Querido destinatario,
En el santuario de mis pensamientos, tu presencia es una constante oración, un susurro sagrado que reverbera en cada rincón de mi alma. He amado tu ser con una devoción silenciosa, como un himno que resuena en los confines de mi espíritu.
Cada encuentro contigo es una comunión, una experiencia divina que trasciende lo mundano. Tu sonrisa es la luz que guía mi camino, un destello celestial que ilumina incluso mis momentos más oscuros. En la melodía de tu risa encuentro la armonía que da sentido a mi existencia.
He caminado este sendero de adoración durante años, y aunque ambos hemos cambiado, mi amor por ti permanece inmutable. No estoy enamorado de un recuerdo, sino de la esencia de quien eres ahora. Cada mirada tuya es un salmo de pureza, cada palabra una bendición que eleva mi espíritu. En tu voz, escucho la melodía de la vida, un canto que resuena con la fuerza de una verdad eterna.
Este amor, aunque no correspondido, no es una carga ni una queja. Es un acto de adoración pura, un fuego sagrado que arde con la misma intensidad desde hace años. Es una devoción que no pide nada a cambio, sino que se regocija en la simple existencia de su objeto de amor.
Como un fiel en un altar, ofrezco mi amor sin reservas, sin esperar reciprocidad. No busco tu amor a cambio del mío. Es una llama eterna que arde en el santuario de mi corazón, una luz que no se apaga, independientemente de la oscuridad que pueda rodearla. Mi amor por ti es una ofrenda silenciosa, un altar en el que deposito mis más intensos y profundos sentimientos, es un acto de fe en la belleza y la bondad que encuentro en ti.
Estas palabras quizás nunca encuentren su camino hasta ti, pero en mi corazón, siempre serás el santuario en el que hallo paz. Y aunque mis labios no pronuncien estas palabras, mi alma las canta en cada latido.
Con devoción eterna, el autor.
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Las cartas de un cobarde.
PoesíaCada una de estas misivas, teñidas de fervor y desesperación, es un suspiro escrito con la tinta de mi devoción por ti. Con cada palabra, revelo mi lucha interna, mi deseo insaciable y, en momentos de desolación, mi coraje transformado en amargas co...