Capitulo 13: Un nuevo comienzo

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El sol de la mañana se colaba a través de las ventanas de la escuela, iluminando el pasillo y prometiendo un día interesante. Miranda y yo habíamos llegado juntos al instituto, pero esta vez, algo era diferente. La noche anterior, nos habíamos besado por primera vez. Aunque lo había deseado durante mucho tiempo, estar a su lado ahora me llenaba de nervios.

Caminábamos hacia el aula, tratando de mantener la conversación ligera, pero mi mente seguía dando vueltas a lo que había pasado. Cada vez que nuestras manos se rozaban, sentía una corriente de electricidad recorriendo mi cuerpo. ¿Miranda sentiría lo mismo?

Al entrar al aula, encontramos a Camila y Sofía ya sentadas en sus lugares habituales. Las risas y las conversaciones llenaban el aire, creando un ambiente vibrante. Me senté junto a Miranda y traté de unirme a la charla, aunque mi atención estaba en ella, buscando señales sobre cómo se sentía después de la noche pasada.

Miranda, con su humor característico, pronto rompió el hielo.

-¡Hola! -dijo con una sonrisa traviesa-. ¿Cómo han estado?

Camila y Sofía respondieron con entusiasmo. Miranda, siempre enérgica, soltó una de sus ocurrencias:

-Maaaall -dijo con dramatismo-. ¡Tuve que lidiar con un ejército de monstruos en mi sueño que querían robarse mis galletas!

Nos reímos todos, pero mis nervios seguían presentes, mezclados con una emoción que apenas podía contener. La risa de Miranda y su manera de bromear me tranquilizaban un poco. Quizás las cosas no habían cambiado tanto como temía, o tal vez ella lo manejaba mejor que yo.

El profesor entró al aula y captó nuestra atención al anunciar que íbamos a trabajar en un nuevo proyecto: hacer una piñata en grupos. Inmediatamente, sentí un abrumador rechazo hacia la idea. ¿Una piñata? Me parecía una actividad infantil y poco interesante.

Miré a Miranda, esperando encontrar alguna señal de desagrado. Para mi alivio, ella compartía mi frustración. Apenas el profesor terminó de explicar el proyecto, Miranda susurró:

-Esto es ridículo, ¿no?

Asentí sin dudarlo. No tenía intención de pasar las siguientes semanas trabajando en algo tan aburrido.

-¿Qué te parece si formamos un grupo juntos? -le propuse a Miranda, buscando una manera de hacer la tarea más llevadera.

Ella sonrió aliviada.

-¡Perfecto! -dijo-. Vamos con Camila y Sofía. Seguro que entre todos encontramos una forma de hacer esto más divertido.

Nos acercamos a Camila y Sofía, quienes estaban en medio de una conversación animada. Les explicamos que no estábamos entusiasmados con la idea tradicional de la piñata y propusimos formar un grupo para buscar una alternativa.

-Bueno, si tenemos que hacer esto, al menos hagámoslo a nuestra manera -sugirió Camila con determinación-. Podemos darle un giro divertido.

-¿Cómo qué? -pregunté, buscando cualquier excusa para evitar la piñata convencional.

-Podríamos hacer algo irónico, algo que no tenga mucho sentido como piñata pero que sea divertido de construir -propuso Sofía.

Miranda sonrió, ya pensando en ideas creativas que podrían hacer el proyecto más soportable.

Aunque la tarea seguía sin ser ideal, al menos estar en el equipo de Miranda y alejarnos del enfoque tradicional nos daba algo con lo que trabajar. Y quizás, en el proceso, podría encontrar una manera de acercarme más a Miranda, mientras ambos lidiábamos con lo que había pasado entre nosotros.

Entiendo, vamos a ajustar el texto para incluir que Miranda también te manchó y que el ambiente en la clase se volvió juguetón:

A medida que los días avanzaban, el proyecto de la piñata se convirtió en un tema recurrente en nuestras conversaciones. Miranda y yo decidimos que nuestra piñata sería unas cerezas grandes y llamativas. La idea de hacer algo divertido y diferente nos pareció la mejor opción para evitar la típica piñata.

El primer día de trabajo, nos reunimos en el rincón del aula con los materiales: globos, pegamento, y un montón de pedazos de periódico. Miranda y yo nos encargamos de pegar los pedazos de periódico sobre el globo para formar la base de nuestra piñata.

—¿Listo para ensuciarnos las manos? —preguntó Miranda con una sonrisa mientras me pasaba un trozo de periódico empapado en pegamento.

—Por supuesto —respondí, sonriendo de vuelta.

Mientras estábamos concentrados en la tarea, no pude resistir la tentación de hacerle una pequeña broma a Miranda. Con un movimiento rápido, eché un poco de pegamento en el borde de su pantalón. Su reacción fue inmediata.

—¡Eh! —exclamó Miranda, mirando hacia abajo con sorpresa y luego a mí con una expresión de indignación—. ¿Qué haces?

—Solo estaba probando cómo se adhiere el pegamento a la ropa —dije, tratando de mantener una cara seria.

Miranda me miró, y aunque trató de parecer molesta, no pudo evitar reírse. Pero, en lugar de dejarlo pasar, decidió vengarse. Con un movimiento rápido, cogió un trozo de periódico empapado y lo lanzó hacia mí. El pegamento se esparció por mi camiseta y mi cara, y la sala estalló en risas.

—¡Ahora estás igual de pegajoso que yo! —dijo Miranda entre risas.

La atmósfera se volvió juguetona y desinhibida, y nos empezamos a lanzar pequeños trozos de papel y pegamento el uno al otro. La actividad de hacer la piñata se transformó en una divertida batalla de papel.

—¡Tienes que admitir que esto está mucho más divertido ahora! —dijo Miranda mientras intentaba esquivar un papel con pegamento que le había lanzado.

—¡Definitivamente! —respondí, riendo mientras trataba de limpiar el pegamento de mi rostro.

El viernes, cuando la piñata finalmente estuvo casi lista, la clase estaba llena de energía y satisfacción. Aunque nuestra creación no era perfecta me había divertido mucho.

El profesor nos felicitó por nuestra creatividad y por el entusiasmo que habíamos puesto en el proyecto. Mientras veía a Miranda sonriendo y recibiendo elogios, sentí una oleada de orgullo por el trabajo que habíamos hecho juntos.

Miranda se volvió hacia mí con una sonrisa brillante y dijo:

—Lo hicimos, ¿eh?

Asentí con una sonrisa, aún con algunos restos de pegamento en el cabello.

—Sí, lo hicimos. Y de una manera muy divertida.

El proyecto de la piñata no solo había sido una tarea escolar, sino también una oportunidad para acercarme más a Miranda y descubrir que, a pesar de los desafíos, estábamos construyendo algo muy especial juntos.

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