La cúpula soñolienta

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La cúpula soñolienta

I

"Elegí un personaje", "escribí como si fueses él", "imaginá una página de su diario personal", no, las imperativas frases entrecomilladas no eran parte de una regla nemotécnica, ni la fonética del ritornelo de alguna canción de moda, ni correspondían, en el peor de los casos, a una publicidad de programas de autoayuda.- llegó a pensar la practicante Molina después de repetirlo una cantidad de veces que no podría descifrar. Se trataba de la primera actividad que junto a su compañera llevaron resuelta en una consigna que tenía que ver con la previa expectación de la película "Los escritores de la libertad". Ella pensó inequívoca -Entre los personajes están Eva, Marcus, y André, solo tres, uno dispuesto debajo del otro, con sus características, uno de tres tienen que elegir, sólo uno, y escribir como si fuesen ellos, como si se tratase de su diario. En el irrespetuoso tiempo de media hora, que no deja de alejársenos, debemos lograr que algo de esas puntas multicolores se grabe en las decoradas marcas de agua, cuyo dibujo de un diario, efecto del Word, les entregamos creativamente en cada copia, pero persuasión infame que hasta el momento no parece imantar esas manos, ni esas cabezas. Varias de las alumnas ante su indecisión de estreno gramatical y narrativo-inventivo, nos llaman para indagar con preguntas, una de ellas se queda en mi memoria, "¿tengo que escribir lo que me pasa a mí?".- analizó Molina entonces -¿Inocua restricción de nuestra parte o yerma antepuesta persistencia docente de incitamiento a la lectura atenta de consignas? La bifurcación no me da la respuesta que necesito, ni tampoco puedo indagar en el pasado formal de la alumna, en consecuencia, como aclaración me traslado a un lugar tranquilizador, el de la propia consigna, y le contesto con la infaltable repetición "escribí como si fueses el personaje", es más, para reforzar la intención restrictiva de nuestra consigna, paso a leerle el perfil de uno de los personajes presentes en la decorada página, imagino que al ser una alumna podría identificarse más con el personaje femenino, pero aquí no se trata de poner en juego cuestiones de género, y sería selectiva en este aspecto si sólo le ejemplificara con el personaje Eva, en consecuencia voy a leerle a Marcus. Pero ella claramente es femenina y se identifica con Eva, me lo dice "prefiero a Eva", cambio de perfil para leerle, y luego hago una transposición, le pregunto "¿qué podría escribir una chica a la que le llevaron preso a su padre, se hizo pandillera, y es ruda ante los demás?", parece entenderme y se pone a escribir.

II

El principal motivo de mi interpelación con el alumnado no tiene que ver con la reciente escena, sino con los sucesos correspondientes a Leandro- reflexionó la practicante -él siempre estuvo ahí, recuerdo que nos miraba fijamente durante nuestras observaciones, su cuello pivoteaba lo suficiente para poder echarnos un vistazo aunque estuviésemos sobre una perpendicular incómoda. Este día me percato de que no está haciendo nada, la A4 creativamente ornamentada y la consigna minuciosamente restringida tras un deliberado pensamiento entre mi compañera y yo, para él pasaba de ser infame a estéril– comprendía Molina –Me acercaré con toda la intención de indagar en su ausencia de invención, y con toda la predisposición de eludir los nidos de aburrimiento y desinterés que su rostro expresan desinhibidamente, e intentando estar a la altura de la gran profesora que aspiro ser, le pregunto "¿necesitas ayuda?", no sé qué tan amable habré sido pero me miró como altruista, extendió por su comisura una risita bufona, y sin tocar su hoja, la cual yacía casi empotrada a la madera del banco, me dijo en un tono desértico: "no quiero hacerlo, no sé qué personaje elegir", entonces– analizó Molina –en este caso, su inanición lecto-escritora, no se debía a motivos de escasa intervención docente de su pasado formal (sabía lo que había que hacer, la consigna había trascurrido por sus pupilas), ni tampoco se debía a cuestiones selectivas-identificadoras de género (no se decidía por uno ni por otro personaje), por lo tanto ¿a qué, a qué se debía su desinterés? ¿A Leandro no le agradarían esos personajes? Imposible, la clase que vimos la película expresó su filling con la misma. ¿Leandro no tenía capacidad de decisión propia? No, rotundamente inconcebible, era capaz de decidir no resolver la consigna. ¿Leandro no tendría capacidad de resolución? Un momento- deliberó la practicante -¿y si la realidad no es que no quiere sino que no puede resolverlo, o no se siente capaz, y si el motivo sí tiene que ver con ese pasado de su formación, y si sus experiencias educativas atiborradas de típicos cuestionarios, con opción de respuesta corta o respuesta larga, de corroboración argumentativa, le formaron o deformaron su inteligencia adosándola a un hábito repetitivo, acostumbrado, rutinario, vallado con una cúpula compuesta de años escolares nulos, impenetrable e inmune a las propuestas restrictivas versificadas? ¡Ay por Dios!, su inteligencia, su creatividad, su invención, su imaginación sin límites, su espontaneidad, su etapa de operaciones formales, hipotéticas-deductivas (que me disculpe Piaget si malinterpreto su teoría), están en juego, peligran, están ensordecidas, duermen en los aposentos de las ineficacias e irresponsabilidades de sus mediadores escolares.

Dos relatos educativosWhere stories live. Discover now