos que siempre había sido tan reservado y distante.
No podía creer lo que estaba viendo. ¿Qué le había sucedido? ¿Cómo había terminado en esta situación? Sentí una mezcla de preocupación y miedo, pero sabía que tenía que mantener la calma. Era mi deber, después de todo, asegurarme de que recibiera la mejor atención posible.
Mientras ayudaban a estabilizarlo, escuché a uno de los paramédicos mencionar algo que me dejó helada: "Aceleró directamente hacia el otro auto... parece que fue intencional." Sentí una mezcla de conmoción y tristeza. ¿Qué lo había llevado a tomar una decisión tan desesperada?
Mas tarde me entere que lo habia estabilizado y que las heridas que traia no eran profunda como para meterlo a un quirofano, por una extraña razon senti la necesidad de querer ir a verlo y preguntar como estaba pero me detuve porque se que ya habia alguien mas que lo estaba ayudando y no podia hacer nada al menos que me lo pidieran.
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cicatrices ocultas
Teen FictionEn la sala de emergencia del hospital estaba en plena actividad, murmullos constantes de voces, pitidos de monitores, doctores pasando de cuartos a quirófanos creaban una sinfonía caótica, Francis con su típico uniforme blanco y su paciencia infinit...