Parte 1: Callemos lo que no sabemos

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Había un ángel en mi vida, de eso no había duda, aunque fuera solo mi vecino espiándome por las noches, de alguna manera yo quería pensar que era real, que había alguien que se preocupaba por mí; no sé porque me empeño en obsesionarme con una realidad que no existe. Las noches de invierno son escalofriantes de camino a mi apartamento, pero solo de llegar a la esquina veo su silueta bajo la tenue luz del farol, verlo era como esa sensación de chocolate caliente en la madrugada nevada. Llevaba unos seis años viviendo en el mismo lugar y aún no sabía su nombre, ni su edad, ni su origen, nada sobre él, solo sabía que cada noche me esperaba justo en la puerta de su casa que quedaba frente a la mía, al menos a mí me gustaba pensar eso, algunos días intenté asomarme a mi balcón para verlo entrar, pero era como si se hubiera esfumado...

Ella era como un brote en la mañana del primer día de primavera, los lirios, los tulipanes y el jardín entero se quedaban inferiores y asomados mientras contemplaban su inaudita belleza; solo quería que fuera mía, pero al menos puedo vislumbrarla en la distancia que mis ojos la admiren, pero los suyos no me perciban. La vida misma se me escapaba de las manos las noches que la esperaba apoyado en el marco de mi puerta, esperando que su aroma llegara y contagiara el frío y espeso aire de la nieve. Espera paciente a que termine el invierno, haré que mi calor te satisfaga el abrigo de la última noche de esta estación...

Sigo preguntándome todas las veces a altas horas de la noche ¿Cuál es tu nombre mi rayano ángel? Mis pasos colindantes son toscos y se hunden en la nieve gruesa, replicando que el camino sea más corto hasta aquella farola que siempre iluminaba el lúcido contorno de su figura, pero esta noche los rayos de luz no iluminaban los bordes remarcados de su cuerpo, solo estaba el marco de su puerta y mis ojos fijos en esta. Me desconcerté de la realidad a tal punto que no vi como la escultura sólida de su tamaño acaparaba casi el acceso a mi departamento. -Ten cuidado, muchacha- Su voz era como me la había imaginado todo el tiempo, gélida, silenciosa y ligeramente brama. Mi mente se quedó en blanco por un segundo antes de poder reaccionar...

Ella se veía esplendida esa noche, todas las noches; sus mejillas estaban rojas, probablemente del frío y su presencia era cautivadora, su mirada reconfortaba el silencio. Sus labios entreabiertos expulsaban el vaho de su aliento fogoso. Solo había una distancia limitada entre nuestros cuerpos, y ella sabía que quería obedecer a su impulso, pero no lo hizo. Supongo que yo también sentí ese largo instante como un infinito segundo. Sus pies punteaban hacia la entrada, pero su voz se dirigía a mí. -Eres tú- No escuché palabras más hermosas, mas no fueron las palabras lo que me impresionó, sino de quien venían. Ella no sabía de mí más que mi aspecto; su cabeza con expresión confusa inclinada hacia mí rostro lo decía todo...

Yo quería desaparecer en ese instante, en mi mente se repetía una y otra vez aquella frase que alguna vez escuché, tierra trágame, sus dedos helados rozaron mi mano por un segundo, pero ya yo estaba tiritando desde que escuché sus palabras. Esta vez el peso de su presencia era más denso y recubrió mi mano con la suya contra la pared suavemente y dijo casi susurrando -No te preocupes, solo soy yo. Vamos sube sin miedo- Ese día las escaleras se me hacían más iluminadas de lo que estaba acostumbrada, sus pasos se coordinaron con los míos, abrió ligeramente la puerta esperando que entrara, pero yo no podría quitar mi mirada de sus labios, es como si quisiera decirme algo importante, sin embargo estuviera esperando el momento adecuado. Yo no quería terminar el momento ahí, así que me quedé inmóvil pensando si preguntar o no. -Hey muchacho ¿Me dices tu nombre?- Sonrió entre dientes y estoy casi segura de que murmuró algo como -será, ¿otra vez?- Por más opacada y disimulada que fuera su sonrisa no parecía tan distante como siempre...

Su mente estaba desordenada y llena de incertidumbre, tenía una cadena de pensamientos que no sabía organizar, me agracia la manera tan espontánea en que reacciona solo para no quedarse con la duda, pero aun así todo lo que yo recuerdo pasó hace años, es imposible hacerla recordar todos los detalles, no obstante no es un delito volver a vivir un recuerdo si quiero hacerla crear uno nuevo. Volveré a forjar todos los escenarios y te repetiré mi nombre las veces que sea necesario. -Soy Levis, y la verdad tengo el presentimiento de que te vuelves más impaciente si te hablo directamente- Me alegró verla sonreír, se sonrojó ligeramente mientras dijo -Mi nombre es Natalia- Mi mirada se superpuso en sus manos que resguardaba del frío, yo quería decirle que ya lo sabía, pero solo le contesté que me alegraba conocerla al fin, cuyas últimas palabras rebuscadas murmuré de buena gana. Ella va y viene, y sobran las paredes, entre su corazón y el mío. No sabe cómo pedirme que pase sin ser tan directa, yo estoy ansioso porque lo haga...

El suspenso me consume, la verdad me encantaría saber que está pensando, su nombre hace que mis pupilas se dilaten, como si estuviera recordando algo muy importante, quiero invitarle a pasar, saciar mis dudas sobre las noches anteriores y que me provoque de nuevo esa sensación de fruición que me transmitió cuando me dijo su nombre. Las luces son tenues en mi sala oscura, procuro no mal pisar y tropezar mientras retrocedo. Es como si leyera mi mente, tomo mi mano antes de que fuera a entrar acercándome impulsivamente a él dejando una distancia de apenas medio metro. Encendió la luz sonrió diciendo, -parece mentira que no conozcas tu propia casa- Yo también reí y me disculpé por mi torpeza, él solo me miró por un segundo y súbitamente me di cuenta que recibí el llamado de mi vida y yo pretendía que valiera la pena. -Bueno Levis... ¿quieres pasar?- Creo que notó mi nerviosismo, de alguna manera solo asintió con la cabeza con una sonrisa indiferente, colocó su mano en la nuca y esquivó la mirada; creo que a pesar de su tamaño y sus músculos no pasa de ser un bebé grande de al menos unos veintiséis años, pero como suelen decir en el estudio la apariencia no hace la edad, ni los años la madures...

Probablemente si le dijera mi edad no me creyera, todo es tan irreal, que llegamos al punto donde quisiera decirle la verdad de una vez, quiero que sepa que la conozco, que la admiro, que muy dentro de mí hay un corazón fragmentado de tantas veces de verla morir, si es que tengo corazón. ¿Será que más que enamorarme, solo busco en su alma rellenar el vacío de mi pecho? Sea como sea y de la manera que tenga que ser, aunque no fuera mi misión protegerla lo seguiría haciendo cada día, deseo más que nada su felicidad, y no habrá maldición capaz de arrancarme el sentimiento tan profundo que siento por ella. Ese daño ya era irreparable, y en la inmunidad de mis manos se sentía escalofriante la impotencia de no poder hacer nada...

A pesar de que se suponía que dentro de mi casa el ambiente fuera más ameno, yo solo estaba más frenética, aquel encuentro parecía más una entrevista que una visita, yo solo quería saber más de él y él parecía saber todo sobre mí. Soltó una carcajada y me miró a perfil abierto mientras me dijo -Podríamos dejar el interrogatorio aquí- Yo también reí con timidez, no quería incomodarlo y que luego no quisiera saber más de mí, así que solo se me ocurrió ir a la cocina y preparar chocolate caliente para ambos...

Si seguía haciendo preguntas probablemente llegaríamos al punto donde tendría que decirle de dónde vengo, realmente preferiría no tener que mentirle; al parecer estaba condenado a que mi identidad permaneciera oculta. Ahora que me doy cuenta, desde que volvió a reencarnar no había entrado a su casa, tiene muchos adornos, pero no hay ningún tipo de fotografía de familia o sus amigos, solo había un boceto de una mujer con un gran parecido a ella. Desde aquí se me hace imposible saber que piensa, no leo ninguna emoción proveniente de ella, solo un aroma dulce a chocolate que viene de la cocina. Tengo una tras secuela mientras me pierdo en mis ideas y vuelvo instantáneamente a la realidad al chocarme con sus pensamientos, se preguntaba intensamente si me gustara su chocolate caliente, no pude evitar reír al ver que dio justo en el blanco con mis gustos, como lo hace en cada vida. -No tenías que molestarte, pero muchas gracias, me encanta- Se sentó a mi lado aun algo nerviosa y sin saber que decir...

La necedad me consume mientras profundizo en sus labios soplando la taza con chocolate. No quiero que se marche, quiero observarlo más tiempo, aunque sea solo en silencio angustiado por mi poca facultad de palabras; ¿estaré siendo egoísta acaso? -No quiero que pienses que te estoy reteniendo ¿No tendrás algo importante que hacer mientras estas aquí o sí?- Sonrió y negó mi comentario ligeramente con la cabeza expresando -Soy libre de irme cuando quiera, ¿no?- Yo solo no lo perdí de vista a pesar de que mi expresión leve y asombrada se disipó en el frente asintiendo...

Repíteme Tu NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora