Muerte.

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A quien corresponda,

Oh... ¿Cómo he llegado a suplicar de nuevo por tu favor? He buscado antes tu rostro en las noches más oscuras, cuando la luna apenas iluminaba las sombras de mis desvelos, cuando mis plegarias eran diferentes, menos sinceras. Hoy no vengo a ti para pedir lo que antes te rogaba. No vengo a cambiar lo inevitable, ni a torcer la voluntad de corazones ajenos. Vengo a ti herido, con el alma desgastada, no por el anhelo, sino por el cansancio
de amar sin ser amado. He llegado al borde de lo que puedo soportar, y tú, que velas sobre la muerte y el destino, sabes bien lo que es el fin de las cosas.

Te he conocido en mis noches más largas, cuando tus ojos plateados me observaban desde lo alto, testigos de cada lágrima, de cada susurro que escapaba de mi pecho. Sabes bien
que el amor que profesé fue mi única devoción, mi única religión. Y sin embargo, en la quietud de tu luna, en la paz de tu reino, has visto cómo ese amor me ha consumido lentamente, cómo mis días de esperanza se convirtieron en noches de angustia. Has sido el guardián de mis sueños, los has visto florecer y marchitarse en un mismo suspiro.

Hoy no te pido que cambies corazones, no te pido que remuevas el destino que ya ha sido sellado. No. Hoy vengo a ti, Señor de lo que muere, para pedirte la única cosa que sé que está en tu poder: la muerte de lo que debe morir. Te ruego, con la última esperanza que me
queda, que pongas fin a este amor que me consume. Que lo lleves en tus manos, como llevas las almas que cruzan el umbral, y lo dejes descansar en la paz de lo que ya no existe.

He intentado ser fuerte, he intentado resistirlo, pero sabes tan bien como yo que hay dolores que solo la muerte puede liberar.

Tú, que conoces los secretos de la luna, que vigilas con ojos eternos las lágrimas de los que sufren en silencio, has visto cómo mis noches se llenan de sueños de un amor que nunca me perteneció. Y en esos sueños, mi devoción ha sido tan profunda que he perdido mi camino. Me he entregado a una esperanza vana, a un amor que es solo un eco en el viento.

Te pido que, con el don que te fue concedido, me ayudes a cumplir mi destino, no como amante rechazado, sino como alma libre.
Antes te he suplicado con otras palabras, con otros ruegos, buscando cambiar lo que no podía ser cambiado. Quise que torcieras el corazón de mi destinatario, que llenaras sus ojos
con el amor que mis labios nunca pudieron transmitir. Pero hoy... hoy no pido eso. Hoy te ruego por mí, por mi propio descanso. No quiero cambiar a nadie más, ni siquiera a mí
mismo. Solo quiero, de una vez por todas, sentir la paz que tanto me ha sido negada. No quiero seguir siendo el devoto de una causa perdida. No quiero seguir arrastrando este peso que se ha vuelto más pesado que cualquier cruz.

Tú, que has amado también, sabrás lo que siento. Eres el guardián de lo inevitable, pero no eres ajeno al amor. Tú, cuyo corazón floreció bajo la luz de la luna, sabes lo que es amar y ser correspondido. Quizá por eso espero tu empatía. Quizá porque sabes que el amor es tan hermoso como cruel. El tuyo floreció, el mío se marchita antes de haber sido plantado.

No te pido un milagro, no te pido que me des lo que nunca fue mío. Solo te pido que cierres este capítulo en mi historia, que permitas que la muerte toque lo que ya no debe vivir en mi
interior.

Mírame, mírame con tus ojos de plata y dime que has escuchado mi súplica. Te ofrezco mi dolor, mis recuerdos, mi devoción errante. En ellos, sabrás que lo único que busco es lo quesiempre has prometido a los que te siguen: la paz del olvido, la calma después del
sufrimiento. Ayúdame, amo del destino, a dar muerte a este amor que ya no tiene lugar. Te lo ruego, no como aquel que ama ciegamente, sino como aquel que solo desea descansar.

Guíame bajo tu luna, permíteme volver a caminar sin las cadenas del pasado. Haz que este amor se duerma en la eternidad, y que yo pueda, por fin, seguir mi propio camino.

Con un ruego, una súplica,
El Autor.

Las cartas de un cobarde.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora