2009 (1)

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Sergio miraba su obra de arte con ojos brillantes. Su hijo había sido invitado a Holland Sport, un programa de deportes holandés.

El presentador estaba interesado en el hijo prodigio de Jos y el neerlandés había acerado casi de inmediato.

Antes de la entrevista y de que su padre lo recogiera, su madre le había hecho un conjunto de ropa que, aunque le disgustara, iba a ponerse. No podía decirle no a su madre.

La muda consistía en una camisa con botones de manga larga de franjas blancas y rojas y unos jeans rectos. Él sentía que las franjas lo hacían ver como un viejo pero ver la sonrisa soñadora de su madre era una recompensa sin igual.

Había tenido problemas al querer abotonar la tela pero el pecoso fue de gran ayuda.

Sus dedos pequeños tocaban la tela de su pecho hasta su estómago, haciéndolo sentir cosas en el mismo. Como mariposas.

El hecho de tener la cara de su madre tan cerca era único, podía ver sus preciosas pecas y sus ojos atentos a su encomienda.

—Listo mi niño, de verdad te vez muy guapo.

—Si hermano, ¡te ves bien!—Su hermanita había bajado con un vestido azul que resaltaba sus ojos y su cabello rubio. Más aún con los rayos del atardecer asomándose.

—Ambos se ven preciosos, mis dos pollitos. Mi guapo príncipe y mi hermosa princesa.—No dejaba de verlos con estrellitas, sin duda se había sacado la lotería con niños tan dulces.

—Ma, ¿no vas a acompañarnos?

El humor del mexicano se disipó un poco y negó, con todo el tacto posible.

—No puedo cariño, su padre vendrá por ustedes.

—Yo no quiero ir.

—Emi-

—Ya no quiero vivir con él, quiero estar aquí, ¿por qué solo puedo quedarme contigo dos días y Victoria toda la semana?

Sus ojos se movieron sin un punto fijo, no quería mirar a su hijo porque lloraría. Desde el divorcio, se había convertido en un hombre demasiado sensible y cualquier sentimiento negativo era un quiebre para su psique.

—Amor, tienes que entender.—Le miró en un intento por verse bien.—Papá vendrá por ti y por Jane, yo te veré por televisión y la próxima vez que vengan podremos hacer lo que quieran; solo nosotros tres.

La pequeña rubia asintió efusivamente ante las palabras de su madre, él también extrañaba a su hermanito y quería estar con él más de dos veces a la semana.

Era triste no tener con quien jugar o charlar.

Max no parecía entender y sus ojos mostraron un dolor escondido desde hace meses. Alarmado, Michel limpio las gotas saladas que se asomaban en su rostro.—Sabes qué me encantaría que estuvieses conmigo y tu hermana pero son cosas que no yo puedo controlar mi niño.—Acaricio las redondas mejillas rosadas del rubio y las comenzó a llenar de besos.—Pero siempre estaré para ti, para ambos. Son mis hijos.

Era una forma de mostrarle que él estaría ahí siempre.

Pero para Max, era más que eso.

Era una confesión.

Pero sabía que tenían que ocultarlo, solo ellos dos lo sabían y quería quedarse así. Tenía que crecer y más le valía que el pecoso esperara por él.

Asintió y dejó hacerse por las caricias del castaño, si pudiera se quedaría todo el día así.

—¿Estas mejor?

Ik Houd Van Je, MamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora