Capitulo 2

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La noche volvió a recuperar su calma tras el ingreso de mi vecino a emergencias. Tomé mi cuarta taza de café, mientras mi pie se movía con tanta inquietud que Alejandro no pudo evitar notarlo. Se acercó a mí con una expresión de preocupación.

"¿Qué te pasa, pequeña?" preguntó con suavidad.

"Nada, creo que el café me tiene en un estado de hiperactividad," respondí, forzando una sonrisa que era demasiado falsa como para engañarlo.

"vamos a mí no me engañas fácilmente" Alejandro me observo con aquellos ojos café que estaban mesclados con preocupación.

"todo esta bien, iré a ver cómo están los pacientes" dije cambiando de tema, no quería que el se preocupara por mí. 

"esta bien, antes que nada, ve donde mi  paciente que acaba de ingresar a ver como sigue, me duelen los pies y  no quiero ir a la segunda planta" hablo  mientras se acostaba en  una vieja cama de metal, "es tan comoda como la que tengo en casa" murmuro antes de que yo saliera del consultorio,  sabia que lo hacia a proposito el mandarme a mi pero no importa yo iria a verlo,  habia un poco de alegría, pero a la vez pánico, ese tipo era mi vecino, pero nunca había rosado palabras con el y no se si sabia que yo era su vecina.

Caminé por aquellos pasillos solitarios, el eco de mis pasos resonando en la calma de la noche. Subí las escaleras hasta llegar la segunda planta. Allí, en el pasillo me encontré con Matteo, vestido ahora con un pijama blanco que contrastaba con su cabello negro y resaltaba los tatuajes en su brazo. Su rostro reflejaba enojo y frustración. Lo observé,intentando comprender lo que estaba sucediendo. Matteo siempre había sido reservado, pero verlo tan alterado hoy me desconcertaba. Nunca habíamos cruzado palabra, pero en ese momento, sentí que algo importante estaba ocurriendo, algo que iba más allá de la simple y distante relación de vecinos que habíamos tenido hasta ahora. El silencio se hizo pesado mientras intentaba encontrar palabras. ¿Sabía él que yo era su vecina? Y si lo sabía, ¿por qué este ingreso estaba afectándolo tanto? Mientras estos pensamientos cruzaban mi mente, supe que no podía dejar que las emociones personales interfirieran con mi trabajo. Mi deber era cuidar a los pacientes, y aunque ahora las cosas se habían complicado, tenía que mantenerme firme.

"Buenas noches," dije con  voz firme y calmada, aunque sentía una tensión interna. "¿Qué hace fuera de su habitación?" pregunté, notando cómo mi corazón comenzaba a latir con fuerza.

"Quiero irme de este maldito lugar," bufó, su tono impregnado de frustración.

"Lamento informarle que no podrá irse en estos momentos," respondí mientras avanzaba unos pasos para abrir la puerta de la habitación donde él estaba ingresado. "Por favor,entre nuevamente a su habitación, señor Matteo."

"No" dijo molesto "No me escuchas, quiero irme de este maldito lugar" esta vez su tono de voz era mas alto denotando su enojo cada vez mas.

"Lo siento mucho pero hasta que un doctor lo evalue sera dado de alta, mientras tanto tiene que ir a su habitacion." menti, sabia que eso no iba a ser posible, este hombre esta en riesgo de suicidio y hasta que fuera valorado por un psicologo o un psiquiatra  se iria.

"Mierda, no entiendes," Matteo se acercó a mí, rozando nuestras narices. Su mirada estaba cargada de furia, pero también de algo más, algo oscuro y herido que intentaba esconder detrás de su enojo.

"Lo que entiendo es que estás molesto, desesperado quizás, pero no puedo dejar que te vayas así." Mantuve mi tono firme, a pesar de lo cerca que estaba, sintiendo su calor y su respiración rápida, como si intentara contener todo lo que lo consumía por dentro.

Sus ojos se clavaron en los míos, y por un segundo, vi el dolor que tanto intentaba ocultar. "¿Qué sabes tú de lo que necesito? Nada de esto tiene sentido, todo está jodido. No quiero estar aquí, no quiero... seguir aquí." Sus palabras eran casi un susurro al final, cargadas de una tristeza que atravesaba su coraza.

"Matteo..." murmuré, suavizando mi tono. "Sé que no confías en mí, pero te aseguro que no estás solo en esto. Puedes odiar este lugar, odiarme a mí si quieres, pero no te dejaré ir hasta que estés bien. No voy a dejar que te hagas daño."

Él apretó los puños, claramente luchando entre la rabia y la angustia que lo dominaban. "No entiendes nada," repitió, pero esta vez su voz temblaba ligeramente, como si estuviera al borde de romperse.

"Mira, podemos hacerlo de la forma difícil o podemos hablar. Lo único que no haré es permitir que te vayas sabiendo que no estás bien." Di un paso hacia atrás, dándole un poco de espacio. "Así que, por favor, vuelve a la habitación. No tienes que estar de acuerdo, solo confía en que esto es lo mejor para ti, aunque ahora no lo parezca."

"Mierda" grito llamando la atencion de todos "Quiero irme joder, estoy bien" 

"Carlos" uno de los camilleros llego  donde estabamos nosotros "Busca al doctor Coen y manda a Alejandro " dije en un tono serio.

"Enseguida" el camillero  salio tan rápido como pudo que  cada vez que avanzaba se escuchaba menos los paso.

"Déjame ir", su enojo era tan aterrador que, por un segundo, sinti un miedo que jamás había experimentado. "Solo quiero irme" murmuro molesto. Matteo se acercó a la pared y la golpeó con tanta fuerza que pude ver cómo sus nudillos comenzaban a sangrar. Actué rápidamente y lo rodeé con mis brazos desde atrás, sintiendo lo ancho y musculoso que era. A pesar de llevar la ropa de hospital, su aroma a tabaco y menta inundaba mis sentidos, Suavemente recorrí con mi mano su brazo cubierto de tatuajes, un gesto que me pareció extrañamente placentero y difícil de explicar. ¿Cómo esta situación podía hacerme sentir así? Tomé sus manos y las entrelacé con las mías para evitar que siguiera lastimándose. Aquellas manos pálidas estaban manchadas de sangre y heridas. Lo miré a los ojos, esos hermosos ojos suyos. Había un brillo en ellos, pero mezclado con un torbellino de emociones.

"Todo va a estar bien", dije lo más sinceramente que pude. "Solo déjame ayudarte", y lo abracé.

Sentirlo tan cerca fue como un golpe inesperado de emociones. Su pecho se tensaba contra el mío, y el calor de su cuerpo traspasaba la tela del uniforme, derritiendo el frío que se había asentado en mí desde que comenzó a gritar. Mi corazón palpitaba con fuerza, no solo por el miedo que me había provocado antes, sino por la sensación de tenerlo tan vulnerable entre mis brazos. Fue un abrazo tenso, lleno de silencios cargados, pero también fue... necesario. Como si, por un instante, ambos encontramos un refugio en medio de la tormenta que éramos.

 Me aparté suavemente de él cuando los pasos del doctor y de Alejandro comenzaron a resonar en el pasillo, acercándose cada vez más.  Sentí un nudo en la garganta y desvié la mirada, incapaz de sostener la suya. Aun así, no pude ignorar la sensación de su mirada clavada en mí, una presencia que parecía envolverme, haciéndome sentir más pequeña con cada segundo que pasaba. El tiempo que transcurrió antes de que ellos llegaran fue un eco interminable, cada segundo más pesado que el anterior. Pero cuando finalmente el sonido de los pasos se detuvo, justo antes de que suvieran aquel escalon de madera , sentí un leve roce en mi mano. Su piel apenas rozó la mía, como un último intento de retenerme. El gesto fue tan fugaz como un latido, pero suficiente para que el mundo se detuviera a mi alrededor. ¿Qué pretendía con ese gesto desesperado? solo era su vecina la cual jamas habia rozado palabras y ¿Porque ahora me sucede este tipo de cosas con el?

cicatrices ocultasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora