Dilo sin hablar (Martin + Juanjo)

Parte II - VII

Su casa sigue igual de fría que siempre, da igual que esté a punto de llegar el verano. Todo está en su sitio, igual que lo dejó hace ya casi nueve meses, y Martin solo tiene ganas de salir corriendo. Casi había conseguido olvidar lo pequeño que se siente cuando está aquí, pensaba que había conseguido deshacerse de ese sentimiento al mudarse lejos, pero sigue ahí, acechando bajo la superficie y listo para resurgir en cualquier momento.

Juanjo y él han hecho un montón de planes para su primer verano juntos en Madrid, y a pesar de que a su madre no le importa demasiado no tenerle por casa en verano ha insistido en que al menos venga a pasar el fin de semana ahora que ha terminado los exámenes. Nada más llegar, Martin se ha topado con que también ha invitado a venir a sus tíos, y de que por lo tanto la única razón de que a su madre le importara tanto su presencia este fin de semana es que quedaría raro que no estuviera. Si hay algo que sí que le importa a Rebeca es mantener las apariencias.

Se encuentra sentado en el comedor, con una camisa de botones y unos pantalones de vestir que lleva sin ponerse años, y se siente a punto de echar a correr. No hay nada que deteste más que las cenas familiares, más que nada porque hace ya mucho tiempo que no tiene una familia.

"Tú madre dice que tus notas son excelentes, Martin, enhorabuena", comenta su tío, y Martin asiente.

Es cierto que sus notas son excelentes, pero eso su madre no lo sabe, dado que no se lo ha comentado en ningún momento.

"Resulta que después de todo eres el cerebro de la familia", se ríe su tía, y la verdad es que no sabe si tomárselo como un cumplido. Casi parece querer decir: "¡Al final nos has sorprendido! ¡Mira que pensábamos que nunca llegarías a nada en la vida!"

A su lado Ander se mantiene en silencio, meneando la comida de su plato con el tenedor sin levantar la cabeza. No han cruzado ni una palabra desde que Martin ha llegado a casa, lo cual ha sido un regalo por lo que a él respecta. Total, Ander nunca tiene nada bueno que decir, y lleva tiempo bastante desentrenado a la hora de lidiar con sus comentarios de mierda.

"No es normal sacar tan buenas notas, la mayoría de chicos que estudian ingenierías suspenden al menos un par de asignaturas", explica su tío.

"Martin es muy estudioso", interviene Rebeca, que solo parece tener cosas buenas que decir sobre su hijo cuando no es a él a quien se las está diciendo.

Martin se contiene para no poner los ojos en blanco, optando por tomar un sorbo de su vaso de agua. Así que resulta que su madre le ha dicho a todo el mundo que va a trabajar para la NASA o algo así, perfecto. La verdad es que para él esto solo es una motivación. Se moriría por ver la expresión de su madre y de todos los estirados de los que se rodea cuando vean su cara en una película o en algún anuncio en medio de Gran Vía. Con su nombre en letras bien grandes, si puede ser.

El resto de la cena transcurre de forma incómoda pero indolora, cosa que para Martin es una victoria, aunque no le interese lo más mínimo escuchar cómo va la empresa de su tío o el nuevo trabajo de su hermano. Seguro que su madre ha vuelto a enchufarle en la compañía de algún conocido que terminará hartándose de su incompetencia en cuestión de meses. No sería la primera vez que esto sucede.

"Bueno, Martin, ¿Y cómo son las chicas de ciudad? ¿Has conocido a alguna interesante?", sonríe su tía mientras terminan la botella de vino. Tiene las mejillas sonrojadas y parece mucho más amable que cuando ha entrado por la puerta.

Martin medita su respuesta. Podría seguirles el rollo y ya está, es sólo una noche, al fin y al cabo, y luego podrá volver a casa. Podrá volver con Juanjo. Pero ya está cansado de tener que justificarse ante estas personas, de sentir que todo lo que hace está mal, cuando en realidad es todo lo contrario. Es la única persona cuerda de esta familia, y está harto de dejarse intimidar.