3. Te reto a no ser una estúpida

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CAPÍTULO 3

Te reto a no ser una estúpida

Stella

Decidí ir al cine. Había terminado mis pendientes de la semana. Ya era jueves. Y necesitaba un buen descanso. Un desahogo de estar encerrada en mi habitación aunque después volviera a hacerlo. Ya llevaba algunas semanas de clases y los trabajos sólo parecía que iban en aumento.

Llegué a casa y me extrañó ver un auto estacionado afuera. Dejé el mío en la cochera y con mucha precaución entré. Me sorprendí al ver a Emma y a Daisy muy sonrientes platicando en la sala. Ambas con una taza de té caliente como si eso fuese lo más normal en sus vidas. Y como si fueran las amigas más íntimas.

—Oh, mira Stella querida, quien a venido a visitarnos.

Enarqué una ceja. Casi meto mi dedo a mi boca simulando el asco que me dio oír eso.

—Vine a visitarte, espero no te moleste.

Los ojos verde claro de Emma me miraron con atención y una ligera sonrisa de labios cerrados levantó sus comisuras.

—Para nada—sonreí con sinceridad—. Vamos a mi habitación.

Ella le agradeció a Daisy por la taza de té y ambas subimos a la segunda planta caminando hasta mi puerta. Me aseguré de que príncipe estuviese bien, comida, agua y sin un rasguño. Emma intentó cargarlo pero él al instante se puso a la defensiva. No pude evitar reírme de ello. Y mientras me recomponía ambas nos sentamos en el borde de mi cama.

—¿Llevas un buen rato aquí?

—Algunos minutos. Suficientes para que me cansara de su compañía.

—Lo siento, estaba en el cine.

Ella sonrió.

—¿Cita?

Arrugué la cara.

—Yo sola.

Noté la decepción enseguida.

—Pensé que por fin ya tendrías nuevamente alguien con quien follar.

—¿Quién dice que no lo tengo?

—¡Stella! —exclamó dándome un pequeño golpe en el hombro—. Bueno, a lo que he venido. Quiero... bueno, queremos, que te reunas nuevamente con nosotras. Te extrañamos, Stella. Nos duele que te hayas alejado.

—Lo siento.

—Deja de pedir disculpas por todo, ¿de acuerdo? Está bien que nos alejemos del mundo si no nos encontramos bien. Pero hay que regresar a él. Es comprensible que por todo lo que pasó en tu casa te cansaras de los demás. Pero la vida continúa, S. Eres joven, y tienes que disfrutar.

No me extrañaba que ella fuese tan buena con las palabras. Estaba por terminar la carrera de psicología y se encontraba haciendo su servicio social en un consultorio. Además, siempre fue buena escuchando a lo demás.

—No me cansé de ustedes.

—Y nadie dijo que lo hiciste. Te dimos tu espacio. Respetamos que no quisieras hablar con nosotros de lo que te estaba pasando. Pero, creemos que es suficiente. Literalmente pareces una muerta viviente, querida.

Solté una risa nerviosa.

—Mis ánimos de maquillarme se esfumaron. Seguro hasta mis productos ya han de estar caducados.

—No es problema. Hay miles de tiendas en donde comprar más. Y te ayudaré a que creas un hábito del sueño adecuado.

Abrí los ojos y toqué mis ojeras.

El tren que llegó a las estrellas | cosmos I [NEW ED.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora