Tu amor platoníco lo tienes delante de tus narises
Abro los ojos y veo a Dan al otro lado... Nos quedamos dormidos. Lo único que recuerdo es que su olor superaba mis expectativas. Me levanto, pero es demasiado tarde; ya me estaba mirando con su media sonrisa, lo que hizo que sonriera. Llevaba una camiseta negra y unos pantalones de mezclilla largos, pero su pelo negro lo tenía revuelto.
-Buenos días -le digo. Miro la hora en el móvil y son las cinco y media de la mañana.
-Días creo que no, Fresa, pero... ¿a qué hora nos dormimos? -dice mirando el techo.
-A las siete y media de la tarde -le digo volviéndome a tumbar.
-Sabes, Fresa, llevas un día aquí y te has dormido en mi cama. Yo que tú... Es que no sé ni cómo lo has hecho -dice medio riendo, y le doy en el codo.
-No es mi culpa... ¡Tú también te has dormido! -le digo poniendo mala cara. Él me sonríe y sonrío, pero creo que es el momento de decirle lo que pasó.
-Dan... -le digo.
-Hum -responde, mirando al techo.
-¿Por qué no fuiste al instituto cuatro semanas y volviste con un ojo morado? -le digo. Él me mira, suelta un bostezo y dice:
-¿Tienes hambre? -dice levantándose.
Yo asiento porque sé que no lo quiere decir ahora, pero sé que me lo dirá. Se va y lo sigo. ¿Qué remedio? Todos estaban dormidos, pero nos daba igual, y yo estaba muerta de hambre. Así que una vez que estábamos en la cocina, dice:
-¿Sabes hacer macarrones con queso?
Y me pongo a reír.
-Ahora, bueno, vale, sé hacerlos, pero en serio... ¡AHORA! -y me pongo otra vez a reír.
-Puedes parar de reírte; tengo hambre. Y si no quieres galletas de fresa...¡Macarrones y listo! -dice mirando la nevera.
-Sí, señor -y me pongo a coger una olla, le echo agua y los macarrones.
-Ahora a esperar -le digo sentándome en la mesa y mirando cómo observa la olla de los macarrones.
-Sabes... -le digo.
-Hum...
-Tienes los ojos bonitos; son diferentes... -le digo mirándolo.
-Eh, gracias -dice mirando la olla.
-Sabes mirarlos -le digo señalando la olla.
-Sí, porque... -dice mirándome.
-Ahora vuelvo -digo levantándome. Subo las escaleras para ir arriba y me pongo el pijama; estaba demasiado incómoda.
Treinta minutos después...
Ya habíamos comido; la verdad es que estaban buenos. Estábamos tumbados en las tumbonas. Yo estaba a punto de meterme a la piscina, pero al final no lo hice porque el agua está congelada y no quiero congelarme. Dan estaba estirándose en la otra tumbona, leyendo un libro raro, y yo estaba mirando el cielo. "Seguro que Dan ya se habrá quedado dormido más veces", pensé. Miré a Dan en la tumbona y entré hacia mi habitación para coger mi libreta de dibujos, donde tengo bocetos de mi madre, de mi gato, de mis amigas y del mar. Ahora voy a hacer un fondo de atardecer, pero primero me pongo una camiseta de tirantes lila con una falda tejana y las Converse con plataforma. Me hago una cola de caballo alta y bajo otra vez. Veo a Alex hablando con Dan.
-Yo iré -dice Dan hasta que me ve y le sonrío. Voy rápido a la tumbona para dibujar el atardecer. Alex se acerca hacia donde estoy y dice:
-¡Buenos días! ¿Estás dibujando? -se pone a mi lado en la tumbona.
-Sí, es un hobby que me gusta hacer continuamente -le digo mientras dibujo el atardecer.
-¿Y me puedes dibujar a mí? -me pregunta mirándome.
-Claro, ponte ahí -le señalo el inflable de sandía para que se siente
Una hora después...
Ya se habían despertado la novia de mi padre y mi padre. Yo ya había dibujado a Alex y le había gustado; además, había terminado de dibujar el atardecer. Ahora me he ido a la habitación de Alex para ver una película y le he preguntado:
-¿De qué hablabais tú y Dan? -digo mirándole.
-De la fiesta de esta tarde -dice, mirando la televisión.
-¿Y yo puedo ir? -le pregunto.
-Tú no eres muy joven -me dice.
-¿Y tú?
-Pero tú más.
-Pero quiero ir.
-Pero no puedes.
-Pero...
-¡No! -dice por último, y me callo.
Cuatro horas después...
Estaba cogiendo un vestido lila en el armario. No le estaba haciendo caso a Alex, pero no me importaba mucho en esos momentos; solo tenía ganas de ir a una fiesta y encontrarme con Valeria o Dafne y hablar un poco. Lo que sabía es que la fiesta es en la playa, con una fogata, y tiraríamos fuegos artificiales. Pero la verdad, lo de los fuegos artificiales no es lo mío. Me puse el vestido lila y unos tacones transparentes, me solté el pelo y me puse colorete. Dan y Alex se han ido hace unos diez minutos, y es mi momento de escapar por la ventana. Lo fácil es que tengo una cuerda; me voy a matar si esto va a ser la mejor tarde y noche de la historia de Silvia. Así que es el momento de tirarme por la ventana o salir por la ventana, como quiero decirlo. La verdad, "tirarme por la ventana" suena más guay. Así que bajo y salto por la ventana, ¡y estoy viva! Salgo corriendo hacia la playa porque la tenemos al lado.
Ya estaba en la playa y lo primero que veo es que Alex me mira y viene hacia mí. Dan también me mira y sonríe; alguien positivo. Pero igualmente, Alex viene hacia mí y dice:
-¡Pero qué haces aquí! -dice él, llevándome hacia donde no hay tanta gente.
-Pues bailar y disfrutar -le digo.
-¿Y cómo has venido? -pregunta él.
-He saltado por la ventana y he venido corriendo -le digo, orgullosa de mí. Pero lo que me responde es un "no" seguido de su cabeza moviéndose todo el rato.
-¿Pero qué te pasa? -le espeto, ya harta.
-Que no quiero que vengas -dice él.
-¿Por qué?
-Porque no quiero.
-Eso no es una respuesta.
-Porque no quiero que te hagan daño. ¿Feliz? -dice él, y yo sonrío y asiento.
-Feliz -le digo.
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El verano de las decisiones [1#]
Roman pour AdolescentsLos padres de Silvia están divorciados y ambos tienen la custodia de ella. Por eso, cuando es verano, tiene que ir a la casa de verano de su padre Richard, donde está su novia Melinda y sus dos hijos, Dan y Alex.