. ꪆৎ ㅤׂ Capítulo tres
Habían pasado unos días ya del comité, Beatriz consideraba que todo estaba yendo perfecto, claro dejando de lado los chismes del cuartel. No había hablado mucho con su gerente de ventas después de la reunión, sólo un pequeño "gracias" y un par de charlas formales sobre el trabajo...
Realmente era una decepción, había esperado hacerse más cercana con Marcela después de su ayuda, y sobre todo la comprensión frente a todos los presentes ese día en el comité. No era algo muy común de ver, es decir, que un Valencia se pusiera de su lado. Pero intentaba no juzgar a Marcela y Daniel sólo por sus apellidos. No podía decir mucho de la otra Valencia, sólo la había visto un par de veces.
Había intentado mantener en orden al cuartel, no sería ético si les dejaba pasar sus actitudes sólo porque eran sus amigas. Quería hacerlo bien, quizás demostrar que podía hacerlo sola. Tal vez cuando consiguiera algo de reconocimiento, dejaría de ponerse sumamente nerviosa con la presencia de una mujer tan imponente como Marcela Valencia.
Esos nervios tan insoportables que sólo le permitían bajar su mirada con vergüenza.
Quería, necesitaba hablar con aquella mujer que le dejaba los pelos de punta con sólo una mirada. En realidad, sólo necesitaba hablar con alguien de las cifras y porcentajes, pero prefería hacerlo con Marcela. Era una excusa razonable para volver a conversar.
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Soltó sobre el documento su pluma flojamente decorada con un llavero de su inicial al mover con sus pies la silla corrediza hacia atrás, poniéndose de pie al compás en el que esas ruedas pequeñas movían la silla de tonos negros. Tomó entre sus dedos los mismos papeles que había estado leyendo todo ese tiempo, no más de diez minutos fueron suficientes para considerar hablar con la pelinegra sobre aquello que llamaba su atención.
Sin embargo, al pasar un pie al otro lado del umbral de la puerta, la tensión en el aire se podía percibir a metros de distancia. La voz pasiva-agresiva de Marcela resonó en sus oídos al escuchar cómo le llevaba la contra a un par de mujeres, el cuartel en cuestión.
Un suspiro escapó de sus labios con fastidio. ¿No se podía tener un día tranquilo en Ecomoda? Al parecer la paz no ganaba al tener chismosas husmeando entre sí en los baños. Sus pasos se apresuraron hacia la escena que se formaba frente al ascensor, finalmente logrando oír las palabras intercambiadas entre el grupo de mujeres.
-Doña Marcela... Yo le juro, que le parta un rayo a Bertha si estábamos hablando de usted. -Prometió Sofía, provocando la mirada de todas al alrededor, sobretodo la mirada estupefacta de la mujer nombrada.
-¿Que yo qué? -Bertha preguntó asustada desde su escritorio, unas risas sarcásticas saliendo de la boca de la accionista.-Dios, pobre de Bertha. -Su tono irónico al cruzar sus brazos.
-Sofía, no soy estúpida, oí mi nombre perfectamente. No puedo permitir estás conductas, estos chismes en la empresa. -Marcela se quejó al dar un paso más.
-Está bien, Beatriz no les dice una palabra por sus actitudes, pero yo no me quedaré a ver cómo hablan mal de mí a mis espaldas. -Miró a todas las presentes, justo cuando Beatriz se atrevió a intervenir.-Doña Marcela. -Betty exhaló un suspiró al pronunciar el nombre de la mujer que mantenía tan ocupada su mente.
-No me parece correcto que este gritando a las trabajadoras. -Ajustó sus lentes con su dedo medio al mirar a todas, quienes fijaban su atención en ella. Aclaró su garganta con nerviosismo al notar que la pelinegra también la estaba observando, pero con molestia.-¿Podemos hablar? -Pidió casi inofensiva la joven jefa, Marcela sólo dejó salir un ruido de fastidio al dirigir sus pasos hacía la oficina de presidencia; Beatriz siguió sus pasos para dar la conversación que ella misma sugirió.
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-Doña Marcela, no le puede estar gritando a las empleadas a plena luz del día. -Beatriz explicó al reclinarse en su silla, su dedo medio acariciaba su sien con frustración.
-Sus "amiguitas" no se pueden estar juntando en los baños en horas de trabajo, Beatriz. -Marcela era una bomba de tiempo, de esas silenciosas que te tiran veneno mientras te matan con lentitud.-Lo entiendo, pero no es excusa -Marcela la interrumpió de inmediato.
-Además de sus insoportables chismes, no puedo permitir esa falta de respeto. Y le recuerdo, teníamos una promesa. -Betty dejó salir otro suspiro al oír el recordatorio. Lo sabía, Marcela se refería al día en que tuvieron su pequeña charla privada... La promesa por parte de Beatriz, esas palabras claras sobre que no permitiría una falta de respeto mientras ella estuviera cómo presidenta de la empresa.
-Lo entiendo, doña Marcela, pero yo lo puedo resolver, no tiene que gritarles. -Se excusó, y antes de que su contraria pudiera decir otra palabra, volvió a hablar.
-Y mi promesa se mantiene cómo se lo dije, hablaré con ellas si hubo algún inconveniente. -Le claró con el semblante firme, al igual que su tono de voz y postura en el instante en que cruzó sus piernas.
-Sólo, ¿puede evitar levantarles la voz mientras arreglo el problema? -Marcela se quedó en silencio, unos segundos pasaron antes de que su cabeza se moviera en un leve asentimiento. -Tendrá que ser. Pero sólo esperaré un par de días, Beatriz. -Ella aceptó de mala gana, su semblante lleno de molestia pura.-Gracias, doña Marcela, intentaré arreglarlo lo antes posible, se lo prometo. -Ahí iba una promesa más al montón que había recibido a lo largo de su vida. ¿Cómo volvería a confiar en las promesas de alguien, después de semejante hombre con el que estuvo? Sólo esperaba no recibir más decepciones, mucho menos de Beatriz. Esperaba que está mujer no fuera del tipo que se toma las promesas a la ligera. Su rostro demostró un obvio disgusto, está mujer no titubeaba a la hora de demostrar sus expresiones.
Los ojos de Beatriz recorrieron con descuido ese cuello al verla poner una disgustada expresión. No sabía por qué razón, pero no quería que se fuera tan pronto. Ambas mantuvieron el silencio, observándose con atención, cada una casi contemplando la vista que tenían delante; Beatriz fue la primera en bajar su mirada, fingiendo leer al sentir que la mirada de Marcela no se despegaba de sus facciones y detalles. Se sintió intimidada, a pesar de que esos ojos no tenían ninguna intención maliciosa está vez.
-Ah, ¿entonces eso es todo? -Preguntó Marcela al llevarse las manos al mentón, apoyando sus codos en el escritorio ajeno. -Sí, se puede retirar. -Terminó al dirigir su mirada a los documentos que tenía entre manos. De repente, al volver a levantar su rostro, Marcela ya se había ido.
Otro suspiro escapó de sus labios, su dedo medio yendo al borde de sus anteojos para acomodarlos con cansancio.
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Caprichos & Anhelos | Marcela Y Beatriz
Fiksi PenggemarCaprichos y anhelos, dos palabras distintas, pero con tantas similitudes. Al igual que esas dos mujeres, esas rivales natas que con una sola mirada se lograban transmitir tantos sentimientos entre sí. Sentimientos que nadie más entendía, sensaciones...