Capítulo 1

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—¿Dejar el mundo atrás?

La mujer de treinta y ocho años de pelo negro corto castaño entremezclado con gris, ojos cafés y piel morena clara, es quien hace la pregunta mientras termina de servirse café, su mayor recurso para reponer energías después de una complicada jornada que la mantiene fuera de casa hasta las once de la noche.

En cuanto a lo que se refiere, tiene relación con el viaje de fin de curso que el maestro Alberto ofreció para nosotros; han pasado tres días desde entonces, y quienes vamos a ir debemos prepararnos, pero, sobre todo, conseguir el permiso de nuestros padres; en mi caso no parece ser difícil.

—Así es, eso decía la página promocional en Facebook sobre ese destino —comienzo a explicarle—, dicen que esa región es como un lugar de retiro o algo así. ¿Tú qué opinas?

—Me sorprende que todavía me consultes algo —opina mamá—, normalmente alguien de tu edad diría algo como "ya casi soy un adulto, puedo tomar mis propias decisiones" —añade, engrosando la voz, queriendo imitar la mía.

—Por desgracia para ti, aún no soy un adulto.

—Pues a mí no me parece mala idea que fueras, después de todo, me tranquiliza más saber que irán con un profesor.

Justo a lo que me refería. Por lo general, los padres se inmiscuyen en las actividades de sus hijos para evitar que se metan en problemas, pero cuando es poco común que sus hijos tengan dichas actividades, se preocupan más por las conductas asociales, y acaban emocionándose cuando se abren a dichas actividades.

—Y ¿cuándo se irían? —pregunta.

—En una semana, todavía hay trámites —le explico—. Ya dije que iré, aunque estoy considerando cambiar de opinión.

Si supiera que fue por presión de Jessica, seguro se preocuparía, y eso que nunca hablo de ella.

—Ya tomaste una decisión, y te comprometiste a asistir —dice madre, tomando asiendo.

Ahora mismo nos encontramos en el comedor de nuestra casa. Comencé la mañana como siempre, con normalidad, sirviéndome un tazón de cereal con fruta picada, pero para distraerme un poco siempre sintonizo las noticias; en estos momentos transmiten en vivo una manifestación en Guadalajara contra el gobernador de Jalisco.

—Daniel, pienso que una semana fuera de la ciudad no te caería mal, nosotros apenas podemos ir de vacaciones por mi trabajo —comenta madre, frotándose la frente; el estrés laboral le produce jaquecas—. Créeme, mataría por un viaje a la playa, pero no podemos ni ir a un museo.

—Me da igual, trabajas mucho y necesitas descansar —le digo para tranquilizarla—. Además, la casa es más tranquila que cualquier cosa de afuera, al menos cuando no vas a molestarme a mi cuarto.

—Eso es porque siempre usas ese aparato a todo volumen —dice casi con molestia, señalando mi celular que tengo a un costado—. Lo digo en serio, a veces necesitamos salir de nuestra zona de confort y empezar a experimentar cosas nuevas. A ti al menos se te presentó una oportunidad, a mí mi jefe me tiene atada a un escritorio todo el santo día.

—Jeje, eso me espera cuando sea mayor, ¿no? —pregunto.

—Depende de a qué quieras dedicarte, pero, en teoría, sí —responde mamá soltando un suspiro—. Te diré algo...

«Esto no será bueno», pienso.

Mamá siempre hace eso cuando quiere anunciar algo que sabe que quienes la escuchen no estarán de acuerdo.

—Esto está acabando conmigo lentamente —comienza a decir—, una amiga del trabajo dijo que se me nota el cansancio; no le tomé importancia hasta que comencé a cabecear de camino al trabajo, y casi atropello a un ciclista.

Dejar el mundo atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora