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La luz suave de la mañana se filtraba a través de los pesados cortinajes de las ventanas del castillo de Emberfell. Los rayos del sol danzaban perezosamente sobre el suelo de mármol, proyectando sombras largas y doradas que anunciaban la llegada de un nuevo día. El aire estaba impregnado con el aroma fresco de las flores del jardín cercano, entrelazado con el leve perfume de la hierba recién cortada.

Era una mañana tranquila, perfecta para intentar olvidar los eventos turbulentos de la noche anterior.

Camille se encontraba sentada en su tocador, frente al espejo alto y ovalado, absorta en sus pensamientos. A pesar de la paz que la rodeaba, su mente estaba llena de fragmentos de la fiesta, las palabras de su madre resonando en su cabeza como un eco molesto.

Sus doncellas, Marie y Elizabeth, estaban ocupadas arreglando su cabello y ajustando los detalles de su vestido. Camille, vestida con un sencillo pero elegante vestido de muselina blanca, dejó escapar un suspiro mientras miraba su reflejo. Sus ojos verdes, que normalmente estaban brillantes y llenos de gentileza, esta mañana mostraban una ligera sombra de preocupación.

-Lizzy... ¿Sabes si mi madre ha mencionado algo sobre lo ocurrido anoche? –Preguntó Camille, tratando de sonar casual mientras sus dedos jugaban con un mechón suelto de su cabello dorado.

-No, mi lady. La reina Isabel no ha dicho nada, pero... –Elizabeth se detuvo, dudando si debía continuar.

-Pero, ¿qué? –Insistió Camille, volviendo su mirada hacia la doncella.

-He oído que está muy enfadada. No dejó de hablar sobre la importancia de la imagen hasta altas horas de la noche. –Confesó Elizabeth con un tono de preocupación.

Camille asintió lentamente, como si ya lo hubiera anticipado. Sabía que su madre no dejaría pasar el incidente tan fácilmente. Se levantó, agradeciendo a sus doncellas con una sonrisa forzada, y se dirigió hacia el pasillo principal, dispuesta a enfrentar el día.

Al salir de sus aposentos y bajar la cantidad extensa de escaleras, Camille se encontró con Billie, quien también parecía estar distraída con la noche anterior. La princesa de Nordia estaba apoyada contra una columna, observando el establo con una expresión pensativa.

-Buenos días, Billie –Saludó Camille, intentando sonar animada.

-Buenos días. ¿Dormiste bien? –Respondió Billie, girándose para enfrentarla con una sonrisa leve.

-Lo intenté. Pero quede un poco paralizada por lo de anoche. –Admitió Camille, bajando la mirada brevemente antes de volver a encontrar los ojos azules de Billie.

-Sí, fue... una noche interesante, por decirlo de alguna manera –Dijo Billie, con un tono que mezclaba la ironía y la simpatía.

Ambas retomaron el paso y caminaron juntas por el corredor, sus zapatos resonando suavemente en la quietud de la mañana.

-¿Crees que habrá consecuencias por lo de anoche? –Preguntó Camille, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellas, al no poder sacarse los pensamientos de la cabeza.

-Seguramente. Pero no te preocupes, Camille. Hiciste lo correcto. Y si hay alguien que necesita aprender una lección, definitivamente no eres tú –Respondió Billie con firmeza y mirando hacia delante.

Mientras las dos princesas continuaban su recorrido, se encontraron con Darian y Finneas en el patio principal. Darian les ofreció una inclinación de cabeza y una sonrisa amistosa.

-Buenos días, damas –Saludó con su habitual encanto.

-Buenos días, Darian. ¿Todo en orden? –Preguntó Billie, con un tono curioso.

Ojalá - Billie EilishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora